miércoles, 16 de julio de 2008

Criar con el corazón



Criar con el Corazón: "La empatía hacia los niños"
Escrito por:


Alejandra Viti (compañera y amiga)


El colectivo “Criar con el Corazón” es una asociación que intenta transmitir algunos valores a los padres para la crianza de sus hijos, como son el apego, el respeto y la empatía con los pequeños. “Para crear un mundo sin violencia debemos criar niños sin violencia con respeto hacia sus emociones y necesidades”, esa es la máxima que los componentes de esta asociación promueven entre las familias.
“La empatía hacia los niños”Muchas veces nos encontramos con gente que fácilmente demuestra una conducta empática hacia los adultos, pero no así hacia los niños, ni siquiera cuando estos niños son sus propios hijos. El interrogante es: ¿Qué lleva a una persona a no poder expresar o sentir empatía por los niños?
Empecemos definiendo empatía. Según la RAE empatía es la “Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro”. En un avance de su vigésima tercera edición agrega que es la “Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”.
¿Cómo podemos entonces responder a la pregunta de porqué la empatía hacia los niños parece tan difícil de alcanzar para algunos?
Como primer punto podemos citar la incapacidad de recordar la “verdadera” infancia. O sea, el no poder entrar en contacto con aquellos sentimientos vividos en la niñez. Muchas veces nuestra memoria se nubla y sólo accedemos a aquello que pudo ser mejor, los buenos momentos, etc. Y ponemos (inconscientemente) como mecanismo de defensa una barrera a todo aquello que nos puede causar dolor. El gran problema es que en el proceso muchas veces dañamos a aquellos que más nos necesitan, nuestros hijos. En su libro “El saber proscrito”, Alice Miller nos descubre la raíz de muchos de nuestros males en la infancia y, en concreto, en las enseñanzas que recibimos a tan temprana edad. Entre otras cosas nos dice que: “La mayoría de los padres se hallan desde su infancia en una especie de jaula emocional, y sólo esperan poder dar rienda suelta por fin a su vieja rabia inconscientemente acumulada. La única puerta que conduce fuera de esa jaula son los hijos, pues éstos son las únicas personas a las que -bajo el pretexto de la educación- pueden pegar, insultar y humillar como sus padres lo hicieron con ellos en su día”, y sigue “Si una madre se hallara en condiciones de sentir el daño que hace a su hijo, descubriría que a ella también le hicieron daño y podría liberarse de sus impulsos de repetir la historia”.
También vemos que el “qué dirán” influye en la conducta de algunos padres hacia sus hijos. Muchas veces ante una situación crítica (berrinche, llanto, etc.) sobre todo en lugares públicos, no está bien visto consolar y “bajar” al nivel del niño sino que se espera que se lo “ponga en su sitio”. Eso puede deberse (y esto es mi opinión personal) a una baja autoestima, falta de seguridad en las propias capacidades. Muchas veces el padre o la madre quedan en una posición vulnerable a la mirada del otro, entonces actúa como se le enseñó, con violencia ya sea física (azotes, cachete) como psicológica (gritos, humillación, etc.). Y cuando no es en público, esa “mirada del otro” también está, puede ser la mirada de una madre o padre autoritario. Por ejemplo, personas que han escuchado toda su vida “No sabes hacer nada bien”, ante una crisis de sus hijos se ven desbordados y ponen orden, de la única forma que conocen, que lamentablemente no es la mejor.
Luego está el tema de aprender a “tolerar la frustración” que tanto escuchamos, como si hubiera que ir enseñando desde bien pequeños a nuestros niños que la vida es dura. Y en este tema no se tiene en cuenta la variedad de circunstancias por las que el niño atravesará naturalmente y que le enseñarán a manejarse dentro de ciertos parámetros. O sea, para algunos padres no basta con esto sino que hay que forzar ciertas situaciones en función de que no se (mal) acostumbren a que todo es como lo quieren (cuando eso está muy lejos de ser cierto).
Incluso hay estudios que demuestran que: “La falta de cuidados maternales tempranos es la causa de que la región que ocupa el córtex orbitofrontal ( la región cerebral situada detrás de los ojos que permite al individuo reflexionar sobre sus propias emociones y empatizar con los sentimientos de otros individuos) sea diminuta , desembocando en una pobre autoestima y en una tan baja capacidad para empatizar, que el bebé crece literalmente incapaz de sentirse culpable por lastimar a los demás”
El psiquiatra y psicoanalista inglés John Bowlby en la conferencia “El cuidado de los niños” (1880), dice que una madre con una sensibilidad corriente se adapta rápidamente a los ritmos naturales de su hijo y al prestar atención a los detalles de la conducta del bebé va descubriendo lo que a éste lo satisface. Al hacerlo, dice Bowlby, no sólo lo contenta, sino que también obtiene su cooperación. Esta descripción de Bowlby se refiere a períodos iniciales del bebé, preverbales. Para el autor, si bien en ese período es rudimentaria la capacidad de adaptación del bebé, si se le permite crecer a su propio ritmo, pronto su conducta mostrará los resultados de la actitud de los cuidadores. Bowlby cita a M. Ainsworth y colegas, que han observado que aquellos niños cuyas madres respondieron sensiblemente a sus señales durante el primer año de vida, lloran menos que los bebés de madres menos sensibles, y se muestran más dispuestos a aceptar los deseos de los padres.
No es difícil reconocer la noción de empatía detrás de estos conceptos. Una madre que “se adapta a los ritmos naturales del bebé” y una madre que “responde sensiblemente a las señales de su hijo” son madres empáticas. La empatía materna influye en el desarrollo del niño, estimulando, su cooperación. Como conclusión de estas ideas sobre el cuidado materno Bowlby afirma: “...los bebés humanos, al igual que los de otras especies, están preparados para desarrollarse de manera socialmente cooperativa; que lo hagan o no, depende en gran medida de cómo son tratados”. Para el autor, inicialmente existiría en el bebé una predisposición a desarrollarse cooperativamente. Que esto sea así estará en función del trato paterno. Padres empáticos favorecerán el desarrollo de hijos cooperativos. La ausencia crónica de empatía estimulará la hostilidad y el conflicto.
Para Bowlby, existiría en los padres una “disposición a brindar cuidados”, que los inclinaría hacia la atención del bebé. Para este psicoanalista, la conducta de crianza -así como la de apego- se encuentra en cierto modo preprogramada, o sea preparada para desarrollarse, en tanto las condiciones lo permitan. Esto no significa hablar de un instinto parental. Existe una preprogramación, una “tendencia a”, que requiere de las experiencias para desarrollarse y organizarse. Si el curso de los acontecimientos es normal, el progenitor experimenta deseos de cuidado: abrazar al niño, consolarlo, protegerlo, alimentarlo. Esta disposición puede verse interferida por las experiencias infantiles de los padres. Los malos tratos o frustraciones sufridas cuando niño predisponen a brindar un maltrato al hijo o a alterar la conducta de cuidados.
Podríamos concluir, entonces, que hay una predisposición de los padres a sentir empatía hacia sus hijos, pero que son las experiencias en los primeros años de vida las que van a consolidar esa tendencia. Una crianza cariñosa, apegada y, sobre todo, respetuosa hacia las necesidades del niño es lo que favorece, en un futuro, al desarrollo de una personalidad cooperativa y empática. Por el contrario, un modelo paterno hostil generará en el niño frustración y dispondrán al futuro adulto a repetir el modelo.
Gracias Ale por este artículo.
Ruth

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