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miércoles, 27 de mayo de 2009

Nada Como Mama, Nada como Mamar

Me agrada daros a conocer el último proyecto en el que mis compañeras han estado trabajando...



La idea nació en la Asociación Criar con el Corazón, y, con las aportaciones de sus socias, se desarrolló el esbozo del guión. Luego ha sido realizado con apoyo de El Parto es Nuestro, Via Láctea, Amamantar Asturias y Mamilactancia.

La agencia Ovídeo y los profesionales de la producción, rodaje e interpretación han colaborado de forma altruísta con un proyecto que nació de un grupo de madres anónimas y ha terminado plasmado en un spot profesional que se espera que logre la máxima difusión.

“Nada como mamá, nada como mamar” es un proyecto con el que nos sentimos todas enormemente orgullosas. Me hace emocionarme la ayuda desinteresada de tanta gente que lo ha hecho posible con el único objetivo de acercar a las madres los beneficios de dar el pecho.

Espero que os guste tanto como a mi. Un saludo.

Ruth

Texto realizado por Mireia Long en: http://www.bebesymas.com/lactancia/nada-como-mama-nada-como-mamar

martes, 18 de noviembre de 2008

Las rabietas: Quiéreme cuando menos lo merezca, porque es cuando más lo necesito. Por Rosa Jové


Qué es una rabieta: Cuando nacemos, el principal plan que tiene la naturaleza con nosotros es que podamos sobrevivir. Para ello nos "apega" con las personas que nos cuidan, ya que está comprobado que teniendo a un cuidador cerca vivimos más (recordad que somos una especie muy incompletita cuando nacemos). Por eso es tan importante que los bebés nos reclamen cuando no estamos cerca y por ello es tan importante que nosotros intentemos satisfacer sus necesidades más importantes (alimento, sueño, higiene, contacto.), solo así se crea un apego seguro entre el niño y sus padres: el niño se da cuenta que tiene personas que le quieren y que le van a cuidar pase lo que pase, y por eso será un niño feliz.

Es importante durante los primeros años de la vida de un niño dejarle bien clarito que "siempre" estaremos con él, que "siempre" le querremos y le cuidaremos, aunque a veces no nos guste "exactamente" lo que hace. Eso es la base de una personalidad segura, independiente y con una autoestima capaz de soportar altibajos y adversidades. Alrededor de los dos años (puede variar según el niño) la supervivencia del niño está ya más garantizada (se desplaza solo, puede comer casi de todo y con sus propias manos, es autónomo en sus actos más vitales ..) y la naturaleza (¡qué sabia que es!) tiene otro plan para nosotros: si al principio era "apegarnos" para sobrevivir, ahora nos prepara para la independencia (pensad que sin independencia no crearíamos una familia propia, y eso es básico para el plan reproductor de la naturaleza). La independencia y autonomía es un largo camino que se va adquiriendo con la edad y a estas edades empezamos de una forma muy rudimentaria. ¿Cómo hace el niño para manifestar su independencia? Pues dada su edad es una estrategia muy simple: consiste solamente en negar al otro. Su palabra más utilizada es el "no" y es fácil de entender porque, negando al otro, empieza a expresar lo que él "no es" porque aún no sabe realmente lo que "es".Intento explicarme mejor: ¿Cómo se yo (niño) que soy otro y puedo hacer cosas diferentes a mis padres? ¡Pues llevándoles la contraria! Puede que aún no tenga claro lo que voy a ser pero así sé lo que no soy: yo no soy mis padres, por lo tanto ¡soy otro!

El único problema para los niños, es que les conlleva un conflicto emocional importante porque como los padres no entienden lo que pasa y normalmente se enfadan con ellos, los niños notan que se están enfrentando a los seres que más quieren y eso les provoca una ambivalencia de sentimientos. Eso, nada y más y nada menos son las famosas rabietas: una lucha interior entre lo que debo hacer por naturaleza y una incomprensión de mis padres hacia tales actos que me provocan unos sentimientos ambivalentes y negativos. Esa ofuscación entre querer una cosa, no entender lo que pasa y el rechazo paterno, es la fuente de la mayoría de las rabietas. Por eso lo mejor es dejarle claro que haga lo que haga siempre le queremos y le comprendemos, aunque a veces no estemos de acuerdo. Muchos padres viven esta etapa con mucha ansiedad porque piensan que es una forma que tienen sus hijos de rebeldía, tomarles el pelo y desobediencia. Nada más lejos. En estas conductas del niño no hay ningún sentido de "ponernos aprueba" ni hay ningún juego de poder entre medio (bueno a veces los padres sí que se lo toman como tal, pero el niño nunca pretende "desafiar" al adulto, solo hacer cosas diferentes a sus padres). Si el niño lleva la contraria a sus padres es para comunicarles algo muy importante: "¿lo ves?, me hago mayor. ¡Yo no soy tú! Puedo querer, desear y hacer cosas que tu no quieres".


¿Qué hacemos ante una rabieta? La mejor manera de superar las rabietas la resumo en cinco puntos


1- Comprendiendo que el niño no pretende tomarnos el pelo. Esta simple convicción hará que seamos más flexibles con ellos (y por lo tanto se evitan muchos conflictos). Solamente pretende mostrarnos su identidad diferenciada.


2- Dejando que pueda hacer aquello que quiere. "¿Y si es peligroso o nocivo?" -me preguntareis-. Evidentemente lo primero es salvaguardar la vida humana, pero los niños raramente piden cosas nocivas, ¿saben lo más peligroso que me pidieron mis hijos cuando eran pequeños? ¡Ir sin atar en la sillita del coche!. Evidentemente les dije que no, y no arrancamos hasta que estuvieron convencidos, pero no me han pedido nunca nada tan peligroso. Bueno, una vez mi hijo mayor cogió una pequeña rabieta porque quería un cuchillo "jamonero", pero la culpa era más mía por dejar a su vista (y alcance) un cuchillo de tales dimensiones, que él por pedirlo. ¿No? El hecho de que quieran llevar una ropa diferente a la que nosotros queremos puede que atente contra el buen gusto, pero raramente atentará contra la vida humana. Lo mismo pasa con alguna golosina o con otras cosas. Si usted es un padre que vigila que el entorno de su hijo sea seguro, es difícil que pueda pedir o tocar algo nocivo para él. El hecho de el niño pueda experimentar el resultado de sus acciones sin notar el rechazo paterno hará que no se sienta mal ni ambivalente (y, de paso, evitamos la rabieta).


3- Evitando tentaciones. Los comerciantes saben perfectamente que los niños piden cosas que les gustan (por eso en los grandes supermercados suelen poner chucherías en las líneas de caja) ¿Acaso pensaba que el suyo es el único niño que montaba en cólera por una chuchería? Si su hijo es de los que pide juguetes cuando los ve expuestos o chucherías si las tiene delante ¿Qué espera?. Intente evitar esos momentos (no se lo lleve de compras a una juguetería o intente buscar una caja donde hacer cola que no tenga expositor de juguetes ni dulces) o pacte con él una solución ("Cariño vamos al super. Mamá no puede estar comprando cada día chuches porque no son buenas para tu barriguita, así que solo elegiremos una cosita"). Si los mayores nos rendimos muchas veces a una tentación (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra) ¿Por qué pensamos que un niño puede contenerse más que nosotros?


4- Podemos expresar nuestra disconformidad, pero no atacamos la personalidad del niño o valoramos negativamente su conducta. Es decir, mi hijo no es más bueno o malo porque ha hecho una cosa bien o no. Mi hijo siempre es bueno, aunque a veces yo no le entienda o no me guste lo que ha hecho. En este sentido vean este diálogo: Mamá: Cariño ha venido tía Marta. Ve a darle un beso. Niño: No quiero, mamá: ¿Cómo que no quieres? Esto está mal. ¡Eres un niño malo! Tía Marta te quiere mucho y tú no la quieres. Mamá no te querrá tampoco. A partir de aquí puede haber dos opciones o el niño monta una pataleta del tipo: ¡eres tonta y tía Marta también! Y ya la tenemos liada. O bien, ante la idea de perder el amor de su madre, va y le da un beso a tía Marta, a lo que su madre responde: "¡Que bien! Así me gusta ¡Qué bueno eres!" con lo que el niño aprende que es bueno cuando no se porta como él siente y que solo obra bien cuando hace lo único que quiere su madre. Es decir: se nos quiere cuando disfrazamos nuestros sentimientos. Ninguna de las dos soluciones es correcta porque en ningún momento hemos evitado atacar la personalidad del niño (eres malo) y hemos valorado su conducta (esto esta mal o esto está bien). Si en lugar de ello hubiéramos entendido sus emociones, a pesar de mostrar nuestra disconformidad, el resultado podría haber sido: Mamá: cariño ha venido tía Marta. Ve a darle un beso. Niño: No quiero. Mamá: Vaya, parece que no te apetece dar un beso a la tía marta. (Reconocemos sus sentimientos) Niño: sí. Mamá: Cuando las personas van de visita a casa de otra se les da un beso de bienvenida, aunque en ese momento no se tengan muchas ganas ¿lo sabías? Niño: No. (Y si dice que sí, es lo mismo). Mamá: ¿vamos pues a darle un beso de bienvenida a tía Marta?

Normalmente a estas alturas el niño (que ha visto que le han entendido y que no le han valorado negativamente) suele contestar que sí. En el hipotético caso de que siga con su negativa podemos mostrar nuestra disconformidad: Mamá: El hecho de que no se lo des me disgusta, porque en esta casa intentamos que la gente se sienta bien. ¿Qué podemos hacer para que tía Marta se sienta bien sin tu beso? (a lo mejor tía Marta es una barbuda de mucho cuidado y a su hijo no le apetece darle un beso, pero eso no implica que quiera que se sienta ofendida). Niño: le diré hola y le tiro un beso. Mamá: Me parece que has encontrado una solución que nos va a gustar a todos. ¡Vamos!


5- Las rabietas se pasan con la edad. Es decir, llega un día en que el niño adquiere un lenguaje que le permite explicarse mejor que a través del llanto y las pataletas. También llega un día en que sabe lo que "es" y "quiere" y lo pide sin llevar la contraria a nadie. Llega un momento en que, si no hemos impedido sus manifestaciones autónomas y de autoafirmación, tenemos un hijo autónomo, que sabe pedir adecuadamente lo que quiere porque ha aprendido que nunca le hace falta pedirlo mal si su petición es razonable. ¿Cómo hacer que llegue antes este momento en que finalizan las rabietas? Por una parte hemos de procurar que en la etapa anterior (la del apego que explicábamos al principio) el niño esté correctamente apegado: un niño inseguro tardará más en pasar esta etapa de independencia. Así que si quiere que su hijo sea autónomo, mímele todo lo que pueda cuando sea pequeño. Para adquirir la independencia se necesita seguridad y la seguridad se adquiere con un buen apego. Una vez haya llegado a la etapa de las rabietas, hemos de intentar que se solucionen cuanto antes. Nada de esto se dará si coartamos su deseo de separarse de nosotros, ya que lo único que se obtiene "intentando" que no se salga con la suya es un niño sumiso o rebelde (depende del tipo y grado de disciplina o autoridad empleada). Normalmente si les "ignoramos" suelen volverse más sumisos y dependientes (otro día os explico los mecanismos psicológicos de ignorar conductas), aunque lo que vemos es un niño que se doblega y "parece" que mejore en sus rabietas. Pero la causa que provoca esa rabieta sigue en él y se manifestará de otra forma (ahora o en la adolescencia). Sé que es difícil acordarse de todo ante una rabieta infantil. Sé que es difícil razonar cuando estamos a punto de perder la razón. Sé que es difícil, y por eso, ante la duda de no saber como actuar, intente querer a su hijo al máximo porque él lo estará necesitando, ya que las rabietas también hacen sentirse mal a los niños.

Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite" o lo que es lo mismo: "intenta ponerte en mi lugar porque yo también lo estoy pasando mal".

http://www.dormirsinllorar.com/crecer_feliz6.htm

martes, 28 de octubre de 2008

El vínculo paternal

Llora el niño. Y en vez de guiarnos por nuestro instinto de padre o madre, nos fiamos a ciencia ciega de lo que dice el “experto”... Si lo cogemos una y otra vez, le estamos malcriando. Si intentamos reconfortarle, nos estamos dejando manipular. Lo mejor es dejarle llorar y llorar. Que aprenda y se calle.

Se despierta el niño. Se resiste a dormir en su oscura y solitaria habitación y busca el calor y la protección de la cama de sus padres... No hay que ceder, insiste el “experto”. Dormir con los padres tiene grandes riesgos. Sí, ya sabemos que se ha hecho durante siglos. Pero no es apropiado, está mal visto, no es sano.

No quiere ir a la guardería el niño. Se pasa todo el rato llorando la ausencia de mamá. No juega, no canta, no ríe... Nada que no se cure con el tiempo (de nuevo el “experto”). La “ansiedad de la separación” remite al cabo de uno o dos meses, señora. Los niños son felices en la guardería, descuide. Aprenden mucho. Socializan.

Están confabulados los “expertos”, eso parece. La consigna de la pediatría oficial ha sido alentar la separación de madres de hijos, y no vamos a recordar ahora cómo hace treinta años nos vendían la incuestionable superioridad de la leche de bote frente a la teta materna.

“Somos los únicos mamíferos que les damos una patada a nuestros hijos para mandarles a otra habitación, que les damos una chupete para que se callen y que nos buscamos cuanto antes un trabajo o una ocupación para no sentirnos frustrados o frustradas”.

Le tomamos la palabra a Mar Palmer, 32 años, madre de dos y un tercero en camino, allá en Mallorca. “A la mayor, Mariona, la metimos mucha caña y aún está pagando todos los errores que cometimos fiándonos de los “expertos””, recuerda. “Con el tiempo nos dimos cuenta de cómo todos esos consejos te impiden escuchar tus instintos maternales, te generan agresividad y acaban haciendo mucho daño a los niños”.

Mar acabó dejando su trabajo en el ayuntamiento y volcándose con sus hijos: “Lo primero son ahora ellos, eso lo tengo claro. Tienes que pagar un precio, pero lo ganas por otro lado. Con Nil, el segundo, todo ha sido muchísimo más fácil. Le di de mamar hasta los tres años, durmió con nosotros, descubrí lo importante que es llevarlo en brazos... El niño confía en sus padres, y ahora es él el que se va despegando, y todo de una manera muy natural”.

Sin premeditación, aunque con nocturnidad, Mar se fue abonando a eso que los americanos llaman “attachment parenting” y que no es ni más ni menos que el vínculo o el apego entre padres e hijos. Por instinto, Mar acabó haciendo piña con otros padres mallorquinos en “Neixer i Creixer” (“Nacer y Crecer”), una de las asociaciones pioneras en eso que también llamamos la “crianza natural”.

“Al principio te entran dudas y tienes que hacer frente a mucha presión social, empezando por tus propios amigos”, confiesa Mar. “Pero ayuda mucho eso de estar en una red de gente que está en la misma onda que tú... Y ya somos unos cuantos”.

En Madrid, decenas de padres buscan también otra manera de crecer con sus hijos en la Escuela de Familias Al Alba. Fabiola Aguado, directora y terapeuta infantil, rompe una lanza por el “vínculo”: “No se trata de una manera utópica y romántica de ser padres, sino de una forma sensata y sensible de afrontar la paternidad. Hay que estar presentes y disponibles para atender las necesidades de los hijos”.

“Nuestra sociedad fomenta una falsa autonomía en los niños”, insiste Fabiola. “Si los padres no están, los niños van arrastrando unas carencias que se traducen más adelante en una dependencia profunda. Lo que los hijos necesitan en los primeros años es una base segura... Hay estudios que desmuestran que los niños criados con “vínculo” tienen más confianza en sí mismos y son a la larga más independientes”.

La idea del “vínculo paternal” o “attachment parenting” se remonta a los años cincuenta, con los famosos estudios del psiquiatra John Bowlby. El apego entre padres e hijos es “una necesidad biológica” y algo común en todos los primates, sostiene Bowlby. En cada fase de crecimiento, los niños (las crías) buscan la proximidad, el contacto y la protección de una persona adulta. Durante siglos, ésa ha sido la clave de la supervivencia.

Pero las sociedades modernas avanzan –es un decir- en sentido contrario. La separación traumática entre madres e hijos comienza ya en el parto hospitalario, por no hablar de la distancia con las que muchas mujeres viven sus propios embarazos, siempre a expensas de lo que certifique el “experto”.

El mundo laboral, diseñado por los hombres y para los hombres, pasa como una apisonadora sobre muchísimas mujeres que no tienen elección: familia o trabajo. Nadie parece plantearse el impacto emocional que causa a madres y niños la separación al cabo de cuatro meses, ni cómo esa ruptura forzosa afecta a la salud y a la vida emocional del pequeño, que se pasa la mayor parte del día en brazos ajenos, enganchado al falso consuelo del chupete y del biberón.

Las barreras en las familias se van haciendo cada vez más altas, y pronto vendrá la maratón de actividades extraescolares. El caso es estirar las jornadas de los niños tanto como las nuestras, cubrir lo más posible las ausencias y reducir los “lazos” entre padres e hijos a un beso de buenas noches. A veces ni eso.

La antropóloga Margaret Mead realizó hace cuatro décadas un estudio entre varias tribus del mundo y demostró que las más violentas eran las que privaban a los niños del contacto físico con los padres a edad temprana.

La doctora Marcelle Geber tuvo la osadía de comparar la “tribu” europea y sus “civilizadas” costumbres (bebés al biberón, en habitaciones separadas, empujados en carritos) con 308 niños criados a la vieja usanza en Uganda (amamantados a demanda, compartiendo cama, a lomos de sus madres). Su conclusión: los niños africanos aventajaban a los blancos en capacidad motriz y en capacidad intelectual durante el primer año.

Y así llegamos hasta el doctor William Sears, padrino del “attachment parenting”, más de una década rebelándose contra la pediatría oficial y promoviendo una relación más cercana y armoniosa entre padres e hijos. Sus consejos han servido de acicate para miles de padres de todo el mundo, reunidos en Attachment Parenting International, que cuenta ya con grupos en países europeos como Gran Bretaña, Holanda y Alemania.

Según William Sears, los cimientos del “vínculo” se crean en el alumbramiento, en ese “período sensitivo” tan común al de todos los mamíferos y tan ajeno a los asépticos protocolos hospitalarios. La lactancia, advierte, es una fuente de alimento no sólo material sino también emocional para un niño en los primeros meses de vida.

Sears aconseja cargar con todo lo posible con los niños, en brazos o colgados, pero manteniendo la proximidad física y el contacto. El pediatra del “apego” defiende a capa y espada las virtudes de la cama familiar o colecho y resume sus siete “mandamientos” en dos: cree en el llanto de tu hijo y ¡cuidado con los “expertos”!

Como respuesta a tantos y tantos libros “crueles y despiadados”, el pediatra Carlos González decidió precisamente escribir “Bésame mucho”. “Creo, sinceramente, que los padres lo harían mucho mejor si no hubieran existido todos esos manuales que incitan a desconfiar de los ñiños y a tratarles con total desprecio”.

“No quiero entrar en lo que es bueno o malo para el niño a largo plazo, si va a ser más o menos inteligente porque duerma contigo o los lleves en brazos”, afirma Carlos. “Lo que los niños necesitan, hoy y ahora, es afecto y proximidad. Y lo que han aconsejado por desgracia los “expertos” durante muchos años es justo lo contrario, hasta el punto de prohibir casi el contacto entre madres e hijos”.

El autor de “Bésame mucho” nos recuerda los experimentos con gorilas que se “olvidan” de cómo ser madres cuando las meten en la jaula. A los hombres y a las mujeres, sostiene, nos pasa algo similar: vivimos en estado de cautividad, confinados en ambientes artificiales, atrapados por normas culturales y alejados de nuestros instintos y nuestros imperativos biológicos.

Se nos ha olvidado ser padres.

González pone sobre el tapete un estudio comparativo sobre la crianza de los niños en varias culturas, publicado hace cuatro años en la revista “Pediatrics”... En 25 de 29 sociedades, los niños dormían con la madre o con los dos padres. En 30 de 30, los niños eran trasportados en brazos o a la espalda. En todas ellas se les amamantaba a demanda y la edad media del destete estaba entre los dos y los tres años.

El pediatra rompe también con el mito de que los hombres se han lavado las tradicionalmente las manos, y se remite a “La Historia Natural de la Paternidad” de Susan Allport: “El alejamiento del padre es fruto de la revolución industrial. Los padres han trabajado toda la vida en casa o han velado por la protección de sus hijos. Su papel puede cambiar, como lo está haciendo ahora, pero hay que acabar con ese mito”.

Años de experiencia como padre y de consulta como pediatra le han permitido también a Carlos González conocer muy de cerca el dilema de tantas familias de hoy en día... “Eso del tiempo de calidad es un cuento. Con los niños hay que estar, simplemente estar, y no obsesionarse con cronometrar los minutos que se pasa con ellos y aprovecharlos al máximo para hacer algo importante”.

Para María Jesús Ruiz, 40 años, lo más impagable de estos tres últimos con su hijo Víctor han sido “los largos paseos sin rumbo” en el pueblo en donde viven, Guadarrama. Y también, las siestas compartidas, o poder llevar a su hijo a la compra, a tomar el aperitivo, a un concierto entre semana y a todas esas cosas que no podría haber hecho si trabajara a tiempo completo...

“Intenté llevarle a la guardería con dos años y medio, pero lo pasaba mal y un día me dijo: “Mamá, vámonos a casa”... Para mí fue una señal. Hemos pasado mucho tiempo juntos desde entonces, y eso es impagable. Siempre ha estado muy apegado a mí, pero ahora se está uniendo más a su padre... Yo lo que quiero es que mi hijo sea feliz. Como dice su abuelo: “¡Ya tendrá tiempo de aburrirse en el colegio!”.

María Jesús ha vuelto a trabajar a horas perdidas, como profesora de español, pero no envidia en absoluto a sus amigas... “Al hijo de una de ellas le escuché decir el otro día que quiere marcharse a vivir al colegio, con cuatro años... Me pareció muy triste. Soy consciente de que estar tan cerca de tus hijos es navegar contra la corriente, pero yo estoy convencida de una cosa: cuidar de tus hijos es cuidar de la sociedad del futuro”.

LOS DIEZ IDEALES DE LA PATERNIDAD CON “VINCULO”

No hay ningún mandamiento escrito, pero sí existen maneras de fomentar el apego, el vínculo o la cercanía entre padres e hijos...
  1. Conecta física y mentalmente con tu hijo/hija durante el embarazo. Vive conscientemente la gestación. Procura que el nacimiento sea lo más “íntimo” y natural posible, y prolonga al máximo el contacto físico después del parto.
  2. Extiende la lactancia todo lo que necesite el niño/la niña y no te dejes llevar por las presiones sociales (el destete se produce entre los dos y tres años en la mayoría de las culturas tradicionales). Dale el pecho a demanda. Aprovecha esos momentos para estrechar los lazos.
  3. Responde a los llantos de tu hijo y no le dejes llorar “hasta que se calle”. Aprende a interpretar sus señales. Sé totalmente receptivo a sus demandas, especialmente durante los primeros meses.
  4. Confía en tus instintos de madre/padre. Cuestiona las opiniones de los “expertos”. En la duda, déjate guiar por el sentido común.
  5. Lleva frecuentemente a tu hijo en brazos; el contacto físico estimula el desarrollo emocional, psicomotriz e intelectual del niño/niña.
  6. Duerme con tus hijos durante los primeros meses (recuerda que durante cientos de años se hizo así, antes de que los “expertos” levantaran las barreras). Si no, comparte el dormitorio con ellos y procura no llevarles a habitaciones separadas hasta que ellos mismos lo reclamen.
  7. Evita separaciones largas y traumáticas hasta los tres años. No te consueles pensando que le dedicas a tu hijo el suficiente “tiempo de calidad”. El tiempo compartido se mide siempre en horas, minutos y segundos...
  8. Involúcrate al máximo en su educación. Procura que existan vasos comunicantes entre lo que aprende dentro y fuera de casa. Su “escuela” es la vida misma.
  9. Usa la “disciplina” positiva: predica con el ejemplo y recuerda que las mejores lecciones se aprenden con afecto.
  10. Respeta la individualidad de tus hijos. Ponte siempre que puedas en su piel y permite que encuentre su camino poco a poco: el “vínculo” les permitirá avanzar con mayor seguridad y ser a la larga más independientes.

Carlos Fresneda

miércoles, 22 de octubre de 2008

A su ritmo 1-2 años

“Vísteme despacio que tengo prisa” dice un refrán popular, y es que de todos es sabido que los niños necesitan tomarse su tiempo para hacer las cosas, para observar, para aprender...

A estas edades, en las que empiezan a conquistar su propia autonomía, es cuando más se nota que ellos llevan su propio ritmo para todo: para desayunar (y si encima está aprendiendo a usar los cubiertos pueden pasar horas!), para ir a hacer algún recado (porque ahora le gusta caminar y se va parando en cada pequeña hormiga, hojita o papelito del suelo), para pasar de una actividad a otra… y cuanto más rápido queremos ir nosotros es peor, porque precisamente en la etapa del “no” por excelencia pocas veces conseguiremos que se hagan las cosas a tiempo (y no es extraño que nos llevemos también algún que otro berrinche de regalo).

Pero ¿por qué son nuestros pequeños tan lentos para todo? ¿Por qué tardan tanto en aprender algunas cosas?

En realidad, a nuestros hijos no les pasa nada: ¡nos pasa a nosotros, adultos estresados y acostumbrados a hacerlo todo con el reloj en la mano!

Si nos paramos a pensar, nos daremos cuenta de que toda nuestra sociedad está construida en base a la velocidad y los logros. Nuestra eficacia personal se mide en términos de velocidad: cuánto tiempo tardamos en conseguir lo que queremos, en llegar al trabajo desde casa, en recuperarnos de un trauma afectivo, en hacer nuestras tareas… ¡prisas, prisas, prisas para todo!
Los papás, sin darnos cuenta, trasladamos a nuestros hijos estos esquemas y esperamos de ellos que funcionen igual que nosotros: queremos que jueguen de tal manera y en determinado tiempo (jamás el juego de los niños estuvo tan dirigido como ahora), que aprendan determinadas destrezas y cuanto antes mejor (solo hay que escuchar una conversación al azar en el parque para ver cómo madres y padres compiten y enumeran las adquisiciones tempranas de sus hijos: “el mío empezó a caminar con diez meses” “pues el mío ya se sabe veinte animales”), que duerman solos y del tirón cuanto antes (aunque no estén preparados), que se coman un bistec de mastodonte en un tiempo record o que modulen sus emociones al más puro estilo zen.

Lo que crea problemas no es la lentitud de los niños, sino el desajuste entre sus ritmos y los nuestros, sus necesidades y las nuestras.

Está claro que no podemos vivir aislados del reloj: los horarios son importantes porque nos ayudan a estructurar nuestra actividad diaria y a los niños les ayuda a ir generando una estructura interna con pautas claras.

Y tampoco podemos vivir sin incentivar a nuestros hijos para que optimicen todo su potencial, preparándoles así para el competitivo mundo que nos ha tocado (y les ha tocado) vivir. En cualquier caso, tenemos toda una vida para ello.

Pero ¿cómo conseguir que el día a día no sea una lucha diaria entre ellos (nuestras pequeñas tortuguitas) y nosotros (las rápidas liebres)?

Lentos para todoHay que reconocer que la paciencia paterna llega a su máximo esplendor en esta etapa en la que los niños se lo toman todo con una parsimonia que altera a cualquiera. Pero lo cierto es que a quitarse el pijama o a comerse una tortilla con tenedor no se aprende de un día para otro, sino que se aprende ensayando, descansando, pensando en otras cosas, intentándolo de nuevo… Hacer las cosas por uno mismo lleva tiempo. Y seguir las rutinas diarias da pereza (y más aún cuando, después de todo lo que ha tardado en meterse en la bañera, ¡queremos obligarle a salir a los pocos minutos porque se enfría la cena!).

Es cierto, ellos son lentos. Pero fijémonos en nosotros y nuestros objetivos: nos pasamos el día achuchándoles para que lo hagan todo rápido, rápido.. y al final conseguimos lo contrario y pasan los meses y nada cambia (seguimos tardando una hora en convencerle para que se ponga el dichoso abrigo). ¿Y por qué? Pues muy sencillo: si cada vez que nuestros hijos emprenden un hábito diario por sí mismos (por ejemplo, lavarse los dientes) nosotros les agobiamos para que terminen cuanto antes (“venga acaba ya que no llegamos” “vamos cariño que no llegamos” “por favor termina eso que hay que hacer lo otro”) , lo que estamos enseñándoles es a hacer las cosas rápido, no a hacerlas bien. Si les damos un poco de margen y les dejamos ir a su ritmo durante un tiempo, lo más probable es que sean ellos solos los que estén deseando pasar a otra cosa rápidamente una vez dominado el tema (incluso puede que hasta estén deseando mostrarnos lo bien y lo rápido que son capaces de meter los calcetines en la lavadora ellos solitos).

Puede que tarden más tiempo del previsto en hacer las cosas como a nosotros nos gustaría. Incluso puede que lo que a nosotros nos gustaría fuera que no quisieran hacer tantas cosas solos (con lo cómodo que era la teta y ahora se empeña en comer él solito sus cereales con cuchara!!)… pero la realidad es que a esta edad están deseando hacer las cosas por ellos mismos, que hay que permitírselo por su propio bien (excepto aquellas que sean peligrosas) y que no van a aprender más rápido por el hecho de achucharles, sino que van a tardar lo mismo (hagan la prueba).
Así que una buena estrategia es cambiar el “vamos, que hay prisa” por el elogio más sincero a sus esfuerzos .

Lo único que tenemos que hacer nosotros es ser lo más flexibles que podamos con nuestro propio tiempo y nuestros planes; y además tener siempre en cuenta que lo que importa es el proceso, no el resultado. ¿Por qué agobiarnos porque no vamos a llegar al parque porque el pequeño se va parando en todos los escaparates? ¿Acaso es tan importante llegar? Si al pequeño le gusta más mirar escaparates, será porque le parecen más divertidos que el parque (donde además mamá espera que socialice- es decir que comparta sus juguetes- con lo poco que le gusta!).

Y hablando de paseos ¡hay que ver lo que nos gusta a los padres recorrer las calles con el niño de mano a salto de mata! Con sus cortas piernecitas es imposible que un pequeño de dos años pueda llevar nuestra velocidad porque no solo es capaz de alcanzar nuestra zancada, es que se cansa el doble porque es como si hiciera el doble de recorrido (observemos cuántos pasos da un niño por cada paso de un adulto). De ahí que a mitad de recorrido el noventa por ciento de los niños menores de dos años pidan que les cojamos en brazos o (si tienen destreza con su lenguaje) que vayamos más despacio.. y aún les miramos extrañados.

En cuanto a las rutinas diarias y demás peticiones paternas (desde tomarse un zumo en la merienda hasta ir aprendiendo a recoger sus juguete, pasando por dejar lo que estaba haciendo para echarse la siesta) de lo que se trata, en líneas generales, es de reducir el número de pasos para llegar al objetivo, no pedirle al niño acciones muy complicadas (porque encontrará mil distracciones en el camino) y, por supuesto, armarnos de paciencia.

Respetar sus ritmos de aprendizaje

Las teorías que hablan de la estimulación temprana han hecho mucho bien a la sociedad y concretamente a aquellos niños de estratos sociales más desfavorecidos y que recibían una estimulación mínima. Gracias a ellas, padres, madres y profesionales nos concienciamos en su día de la importancia que tiene estimular a nuestros pequeños para que desarrollen todo su potencial. Pero desgraciadamente, la estimulación temprana se ha convertido en una moda mal entendida y que viene a ser, en parte, la culpable de que algunos niños anden tan estresados intentado memorizar tarjetas, visualizar películas educativas desde que son tiernos bebés, responder correctamente a determinadas preguntas y otras tantas actividades destinadas a estimular su inteligencia y que aplicadas todas a la vez y sistemáticamente no hacen más que saturar al niño con demasiada información que no siempre está preparado para digerir.

El error no está en estimular (que está muy bien ), sino en centrarse solamente en los logros, cuantos más mejor, cuanto más pequeños mejor y en el menor tiempo posible.

No hace falta que aprendan rápido. El nacimiento de la inteligencia es fascinante y presenciar cómo evolucionan el pensamiento y las emociones de un niño de un año es todo un lujo… pero esto es un milagro que sucede poco a poco, día a día, a base de muchos fracasos, perseverancia y por supuesto amor paterno.

La mejor estimulación es la que se adapta al niño y no al revés.. y no hay herramienta más adaptada al niño que el juego libre. Es decir que si lo que queremos es respetar sus ritmos de aprendizaje, no hay nada más fácil que dejar que sea el propio niño quien marque la pauta, el ritmo y el ámbito de sus intereses, en vez de imponerle siempre desde fuera nuestros criterios y tiempos con el fin de generar unos logros determinados (“voy a comprarle este juego de torres para que aprenda a calcular espacios” “estamos leyendo un cuento para aprender los colores” “vamos a poner esta canción para aprender a contar”).

Si tenemos paciencia y les dejamos hacer, observaremos cómo nuestros hijos descubren (casi sin ayuda) que hay otros “yoes” en el mundo además de él, que se pueden subir y bajar escaleras sin caerse, que los números van uno detrás del otro, que los colores tienen nombres diferentes, que lo que uno hizo ayer puede ser recordado hoy… y así hasta completar una larga lista de conocimientos y habilidades que se van adquiriendo entre el primer y el segundo cumpleaños con muy poquita ayuda por nuestra parte (basta con dejar a su alcance los juguetes y profundizar juntos en aquello que vemos que le interesa): sería una pena perdernos estos procesos (o bloquearlos con otros aprendizajes que corresponden a otras edades) por estar solo centrados en los logros o por querer que las cosas sucedan antes de tiempo.

Las emociones maduran despacio.

Los padres ayudamos a los niños a regular sus emociones desde el momento del nacimiento y uno de los errores más comunes y paradójicamente más adaptativos durante los primeros meses es que les tratamos como si fueran mayores de lo que son. Cuando un bebé balbucea (quizá sin una finalidad concreta) ahí hay un papá o una mamá atentos a interpretar un mensaje de lo más elaborado (“quiere que le acerques ese osito” “no, que va, lo que quiere es agua” “te equivocas, me ha parecido entender que llamaba al gato”). Por eso todos los bebés nos parecen listísimos (“¡qué espabilao está este niño!”), porque mezclamos su inteligencia real (que no es poca, ojo) con nuestras adultas atribuciones. Y por eso los bebés se van haciendo listísimos.. porque nuestras interpretaciones y reacciones van configurando su mundo, sus relaciones y sus emociones.
Pero curiosamente (¿quizá porque a lo largo de este año dejan de ser bebés regordetes para pasar a asemejarse más a niños hechos y derechos?), cuando llegan a esta edad cambiamos nuestras benévolas interpretaciones por otras más retorcidas (“si cedes estás perdido” “te está chantajeando” “no dejes que te gane la partida” “hay que educarle” ) y empezamos a exigir. Les exigimos un control de sus emociones más maduro, que no se encaprichen, que sepan lo que quieren, que no tengan berrinches y que muestren gestos tan elaborados como compartir, pensar en los demás, ser prudentes, contenidos…. Y encima lo queremos para ayer.

Nos olvidamos de que, sin querer, seguimos atribuyendo nuestras expectativas y creencias a nuestros hijos. Y esas expectativas y creencias pueden estar equivocadas: de hecho, lo están si pretendemos que un niño de un año y medio funcione como uno de diez.

A estas edades, la clave de una afectividad sana no está en el control temprano de las emociones sino en la comunicación familiar y el respeto mutuo. Por eso es importante recordar que siguen siendo bebés , y que nuestras demandas deberían ser hechas teniendo en cuenta su grado de desarrollo actual (no podemos pedirle que sepa cómo calmarse en un berrinche, por ejemplo, ni que decida en dos minutos si quiere fruta o yogur).

Descubrir el mundo junto a nuestros hijos, despreocupadamente y sin prisas, nos puede dar más satisfacciones de las que pensábamos. De hecho, nuestros hijos, con su ausencia de horarios y su genuina forma de actuar, pueden ser esa isla que todos los adultos buscamos, nuestro paraíso perdido.

Texto: http://atraviesaelespejo.blogspot.com/2008/06/su-ritmo-1-2-aos.html
Violeta Alcocer para Ser Padres Hoy (copyright)

miércoles, 23 de julio de 2008

Tu hijo es una buena persona


Cuando una esposa afirma que su marido es muy bueno, probablemente es un hombre cariñoso, trabajador, paciente, amable... En cambio, si una madre exclama "mi hijo es muy bueno", casi siempre quiere decir que se pasa el día durmiendo, o mejor que "no hace más que comer y dormir" (a un marido que se comportase así le llamaríamos holgazán). Los nuevos padres oirán docenas de veces (y pronto repetirán) el chiste fácil: "¡Qué monos son... cuando duermen!"


Y así los estantes de las librerías, las páginas de las revistas, las ondas de la radio, se llenan de "problemas de la infancia": problemas de sueño, problemas de alimentación, problemas de conducta, problemas en la escuela, problemas con los hermanos... Se diría que cualquier cosa que haga un niño cuando está despierto ha de ser un problema.


Nadie nos dice que nuestros hijos, incluso despiertos (sobre todo despiertos), son gente maravillosa; y corremos el riesgo de olvidarlo. Aún peor, con frecuencia llamamos "problemas", precisamente, a sus virtudes.


Tu hijo es generoso


Marta juega en la arena con su cubo verde, su pala roja y su caballito. Un niño un poco más pequeño se acerca vacilante, se sienta a su lado y, sin mediar palabra (no parece que sepa muchas) se apodera del caballito, momentáneamente desatendido. A los pocos minutos, Marta decide que en realidad el caballito es mucho más divertido que el cubo, y lo recupera de forma expeditiva. Ni corto ni perezoso, el otro niño se pone a jugar con el cubo y la pala. Marta le espía por el rabillo del ojo, y comienza a preguntarse si su decisión habrá sido la correcta. ¡El cubo parece ahora tan divertido!


Tal vez la mamá de Marta piense que su hija "no sabe compartir". Pero recuerde que el caballito y el cubo son las más preciadas posesiones de Marta, digamos como para usted el coche. Y unos minutos son para ella una eternidad. Imagine ahora que baja usted de su coche, y un desconocido, sin mediar palabra, sube y se lo lleva. ¿Cuántos segundos tardaría usted en empezar a gritar y a llamar a la policía? Nuestros hijos, no le quepa duda, son mucho más generosos con sus cosas que nosotros con las nuestras.


Tu hijo es desinteresado


Sergio acaba de mamar; no tiene frío, no tiene calor, no tiene sed, no le duele nada... pero sigue llorando. Y ahora, ¿qué más quiere?


La quiere a usted. No la quiere por la comida, ni por el calor, ni por el agua. La quiere por sí misma, como persona. ¿Preferiría acaso que su hijo la llamase sólo cuando necesitase algo, y luego "si te he visto no me acuerdo"? ¿Preferiría que su hijo la llamase sólo por interés?


El amor de un niño hacia sus padres es gratuito, incondicional, inquebrantable. No hace falta ganarlo, ni mantenerlo, ni merecerlo. No hay amor más puro. El doctor Bowlby, un eminente psiquiatra que estudió los problemas de los delincuentes juveniles y de los niños abandonados, observó que incluso los niños maltratados siguen queriendo a sus padres.


Un amor tan grande a veces nos asusta. Tememos involucrarnos. Nadie duda en acudir de inmediato cuando su hijo dice "hambre", "agua", "susto", "pupa"; pero a veces nos creemos en el derecho, incluso en la obligación, de hacer oídos sordos cuando sólo dice "mamá". Así, muchos niños se ven obligados a pedir cosas que no necesitan: infinitos vasos de agua, abrir la puerta, cerrar la puerta, bajar la persiana, subir la persiana, encender la luz, mirar debajo de la cama para comprobar que no hay ningún monstruo... Se ven obligados porque, si se limitan a decir la pura verdad: "papá, mamá, venid, os necesito", no vamos. ¿Quién le toma el pelo a quién?


Tu hijo es valiente


Está usted haciendo unas gestiones en el banco y entra un individuo con un pasamontañas y una pistola. "¡Silencio! ¡Al suelo! ¡Las manos en la nuca!" Y usted, sin rechistar, se tira al suelo y se pone las manos en la nuca. ¿Cree que un niño de tres años lo haría? Ninguna amenaza, ninguna violencia, pueden obligar a un niño a hacer lo que no quiere. Y mucho menos a dejar de llorar cuando está llorando. Todo lo contrario, a cada nuevo grito, a cada bofetón, el niño llorará más fuerte.


Miles de niños reciben cada año palizas y malos tratos en nuestro país. "Lloraba y lloraba, no había manera de hacerlo callar" es una explicación frecuente en estos casos. Es la consecuencia trágica e inesperada de un comportamiento normal: los niños no huyen cuando sus padres se enfadan, sino que se acercan más a ellos, les piden más brazos y más atención. Lo que hace que algunos padres se enfaden más todavía. Si que huyen los niños, en cambio, de un desconocido que les amenaza.


Los animales no se enfadan con sus hijos, ni les riñen. Todos los motivos para gritarles: sacar malas notas, no recoger la habitación, ensuciar las paredes, romper un cristal, decir mentiras... son exclusivos de nuestra especie, de nuestra civilización. Hace sólo 10.000 años había muy pocas posibilidades de reñir a los hijos. Por eso, en la naturaleza, los padres sólo gritan a sus hijos para advertirles de que hay un peligro. Y por eso la conducta instintiva e inmediata de los niños es correr hacia el padre o la madre que gritan, buscar refugio en sus brazos, con tanta mayor intensidad cuanto más enfadados están los progenitores.


Tu hijo sabe perdonar


Silvia ha tenido una rabieta impresionante. No se quería bañar. Luchaba, se revolvía, era imposible sacarle el jersey por la cabeza (¿por qué harán esos cuellos tan estrechos?). Finalmente, su madre la deja por imposible. Ya la bañaremos mañana, que mi marido vuelve antes a casa; a ver si entre los dos...


Tan pronto como desaparece la amenaza del baño, tras sorber los últimos mocos y dar unos hipidos en brazos de mamá, Silvia está como nueva. Salta, corre, ríe, parece incluso que se esfuerce por caer simpática. El cambio es tan brusco que coge por sorpresa a su madre, que todavía estará enfadada durante unas horas. "¿Será posible?" "Mírala, no le pasa nada, era todo cuento".


No, no era cuento. Silvia estaba mucho más enfadada que su madre; pero también sabe perdonar más rápidamente. Silvia no es rencorosa. Cuando Papá llegue a casa, ¿cuál de las dos se chivará? ("Mamá se ha estado portando mal..."). El perdón de los niños es amplio, profundo, inmediato, leal.


Tu hijo sabe ceder


Jordi duerme en la habitación que sus padres le han asignado, en la cama que sus padres le han comprado, con el pijama y las sábanas que sus padres han elegido. Se levanta cuando le llaman, se pone la ropa que le indican, desayuna lo que le dan (o no desayuna), se pone el abrigo, se deja abrochar y subir la capucha porque su madre tiene frío y se va al cole que sus padres han escogido, para llegar a la hora fijada por la dirección del centro. Una vez allí, escucha cuando le hablan, habla cuando le preguntan, sale al patio cuando le indican, dibuja cuando se lo ordenan, canta cuando hay que cantar. Cuando sea la hora (es decir, cuando la maestra le diga que ya es la hora) vendrán a recogerle, para comer algo que otros han comprado y cocinado, sentado en una silla que ya estaba allí antes de que él naciera.


Por el camino, al pasar ante el quiosco, pide un "Tontanchante", "la tontería que se engancha y es un poco repugnante", y que todos los de su clase tienen ya. "Vamos, Jordi, que tenemos prisa. ¿No ves que eso es una birria?" "¡Yo quiero un Totanchante, yo quiero, yo quiero...!" Ya tenemos crisis.


Mamá está confusa. Lo de menos son los 20 duros que cuesta la porquería ésta. Pero ya ha dicho que no. ¿No será malo dar marcha atrás? ¿Puede permitir que Jordi se salga con la suya? ¿No dicen todos los libros, todos los expertos, que es necesario mantener la disciplina, que los niños han de aprender a tolerar las frustraciones, que tenemos que ponerles límites para que no se sientan perdidos e infelices? Claro, claro, que no se salga siempre con la suya. Si le compra ese Tontachante, señora, su hijo comenzará una carrera criminal que le llevará al reformatorio, a la droga y al suicidio.


Seamos serios, por favor. Los niños viven en un mundo hecho por los adultos a la medida de los adultos. Pasamos el día y parte de la noche tomando decisiones por ellos, moldeando sus vidas, imponiéndoles nuestros criterios. Y a casi todo obedecen sin rechistar, con una sonrisa en los labios, sin ni siquiera plantearse si existen alternativas. Somos nosotros los que nos "salimos con la nuestra" cien veces al día, son ellos los que ceden. Tan acostumbrados estamos a su sumisión que nos sorprende, y a veces nos asusta, el más mínimo gesto de independencia. Salirse de vez en cuando con la suya no sólo no les va hacer ningún daño, sino que probablemente es una experiencia imprescindible para su desarrollo.


Tu hijo es sincero


¡Cómo nos gustaría tener un hijo mentiroso! Que nunca dijera en público "¿Por qué esa señora es calva?" o ¿Por qué ese señor es negro?" Que contestase "Sí" cuando le preguntamos si quiere irse a la cama, en vez de contestar "Sí" a nuestra retórica pregunta "¿Pero tú crees que se pueden dejar todos los juguetes tirados de esta manera?"


Pero no lo tenemos. A los niños pequeños les gusta decir la verdad. Cuesta años quitarles ese "feo vicio". Y, entre tanto, en este mundo de engaño y disimulo, es fácil confundir su sinceridad con desafío o tozudez.


Tu hijo es un buen hermano


Imagínese que su esposa llega un día a casa con un guapo mozo, más joven que usted, y le dice: "Mira, Manolo, este es Luis, mi segundo marido. A partir de ahora viviremos los tres juntos, y seremos muy felices. Espero que sabrás compartir con él tu ordenador y tu máquina de afeitar. Como en la cama de matrimonio no cabemos los tres, tú, que eres el mayor, tendrás ahora una habitación para ti sólito. Pero te seguiré queriendo igual". ¿No le parece que estaría "un poquito" celoso? Pues un niño depende de sus padres mucho más que un marido de su esposa, y por tanto la llegada de un competidor representa una amenaza mucho más grande. Amenaza que, aunque a veces abrazan tan fuerte a su hermanito que le dejan sin aire, hay que admitir que los niños se toman con notable ecuanimidad.


Tu hijo no tiene prejuicios


Observe a su hijo en el parque. ¿Alguna vez se ha negado a jugar con otro niño porque es negro, o chino, o gitano, o porque su ropa no es de marca o tiene un cochecito viejo y gastado? ¿Alguna vez le oyó decir "vienen en pateras y nos quitan los columpios a los españoles"? Tardaremos aún muchos años en enseñarles esas y otras lindezas.


Tu hijo es comprensivo


Conozco a una familia con varios hijos. El mayor sufre un retraso mental grave. No habla, no se mueve de su silla. Durante años, tuvo la desagradable costumbre de agarrar del pelo a todo aquél, niño o adulto, que se pusiera a su alcance, y estirar con fuerza. Era conmovedor ver a sus hermanitos, con apenas dos o tres años, quedar atrapados por el pelo, y sin gritar siquiera, con apenas un leve quejido, esperar pacientemente a que un adulto viniera a liberarlos. Una paciencia que no mostraban, ciertamente, con otros niños. Eran claramente capaces de entender que su hermano no era responsable de sus actos.


Si se fija, observará estas y muchas otras cualidades en sus hijos. Esfuércese en descubrirlas, anótelas si es preciso, coméntelas con otros familiares, recuérdeselas a su hijo dentro de unos años ("De pequeño eras tan madrugador, siempre te despertabas antes de las seis...") La educación no consiste en corregir vicios, sino en desarrollar virtudes. En potenciarlas con nuestro reconocimiento y con nuestro ejemplo.


La semilla del bien


Observando el comportamiento de niños de uno a tres años en una guardería, unos psicólogos pudieron comprobar que, cuando uno lloraba, los otros espontáneamente acudían a consolarle. Pero aquellos niños que habían sufrido palizas y malos tratos hacían todo lo contrario: reñían y golpeaban al que lloraba. A tan temprana edad, los niños maltratados se peleaban el doble que los otros, y agredían a otros niños sin motivo ni provocación aparente, una violencia gratuita que nunca se observaba en niños criados con cariño.


Oirá decir que la delincuencia juvenil o la violencia en las escuelas nacen de la "falta de disciplina", que se hubieran evitado con "una bofetada a tiempo". Eso son tonterías. El problema no es falta de disciplina, sino de cariño y atención, y no hay ningún tiempo "adecuado" para una bofetada. Ofrézcale a su hijo un abrazo a tiempo. Miles de ellos. Es lo que de verdad necesita.


Dr. Carlos González, pediatraExtractado de
Bésame mucho


Espero que os guste esta joyita.

un besito

Ruth

lunes, 21 de julio de 2008

El metodo canguro



La primera violación, lo peor que puede ocurrirle a cualquier recién nacido, es la separación de su madre, su hábitat normal.


CÓMO ACTUA EL CEREBRO SOBRE EL CUERPO:

Opciones comportamentales del recién nacido
El metabolismo basal de todos los animales está regulado por el cerebro arcaico, y se expresa por medio de una programación comportamental. Cada programa tiene su juego de hormonas, sus automatismos y se caracteriza por un comportamiento físico. El programa neurocomportamental de la reproducción de los mamíferos ha sido estudiado de manera extensa. Cada etapa de la gestación tiene su ambiente hormonal específico, y sus componentes específicas y somáticas.
En términos biológicos, el Homo sapiens es un mamífero. Lo que caracteriza a todos los mamíferos es que tienen mamas (del latín ‘mammae’) destinadas a la alimentación de las crías. Las investigaciones biológicas en numerosos mamíferos han demostrado que los procesos neurológicos que tienen lugar durante la gestación (el desarrollo embrionario) están ‘altamente conservados’, es decir, son casi idénticos en todas las especies (Christensson, 1995). Los mecanismos endocrinos fundamentales de la gestación, son también notablemente similares en todas las especies (Keverne y Kendrick, 1994). Hay modelos de comportamiento programados por el sistema límbico de nuestro cerebro. Desde el nacimiento, todos los mamíferos presentan una ‘secuencia comportamental definida’ (Rosenblatt, 1994), que lleva al arranque y al mantenimiento del comportamiento de la lactancia. Existen diferencias en estas secuencias, cada especie tiene la suya propia. Un descubrimiento fundamental y sorprendente ha sido constatar que lo determinante es el comportamiento de la cría recién nacida; que es su actividad la que induce una respuesta cuidadora de su madre (Rosenblatt, 1994). También se ha constatado que existe un periodo crítico, a saber, un periodo durante el cual es necesario que se produzcan ciertos hechos claves para un desarrollo óptimo; un periodo que ha sido bien descrito por la investigación en los mamíferos, y cuya importancia se reconoce ahora cada vez más también en el ser humano. Tras su iniciación a cargo del recién nacido, ‘la lactancia se establece por medio de una gama de estimulaciones complejas, mutuas entre la madre y la criatura’ (Kjellmer y Winberg, 1994). No obstante, en todas las especies, la lactancia es ‘un comportamiento especialmente frágil y transitorio’ (Alberts, 1994): cualquier intervención puede fácilmente perturbarla.
L@s biólog@s describen a los mamíferos como una especie que se desarrolla en una serie de hábitats (útero, contacto cuerpo a cuerpo con la madre, fratria, resto del mundo). El concepto básico es que, en cada uno de estos hábitats, el organismo en desarrollo está físicamente capacitado y neurobiológicamente programado para comportarse de manera que le permita satisfacer todas sus necesidades (Alberts, 1994); está dotado de las competencias requeridas, que se manifestarán espontáneamente en el hábitat para el cual está diseñado, y es este hábitat el que le proporcionará la satisfacción de sus necesidades. El hábitat determina así ‘el nivel de organización’ del cerebro, o sea, la capacidad de controlar correctamente el nivel de vigilia. El estudio con electroencefalogramas ha mostrado que la duración de un ciclo de sueño normal en una criatura recién nacida es de 60 a 90 minutos, y que la perturbación de estos ciclos produce stress y patologías. Pero en los bebés un ciclo normal de sueño no puede ser observado más que si está en su hábitat normal, a saber, si están en contacto cuerpo a cuerpo con su madre.
Estos factores neurocomportamentales tienen un objetivo específico: satisfacer las necesidades biológicas básicas del organismo. L@s biólog@s por lo general estiman que existen tres (calor, alimento y protección –la necesidad de oxígeno es tan evidente que no se menciona, aunque sea fundamental) y en cada hábitat, el organismo en desarrollo está físicamente capacitado y neurológicamente programado para comportarse de manera que sus necesidades se satisfagan. En términos más científicos, el organismo en desarrollo necesita de una temperatura adecuada, de una nutrición específica, y de una protección prodigada por diferentes medios.
Consecuencias de la separación madre-criatura
Cuando son arrancadas de su hábitat normal, las crías mamíferas tienen un comportamiento idéntico y pre-programado, que podemos llamar ‘respuesta de protesta- respuesta de angustia’ (Alberts, 1994), que fue descrita por vez primera en los bebés de los orfelinatos tras la Segunda Guerra Mundial; después fue estudiada en los monos, y después en muchos otros animales. La respuesta de protesta es una actividad intensa que tiene como objetivo permitir al bebé recuperar su hábitat; la respuesta de la desesperación es una respuesta de supervivencia ante la situación de privación: cursa con una bajada de la temperatura del cuerpo y del ritmo cardíaco, inducidas por un aumento masivo de las tasas de las hormonas de estrés. Llorar es nocivo para los recién nacidos; ello restaura la circulación fetal y aumenta el riesgo de hemorragia intraventricular y diversos otros problemas. La primera violación, lo peor que puede ocurrirle a cualquier recién nacido, es la separación de su madre, su hábitat normal. Esta ‘respuesta’ y su impacto han sido descritos en un extenso artículo de Allan Shore (2001)
La respuesta psicobiológica del bebé humano a los traumatismos se compone de dos esquemas de respuesta diferenciados: la hipervigilancia y la disociación (Perry et al)
En la hipervigilancia, el sistema nervioso simpático se activa fuertemente y de forma brusca, con un aumento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea, del tono y de la vigilancia; la angustia de la criatura se manifiesta con llanto y alaridos... este estado frenético de angustia, que Perry llama ‘miedo-pànico’, se conoce como una estimulación ergotrópica... con secreción de tasas excesivas de las principales hormonas del stress... que se producen en un estado hipermetabólico del cerebro.
La disociación es el estado de reacción subsiguiente a la respuesta al terror, con embotamiento y retraimiento; es un estado de conservación y de repliegue, una respuesta del parasimpático que sobreviene en situaciones en las que la persona no tiene ni ayuda ni esperanza, una respuesta utilizada a lo largo de la vida, por la cual el individuo se desconecta para ‘conservar su energía’, una conducta peligrosa de supervivencia en la que el individuo finge estar muerto; en este estado pasivo de profunda desconexión, la tasa de opiáceos endógenos es alta, lo que produce ausencia de dolor, inmovilidad e inhibición de gritos de angustia. El tono vagal aumenta considerablemente con una bajada de la tensión sanguínea y del ritmo cardíaco(...) en este estado, desde el cerebro de la criatura, tanto los componentes del sistema simpático que consumen energía, como los del sistema parasimpático economizador de energía se activan (...) (provocando) alteraciones bioquímicas caóticas, un estado de toxicidad neuroquímico para el cerebro de la criatura en pleno crecimiento. (Shore 2001).
Cuando la criatura recupera su hábitat normal (el cuerpo de su madre), se constata un rápido aumento de la temperatura y del ritmo cardíaco. “Las llamadas de angustia ligadas a la separación” han sido bien documentadas en las ratas (Alberts, 1994). Se ha constatado llamadas de angustia similares en los bebés humanos en cunas; estos bebés lloran hasta diez veces más que los bebés que están piel con piel con su madre (Michelson et al, 1996). Además, el llanto de los bebés que están piel con piel con su madre tiene una tonalidad completamente diferente, y se ha sugerido que podía tener el objetivo de lograr la ayuda de la madre para alcanzar el seno y mamar (Christensen et al, 1995).
Los estudios neurocomportamentales actuales muestran que esta reacción de protesta-angustia, que remite a estados asociados de hipervigilancia y disociación, puede modificar la estructura cerebral en el sentido de una menos buena adaptación, con consecuencias en el comportamiento futuro.
La separación induce cambios en la eficacia fundamental de los sistemas (McKenna, 1993). La separación precoz puede comportar modificaciones importantes en la fragilidad ante las patologías inducidas por el stress (Hofer, 1994). Los orígenes de muchas desviaciones comportamentales son desconocidos; ¿podrían algunas remontarse a las violaciones de nuestra programación innata? (Kjellmer y Winberg, 1994)
Paradigma occidental y paradigma original
Hace falta comprender el paradigma biológico original del cuidado del bebé, y por qué nuestro paradigma occidental ha llegado a ser lo que es.
Desde el punto de vista de la evolución, en el momento del nacimiento el Homo sapiens es extremadamente inmaduro. El volumen de su cerebro no es más que el 25% del volumen que tendrá en la edad adulta, contra el 45% de los chimpancés, y este porcentaje todavía es más alto en el resto de los mamíferos. Se estima que se trata de un compromiso, de una consecuencia del estrechamiento de la cavidad pélvica que tuvo lugar al adquirir la posición erecta; este estrechamiento hizo imposible el tránsito de un cráneo más voluminoso. El cerebro prosigue pues su crecimiento después del nacimiento. El Homo sapiens tuvo por tanto que desarrollar mecanismos para hacer frente a su inmadurez. No obstante, el nacimiento prematuro del pequeño ser humano no es una aventura peor que la de otras especies animales, siempre y cuando la criatura tenga su hábitat normal.
Algunos podrán pensar que el pequeño ser humano con su cortex cerebral desarrollado, no es comparable a otros animales. Sin embargo, habría que señalar que el cortex no remplaza las partes más primitivas del cerebro, sino que, de hecho, depende totalmente de ellas. La biología puede enseñarnos mucho sobre nuestra humanidad. El Homo sapiens ha sido un ‘cazador recolector tropical’ durante los últimos 3-6 millones de años. Los cambios comenzaron hace alrededor de 10.000 años con el comienzo de la agricultura, pero existen todavía pueblos de cazadores recolectores tropicales que han sido estudiados por antropólogos (Lozoff y Brittenham, 1979). Una cosa común a todos estos pueblos es el hecho de que los recién nacidos y los bebés siempre son llevados aúpas, que duermen pegados a su madre, que la alimentación es una respuesta inmediata a su llanto, que maman cada 1 ó 2 horas, y que la lactancia prosigue hasta los dos años. Durante los últimos 100 años, este modelo milenario (el cuidado atento y el ser llevado aúpas) se ha modificado y, en el nuevo modelo, se acuesta a la criatura aparte (se la separa) con toda tranquilidad; separada de su madre, se ignora su llanto; cada cuatro horas se acude para alimentarla (el padre o la madre va al nido), con una leche industrial (hecha a partir de la leche de otra especie), y muy pronto se introducen otros sustitutos.
Lozoff et al (1977) estiman que esta modificación altera el comienzo de la relación madre-criatura, Y que puede quedar alterada más allá de los límites de adaptabilidad del bebé.
Semmelweiss identificó las infecciones como causa de la mortalidad materna, y a finales del siglo XIX las infecciones eran una causa reconocida de mortalidad en los prematuros. En Francia, para proteger a los recién nacidos de las infecciones, Tarner y Budín desarrollaron y pusieron en práctica el poner a los bebés en unas incubadoras, con las paredes de cristal para que la madre pudiera ver a su bebé y participar en los cuidados. Un alemán llamado Cooney exportó este concepto a USA, pero excluyó a la madre –cuando su propia hija y los amigos de eéta no le estorbaban-. A medida que los cuidados de los bebés se fueron institucionalizando en los hospitales americanos, se fueron excluyendo cada vez más a las madres, como si fueran la causa de las infecciones en los bebés. Como las madres quedaban excluidas, la alimentación con leche industrial se convirtió en el medio práctico, y muy pronto en el medio esencial de alimentar a los bebés. Esta evolución social concluyó a finales de los años 50 (del siglo XX). Solo a comienzos de la década de los 60 se comenzaron a hacer estudios randomizados (=en muestras aleatorias) sobre los nuevos métodos. El uso de la incubadora y la alimentación con leche industrial no fueron nunca objeto de estos estudios.
El resultado es nuestro paradigma occidental, según el cual el recién nacido es por lo general contemplado como un ser totalmente impotente, y que tiene necesidad de ayuda para satisfacer sus necesidades. Cuando el bebé nace a término, se considera que la madre puede atender sus necesidades, tras una formación en puericultura; pero si el bebé es prematuro, el personal sanitario considera que debe quitarle a la madre el bebé para atender todas sus necesidades durante un largo período.

Nuestro estudio randimizado (=en muestras aleatorias), y sus implicaciones en la atención en neonatología
Nuestra cultura actual confía en las incubadoras, quizá porque desconoce sus efectos nefastos, y porque también ignora la existencia de otras alternativas.
El método canguro ha sido definido de diferentes formas, pero sus dos componentes principales son el contacto piel con piel y la lactancia. Desde el punto de vista biológico, y durante el inmediato post-parto, el contacto piel con piel representa el hábitat normal para el Homo sapiens, y la lactancia representa el ‘nicho’ (*), o el comportamiento pre-programado para este hábitat. El paradigma del método canguro se basa en que el bebé prematuro no es un bebé enfermo, sino que es la separación de la madre (del hábitat) lo que produce la enfermedad. Del mismo modo, privar a la criatura de su nicho normal (la lactancia y la leche materna como dos conceptos diferenciados) hará que el prematuro enferme. En el paradigma del Método Canguro, el hábitat original y el nicho son el punto de partida de la atención sanitaria, a los que se les añade toda la tecnología y todo el apoyo disponibles.
Todos los años mueren 5 millones de criaturas, y, en por lo menos la mitad de los casos, la prematuridad es o bien la causa directa o bien uno de los factores de la mortalidad. Recientemente el Método Canguro (definido como el tener a la criatura piel con piel y la lactancia) ha sido recomendado como un método posible para cuidar a los prematuros. Utilizar a la madre como alternativa a la incubadora desde el nacimiento se puso en práctica por primera vez en un hospital de una misión de Zimbabwe, y esta experiencia fue descrita por Bergman y Jurisoo (1994). La tasa de supervivencia de los bebés de muy poco peso al nacer, pasó del 10 al 50 %. Hasta ahora, este método se utilizaba generalmente sólo cuando el bebé estaba clínicamente estabilizado. No existía ningún estudio para evaluar su inocuidad o su eficacia en los prematuros desde el nacimiento. Nuestro estudio aleatorio fue conducido en los años 2000 y 2001, con el fin de evaluar la hipótesis de que la incubadora daba resultados menos buenos que el contacto piel con piel. Tenía el objetivo de confirmar que la única diferencia en las atenciones prodigadas a la criatura era su ‘hábitat’ (mismo tipo de reanimación, mismas perfusiones, misma alimentación y mismas observaciones). Todos los bebés piel con piel se estabilizaron en las primeras 6 horas, incluido el más pequeño de 1200 g., contra la mitad de los que habían sido puestos en la incubadora. Todos los bebés colocados en la incubadora tuvieron respuestas de protesta-angustia, con bajada de temperatura y del ritmo cardíaco, y respiración inestable. Este estudio no se había concebido para investigar resultados a largo plazo, y que yo sepa no existe ningún estudio de este tipo. No obstante, lo que se puede deducir de los estudios efectuados en mamíferos, está claro: los recién nacidos humanos separados de su madre tienen exactamente las mismas respuestas fisiológicas que los otros mamíferos, y todos los mamíferos que han sufrido tal separación muestran secuelas que pueden durar toda la vida. El Método Canguro se practica generalmente con recién nacidos estabilizados. Este estudio muestra que el contacto piel con piel iniciado inmediatamente después de nacer, en lugar de la incubadora, es seguro a la vez que eficaz para las criaturas nacidas con un peso entre 1200 y 2199 g. Ello permite recomendar la utilización del Método Canguro desde el nacimiento, en particular en los países en vías de desarrollo donde no hay incubadoras. Incluso en los países en los que hay incubadoras disponibles, como en Africa del Sur, el método canguro puede ser preferible.
La definición del método canguro en base a las necesidades fisiológicas fundamentales
El Método Canguro ha sido definido de diferentes formas, pero sus dos componentes esenciales son el contacto piel con piel y la lactancia. Desde el punto de vista biológico, el hábitat normal de la criatura Homo sapiens en el inmediato post-parto es el cuerpo de su madre, y la lactancia representa el ‘nicho’, el comportamiento pre-programado para ese hábitat.
El hábitat hace algo más que aportar las necesidades nutricionales. En el hábitat uterino, es evidente que la oxigenación se asegura por medio de la placenta y del cordón umbilical, que proporcionan también la nutrición; el útero garantiza igualmente el calor y la protección. Son las cuatro necesidades biológicas fundamentales. Las investigaciones efectuadas en los diez últimos años nos permiten afirmar que en el contacto piel con piel, su hábitat normal, es el recién nacido mismo quien atiende sus propias necesidades, y no la madre o el personal sanitario. La oxigenación de la criatura mejora en el contacto piel con piel, hasta el punto que se utiliza satisfactoriamente para tratar angustias respiratorias. Las criaturas que pasan de la incubadora al contacto piel con piel presentan un aumento de la temperatura, y su estabilidad se mejora notablemente. (Ludington-Hoe et al, 1996). La nutrición mejora gracias al respeto a la capacidad de la madre de dar de mamar, y al respeto a la capacidad de la criatura de nutrirse. Las criaturas nacidas a término, en un parto no medicalizado, a las que se las deja sobre el pecho de sus madres sin ser molestadas, tomarán el pecho espontáneamente en la hora que sigue al nacimiento, sin ninguna ayuda (Widstrom et al, 1987). El recién nacido ejerce una estimulación sobre la madre que induce el comportamiento maternal y la protección. La inmunidad de la criatura mejora de manera todavía perceptible al cabo de los 6 meses (Sloan et al, 1994). Otros efectos positivos del contacto piel con piel en la madre, son entre otros, una vinculación más fuerte a la criatura y una mejor curación de los problemas emocionales ligados al parto prematuro.
Las notables capacidades de la criatura recién nacida
Uno de los comportamientos esenciales para la supervivencia del pequeño mamífero es la lactancia. El recién nacido, incluido el humano recién nacido, no necesita más que estar en el lugar adecuado para poder mamar correctamente: apegado al pecho de su madre. Cuando mama, el recién nacido respira mejor, se alimenta mejor y está protegido. La lactancia satisface todas las necesidades fundamentales de la pequeña criatura de la manera óptima.
Durante las 10 ó 14 primeras semanas de gestación, el crecimiento del cerebro está determinado genéticamente. A continuación, este crecimiento es un proceso activo, con crecimiento de los axones y de las dendritas. Cada neurona crea miles de sinapsis que se desarrollan en todas las dimensiones, y este desarrollo se estimula por las sensaciones y las experiencias. El feto tiene el sentido del gusto y el sentido del olfato muy desarrollados. Un recién nacido puede distinguir el olor de la leche de su madre del olor de la leche de otra mujer, en base a la memoria adquirida durante la vida intrauterina. Al nacer, utiliza su olfato para dirigirse hacia el pezón.
A las 30 semanas de gestación, el feto puede reconocer la voz de su madre entre las voces de otras mujeres, partiendo de algunas palabras grabadas en un magnetofón. Puede distinguir la lengua materna entre diferentes lenguas, partiendo de una simple palabra o de un simple fonema. El sentido del tacto y las sensaciones kinestésicas también están muy desarrolladas. Después del nacimiento, la criatura busca activamente tener la mayor superficie posible de su cuerpo en contacto con la piel de su madre. (Widstrom et al, 1987). Las estimulaciones táctiles facilitan la transmisión de las informaciones afectivas de la criatura hacia la madre, y ello determina el desarrollo de los esquemas cerebrales. El lenguaje de la madre y de la criatura está constituido por señales que ambas emiten bajo la influencia del sistema nervioso automático. Esta es la base de un desarrollo sano de la criatura. Al nacer, sus percepciones sensoriales no tienen ningún ‘filtro’; experimenta todas las sensaciones de forma máxima. A medida que se desarrolla, aprende a ‘moderar’ las percepciones sensoriales.
Al nacer, el bebé humano dispone de más sinapsis en su cerebro que en ningún otro momento de su vida. Su desarrollo es un proceso que consiste en suprimir ciertas sinapsis y desarrollar otras para crear los ‘caminos’ neurales. Estos últimos pueden ser buenos o malos, en función de las sensaciones y experiencias vividas por el recién nacido. Los prematuros y los recién nacidos tienen un sistema nervioso que no tiene capacidad de temperar los estímulos sensoriales. La sobre-estimulación de cualquiera de sus sentidos será vivida de forma dolorosa por el recién nacido. Las hormonas del stress aumentan la percepción del dolor. El resultado es similar al efecto de la picadura del escorpión parabuthus* (* = En el original: Le résultat est similaire au scorpionisme par le parabuthus, creo que está mal traducido al francés; creo que el dolor intenso de la picadura del parabuthus se debe a que activa las hormonas del stress; de ahí la comparación.- Nota de la traducción), un envenenamiento potencialmente mortal.
Las complicaciones que suceden durante el nacimiento afectan a la personalidad, a la capacidad relacional, a la autoestima, y a los esquemas de comportamiento a lo largo de toda la vida (Shore, 2001). Si a ello se le añade el rechazo de la madre y la ausencia de vinculación, podemos constatar una fuerte correlación con un comportamiento criminal y violento. La creación de nidos en los hospitales y el aumento de la frecuencia de las separaciones precoces de la madre son correlativas a los problemas de vinculación afectiva, al abandono de la madre, y al aumento de comportamientos adictivos (necesidades orales del bebé no satisfechas).
Aunque en el plano biológico se afirma que el recién nacido es extremadamente inmaduro, es un error deducir que su incapacidad es total. Esta inmadurez es relativa; es inmaduro en relación a nosotros y a nuestro hábitat, porque es un hábitat que requiere unas capacidades que el que recién nacido tiene todavía que adquirir. Pero ‘nuestro’ hábitat de adultos no es el hábitat del recién nacido. Cuando está en el hábitat diseñado para él , el humano recién nacido demuestra tener unas notables capacidades. La relación hábitat-nicho descrita por Albert y otros biólogos, subraya el hecho de que el organismo en desarrollo está totalmente equipado por circuitos neurológicos que dirigen los comportamientos que permiten que sus necesidades fundamentales sean satisfechas. Estas necesidades se satisfacen cuando el hábitat está adaptado, y el concepto de ‘nicho’ define el modo en el que el organismo hace uso de los recursos de su hábitat gracias a sus propias capacidades.
Los comportamientos de auto-vinculación (que llevan a tomar el pecho por primera vez), descritos por Widstrom (1987) y Righard (1990), son ahora bien conocidos. En términos biológicos, este comportamiento se llama ‘iniciación’, y es un neurocomportamiento innato, diferente del comportamiento de mantenimiento de la lactancia. Este comportamiento interviene en un ‘periodo crítico’, un momento único durante el cual debe producirse un hecho determinado para que pueda desarrollarse plenamente, y este periodo es de vital importancia para el desarrollo óptimo del organismo.
Es estado de organización y de separación
Es especialmente importante tener en cuenta que la tetada que nosotros observamos y que calificamos como ‘lactancia’, no es más que la manifestación física de un neurocomportamiento innato y global, que no es perceptible más que durante un corto periodo. Desde el punto de vista biológico, la lactancia es la totalidad de un ‘programa nutricional’, y su éxito depende de que la criatura se encuentre en el hábitat adaptado. Además este programa nutricional necesita la estancia constante e ininterrumpida de la criatura en el hábitat previsto para él por la naturaleza: el cuerpo de la madre. Se expresa por medio de hormonas específicas y por respuestas del sistema nervioso autónomo, que se producen noche y día. El comportamiento observado entre las tetadas forma parte también del programa nutricional. Esto puede también describirse como un ‘estado de organización’, y el programa NIDCAP (Newborn individualised developmental care and assessment programme = programa neonatal individualizado de cuidados y de evaluación del desarrollo) nos ha enseñado muchas cosas sobre el tema, aunque en un contexto tecnológico.
El estado de organización depende del nivel de vigilia del organismo, que para el bebé va desde el sueño profundo hasta el llanto agudo, pasando por diferentes estados de vigilia. Para su bienestar, el recién nacido tiene necesidad absoluta de la presencia de ‘ciclos’ adecuados, con periodos de sueño no muy profundo y con otros periodos de vigilia para las tetadas, evitando tanto como sea posible el llanto y el stress. Este tipo de ciclos óptimo sólo se observa en los bebés que están apegados a su madre, y especialmente cuando el contacto piel con piel es máximo.
Restaurar el paradigma original
Estas constataciones nos deben llevar a plantearnos un nuevo paradigma. La única necesidad de la criatura nacida a término es estar en su hábitat natural, a saber, la madre; no la madre como proveedora de cuidados, sino la madre como proveedora de contacto piel con piel. La criatura nacida a término es razonablemente fuerte, la prematura es frágil. La necesidad que tiene la prematura de su hábitat natural es todavía más importante que la de la criatura nacida a término. Nuestro paradigma actual contempla la incubadora como el hábitat normal de la criatura prematura, y el biberón como el medio normal de alimentarse; hemos definido unas normas para el ritmo cardíaco y la temperatura que son las adaptadas a la incubadora. Nuestros ‘valores normales’ se tendrían que volver a definir.
En nuestros servicios médicos, deberíamos reconocer el lugar central de la madre en tanto el hábitat que la criatura necesita de forma absoluta y desesperada. Tenemos que tener en cuenta las capacidades de la criatura recién nacida para satisfacer por sí misma sus necesidades. Tenemos que repensar nuestros servicios hospitalarios y revisar nuestras prácticas, con el fin de asegurar que la madre recibe el apoyo necesario para que pueda ofrecer a la criatura el hábitat normal, y ayudar a la criatura prematura a satisfacer sus necesidades. Esto implica reconocer que las capacidades neurológicas de desarrollo (‘neurodeveloppementales’) no están necesariamente unidas a un estado de desarrollo físico de la criatura. La criatura prematura dispone del mismo programa neurológico de desarrollo (‘neurodeveloppementale’) que las criaturas nacidas a término; a causa de su inmadurez física, tiene simplemente necesidad de ayuda. Esta ayuda debe serle aportada, pero sin quitarle su hábitat natural y sin violar su programación innata.
El paradigma del Método Canguro se basa en el hecho de que el nacimiento prematuro no es una enfermedad, y que lo que convierte al bebé prematuro en un bebé enfermo es la separación de su hábitat natural (la madre). Como también lo hará la supresión del acceso al nicho (el acceso al pecho, a la lactancia y a la alimentación con leche materna, contemplados como conceptos diferenciados). En el paradigma del Método Canguro, el respeto al hábitat y al nicho naturales es la base de toda la atención, a los cuales se le añadirán el apoyo y la tecnología disponibles.
El Método Canguro respeta el paradigma original para el cuidado de las criaturas:
El contacto piel con piel con la madre es el hábitat requerido por la pequeña criatura humana, un derecho fundamental del recién nacido.
La lactancia exclusiva es esencial para su salud física, neurológica y mental, y tiene un impacto para toda su vida.
Prodigar el apoyo que permita A TODAS las criaturas recién nacidas permanecer apegadas a su madre, debería ser la prioridad universal de la salud pública.
Ayudar a una criatura prematura a mamar correctamente
Lo que aquí se ha descrito es muy diferente de las prácticas actualmente en vigor de alta tecnología, en las cuales la separación madre-criatura se acepta como algo normal y necesario. En nuestra cultura occidental, el bebé es considerado un ser totalmente impotente, y que requiere ayuda para todas sus necesidades. Si la criatura nace a término, se considera que la madre es la persona que puede atender sus necesidades. Si la criatura es prematura, el personal sanitario estima que debe quitarle la criatura a la madre para atender a sus necesidades. Los argumentos que presento aquí demuestran que esto es erróneo. La única necesidad de la criatura nacida a término es dejarla en su hábitat adecuado, que no es la madre en tanto que persona que asegura unos cuidados, sino la madre en tanto que persona que provee el contacto piel con piel.
A la vista de los conocimientos actuales sobre el comportamiento de las criaturas recién nacidas (lactancia, reacción de protesta-angustia), y en la medida en que la lactancia y el contacto piel con piel compensan la inmadurez del bebé, es completamente lógico pensar que el contacto piel con piel es todavía más necesario en las criaturas prematuras (de hecho, la piel con piel es superior a la incubadora). Si se priva a la criatura de este contacto, la privación inducirá una ‘respuesta-angustia’, con una tasa de glucocorticoides 10 veces más elevada que la normal (Modi, 1998). Tales tasas son tóxicas para los prematuros, y tienen también un efecto inhibidor sobre el tracto digestivo. Se produce secreción de somatostatina, que tiene un importante efecto inihibidor sobre todos los aspectos del funcionamiento del tracto digestivo, con bajada de todas las hormonas benéficas para el tracto digestivo, así como de las hormonas de crecimiento. Los mamíferos nacen con un solo objetivo: ser amamantados al pecho o a la teta. ¡Una criatura recién nacida es un ser totalmente desarrollado y muy competente!
¡El cerebro fetal es consciente!
La criatura recién nacida está programada para mamar del pecho:
Entre la semana 16 y la 20, el feto sabe tragar;
Entre la semana 26 y 28, tiene movimientos de succión;
A partir de las 36 semanas de gestación, es capaz de mamar del pecho.

Escala de Persson (Wahlberg, 1991) para dar de mamar a un prematuro
Etapa 1: el contacto piel con piel, que debería ser ininterrumpido desde el nacimiento.
Etapa 2: tomarse el tiempo; es el bebé quien establece su ritmo.
Etapa 3: estado de organización; esperar y observar si se despierta
Etapa 4: el olfato; automáticamente solicitado si el bebé está en contacto con el pecho
Etapa 5: el gusto; un prematuro necesita un poco más de tiempo para conseguirlo
Etapa 6: tomar el pecho; para un bebé muy prematuro puede resultar difícil mantener la boca en el pezón
Etapa 7: la tetada: mamar necesita muy poco esfuerzo, una vez que se mantiene la boca en el pezón
Una vez adquirida la tetada nutritiva, es necesario asegurarse que la criatura puede acceder al pecho cada vez que está despierta, y entonces la lactancia ya ha quedado establecida.
Mamar del pecho y tomar un biberón pueden parecer cosas similares, pero de hecho es MUY diferente. Tomar el biberón para un prematuro es stresante.
Los bebés prematuros pueden alimentarse al pecho, incluso desde la 26ª semana de gestación, si bien necesitan ayuda. La práctica de la lactancia cuando la criatura no ha sido nunca separada de la madre, difiere mucho de la que consideramos ‘normal’ en nuestra cultura occidental. De entrada, esta práctica está totalmente determinada por la criatura, y no por la madre, y cada criatura es única. Un bebé que puede escoger por sí mismo con qué frecuencia toma el pecho desde el principio, va a poner en marcha una ‘rutina’ de lactancia; tomará el pecho cada hora, cada dos horas o cada más, tragará toda la leche que salga tras un solo reflejo de eyección, lo cual es muy conveniente para la débil capacidad de su estómago, y le aportará lo que necesite de calorías y nutrientes para una o dos horas como máximo, y será capaz de gestionar de manera eficaz su estado cíclico de organización. Esta es la práctica de lactancia constatada en casi todas las culturas no occidentales.
En conclusión
La lactancia es una estrategia crucial de supervivencia para el humano recién nacido; es un comportamiento que depende enteramente de una programación cerebral límbica, que depende a su vez del hecho de que la criatura se encuentre en su hábitat normal: apegada al cuerpo de su madre. Cualquier separación tiene como consecuencia un programa neurológico de desarrollo (‘neurodeveloppementale’) diferente del programa normal, potencialmente nefasto.
En consecuencia, el contacto con el cuerpo de la madre es específicamente necesario a partir del momento del nacimiento, y debería ser continuado.

Nils Bergman (Africa del Sur) hizo sus estudios de medicina en Africa del Sur. Realizó un doctorado en Salud Pública. Es director de la Maternidad del Hospital de Mowbray (Africa del Sur) y desde hace años estudia la lactancia y el método canguro para llevar al bebé.
Sextas Jornadas Internacionales sobre Lactancia, Paris, marzo 2005
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(*) En biología el ‘nicho’ de un animal, es el papel o la función que desempeña en su hábitat . (Nota de traducción)

miércoles, 16 de julio de 2008

Criar con el corazón



Criar con el Corazón: "La empatía hacia los niños"
Escrito por:


Alejandra Viti (compañera y amiga)


El colectivo “Criar con el Corazón” es una asociación que intenta transmitir algunos valores a los padres para la crianza de sus hijos, como son el apego, el respeto y la empatía con los pequeños. “Para crear un mundo sin violencia debemos criar niños sin violencia con respeto hacia sus emociones y necesidades”, esa es la máxima que los componentes de esta asociación promueven entre las familias.
“La empatía hacia los niños”Muchas veces nos encontramos con gente que fácilmente demuestra una conducta empática hacia los adultos, pero no así hacia los niños, ni siquiera cuando estos niños son sus propios hijos. El interrogante es: ¿Qué lleva a una persona a no poder expresar o sentir empatía por los niños?
Empecemos definiendo empatía. Según la RAE empatía es la “Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro”. En un avance de su vigésima tercera edición agrega que es la “Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”.
¿Cómo podemos entonces responder a la pregunta de porqué la empatía hacia los niños parece tan difícil de alcanzar para algunos?
Como primer punto podemos citar la incapacidad de recordar la “verdadera” infancia. O sea, el no poder entrar en contacto con aquellos sentimientos vividos en la niñez. Muchas veces nuestra memoria se nubla y sólo accedemos a aquello que pudo ser mejor, los buenos momentos, etc. Y ponemos (inconscientemente) como mecanismo de defensa una barrera a todo aquello que nos puede causar dolor. El gran problema es que en el proceso muchas veces dañamos a aquellos que más nos necesitan, nuestros hijos. En su libro “El saber proscrito”, Alice Miller nos descubre la raíz de muchos de nuestros males en la infancia y, en concreto, en las enseñanzas que recibimos a tan temprana edad. Entre otras cosas nos dice que: “La mayoría de los padres se hallan desde su infancia en una especie de jaula emocional, y sólo esperan poder dar rienda suelta por fin a su vieja rabia inconscientemente acumulada. La única puerta que conduce fuera de esa jaula son los hijos, pues éstos son las únicas personas a las que -bajo el pretexto de la educación- pueden pegar, insultar y humillar como sus padres lo hicieron con ellos en su día”, y sigue “Si una madre se hallara en condiciones de sentir el daño que hace a su hijo, descubriría que a ella también le hicieron daño y podría liberarse de sus impulsos de repetir la historia”.
También vemos que el “qué dirán” influye en la conducta de algunos padres hacia sus hijos. Muchas veces ante una situación crítica (berrinche, llanto, etc.) sobre todo en lugares públicos, no está bien visto consolar y “bajar” al nivel del niño sino que se espera que se lo “ponga en su sitio”. Eso puede deberse (y esto es mi opinión personal) a una baja autoestima, falta de seguridad en las propias capacidades. Muchas veces el padre o la madre quedan en una posición vulnerable a la mirada del otro, entonces actúa como se le enseñó, con violencia ya sea física (azotes, cachete) como psicológica (gritos, humillación, etc.). Y cuando no es en público, esa “mirada del otro” también está, puede ser la mirada de una madre o padre autoritario. Por ejemplo, personas que han escuchado toda su vida “No sabes hacer nada bien”, ante una crisis de sus hijos se ven desbordados y ponen orden, de la única forma que conocen, que lamentablemente no es la mejor.
Luego está el tema de aprender a “tolerar la frustración” que tanto escuchamos, como si hubiera que ir enseñando desde bien pequeños a nuestros niños que la vida es dura. Y en este tema no se tiene en cuenta la variedad de circunstancias por las que el niño atravesará naturalmente y que le enseñarán a manejarse dentro de ciertos parámetros. O sea, para algunos padres no basta con esto sino que hay que forzar ciertas situaciones en función de que no se (mal) acostumbren a que todo es como lo quieren (cuando eso está muy lejos de ser cierto).
Incluso hay estudios que demuestran que: “La falta de cuidados maternales tempranos es la causa de que la región que ocupa el córtex orbitofrontal ( la región cerebral situada detrás de los ojos que permite al individuo reflexionar sobre sus propias emociones y empatizar con los sentimientos de otros individuos) sea diminuta , desembocando en una pobre autoestima y en una tan baja capacidad para empatizar, que el bebé crece literalmente incapaz de sentirse culpable por lastimar a los demás”
El psiquiatra y psicoanalista inglés John Bowlby en la conferencia “El cuidado de los niños” (1880), dice que una madre con una sensibilidad corriente se adapta rápidamente a los ritmos naturales de su hijo y al prestar atención a los detalles de la conducta del bebé va descubriendo lo que a éste lo satisface. Al hacerlo, dice Bowlby, no sólo lo contenta, sino que también obtiene su cooperación. Esta descripción de Bowlby se refiere a períodos iniciales del bebé, preverbales. Para el autor, si bien en ese período es rudimentaria la capacidad de adaptación del bebé, si se le permite crecer a su propio ritmo, pronto su conducta mostrará los resultados de la actitud de los cuidadores. Bowlby cita a M. Ainsworth y colegas, que han observado que aquellos niños cuyas madres respondieron sensiblemente a sus señales durante el primer año de vida, lloran menos que los bebés de madres menos sensibles, y se muestran más dispuestos a aceptar los deseos de los padres.
No es difícil reconocer la noción de empatía detrás de estos conceptos. Una madre que “se adapta a los ritmos naturales del bebé” y una madre que “responde sensiblemente a las señales de su hijo” son madres empáticas. La empatía materna influye en el desarrollo del niño, estimulando, su cooperación. Como conclusión de estas ideas sobre el cuidado materno Bowlby afirma: “...los bebés humanos, al igual que los de otras especies, están preparados para desarrollarse de manera socialmente cooperativa; que lo hagan o no, depende en gran medida de cómo son tratados”. Para el autor, inicialmente existiría en el bebé una predisposición a desarrollarse cooperativamente. Que esto sea así estará en función del trato paterno. Padres empáticos favorecerán el desarrollo de hijos cooperativos. La ausencia crónica de empatía estimulará la hostilidad y el conflicto.
Para Bowlby, existiría en los padres una “disposición a brindar cuidados”, que los inclinaría hacia la atención del bebé. Para este psicoanalista, la conducta de crianza -así como la de apego- se encuentra en cierto modo preprogramada, o sea preparada para desarrollarse, en tanto las condiciones lo permitan. Esto no significa hablar de un instinto parental. Existe una preprogramación, una “tendencia a”, que requiere de las experiencias para desarrollarse y organizarse. Si el curso de los acontecimientos es normal, el progenitor experimenta deseos de cuidado: abrazar al niño, consolarlo, protegerlo, alimentarlo. Esta disposición puede verse interferida por las experiencias infantiles de los padres. Los malos tratos o frustraciones sufridas cuando niño predisponen a brindar un maltrato al hijo o a alterar la conducta de cuidados.
Podríamos concluir, entonces, que hay una predisposición de los padres a sentir empatía hacia sus hijos, pero que son las experiencias en los primeros años de vida las que van a consolidar esa tendencia. Una crianza cariñosa, apegada y, sobre todo, respetuosa hacia las necesidades del niño es lo que favorece, en un futuro, al desarrollo de una personalidad cooperativa y empática. Por el contrario, un modelo paterno hostil generará en el niño frustración y dispondrán al futuro adulto a repetir el modelo.
Gracias Ale por este artículo.
Ruth

martes, 15 de julio de 2008

El sueño infantil: resumen

Resumen extraido del libro " Dormir sin Lágrimas" de Rosa Jové y del taller sobre sueño que impartió en Granada en Abril.

La mayoria de los padres piensan que sus hijos tienen problemas de sueño porque se tienen despertares frecuentes o no duermen cuando ellos creen que deberian hacerlo. Pero en realidad tales problemas no existen, el sueño es un proceso evolutivo que se adapta a las necesidades de cada etapa de la vida, como veremos más adelante. Cada niño tiene su horario y no hay que compararlo con otros niños, el problema está en las falsas expectativas que se crean los padres y en que normalmente hay una falta de sincronia entre le horario laboral o social de los padres y el horario de sueño del niño.
Fases del sueño
Fase 1 :Cuando empezamos a dormir, es un sueño muy ligero, tanto que si en ese momento nos hablan contestamos e incluso diremos que no estabams durmiendo.
Fase 2: El sueño es algo más profundo. Si nos hablan probablemente no atendamos a la primera.
Fases 3 y 4: " Sueño profundo ". La mente está profundamente dormida, para despertarnos hace falta un ruido fuerte, un codazo.... . En esta fase es cuando se descansa de las actividades diarias. Los niños tienen más sueño profundo por que suelen ser más activos. Los ancianos no tienen por que tienen poca actividad y normalmente presentan problemas cardiacos y el no tener sueño profundo es un mecanismo de supervivencia. El sueño profundo suele darse en las primeras horas de la noche por si acaso dormimos pocas horas que al menos estemos descansados.
Fase REM: Es la fase en que soñamos. El cuerpo está relajado pero la mente está muy activa. Normalmente no recordamos los sueños a no ser que estemos a punto de despertar. ESta fase sirve para reorganizar los aprendizajes del dia y las emociones, por eso los niños pequeños tienen mucha fase REM, mientras que los ancianos tienen muy poca. Entre estas fases todos tenemos múltiples despertares ya que esto es crucial para la supervivencia ( Geneticamnete somos iguales que nuestros antepasados prehistoricos que vivian en cuevas, imaginaos lo peligroso que era estar desconectados 8 horas seguidas ). Normalmente los adultos no nos damos cuenta de estos despertares pero los se quedan despiertos por que se sienten inseguros, no saben que esto es normal y tienen miedo, necesitan que les tranquilicemos y les ayudemos a dormirse de nuevo.
Evolución del sueño infantil
Sueño del bebé de 0 a 3 meses
*Tienen solo fase REM ( en mucho mayor % que el adulto ) y un sueño intermedio entre las fases 2 y 3. Esto es asi porque en la fase Rem es en la que se integran los aprendizajes y las emociones y los bebes estan aprendiendo continuamente .
*No diferencian el dia de la noche porque sus sueño no se diferencia casi del sueño que tenia en el vientre materno. Aun no a adquirido todas las fases del sueño del adulto
*El sueño se reparte en varias veces a lo largo del dia y de la noche. Esto es asi por varios motivos:
-Necesitan comer frecuentemente ya que crecen muy rápido y asi evitan hipoglucemias. Además necesitan mamar muchas horas al dia no solo para alimentarse sino tb para relajarse y relacionarse con el entorno y conocer sensaciones
-Tienen que mantener la alerta de un cuidador ya que no se diferencian tanto de los bebes de hace miles de años que sobrevivian más si sabian mantener alerta a sus padres
-Nacen muy inmaduros e incapaces de valerse por si mismos por lo que necesitan atencion constante para sobrevivir.
Bebés de 4 a 7 meses
Ya diferencian el dia de la noche y, aunque cada niño tiene su ritmo, suelen hacer un par de siestas por el dia y dormir un poco más de noche. Duermen unas 10-15 horas diarias
Van adquiriendo las fases de sueño del adulto por lo que ya pueden hacer ciclos más largos que los bebés de 0 a 3 meses que solo tenian 2 fases.
Ya no necesitan mantener la alerta constante de sus padres, solo se mantendran alerta cuando se sientan solos o entre extraños
Bebes de 8 meses a 2 años
Esta es una etapa de grandes cambios ya que se empieza a introducir la AC, empiezan a desplazarse y a relacionarse con el entorno, empiezan a salir los dientes, sufren las llamadas crisis de angustia de separacion, en torno a los 2 años empieza el control de esfinteres…. . Por eso su sueño se dice que es temido e inquieto:
Temido: Por que se dan cuenta de que hay un periodo de tiempo en el que se separan de sus padres y no controlan qué pasa. Por eso intentan retrasar el momento de irse a dormir o se suelen quedar dormidos haciendo actividades que les distraigan de esa idea como ver la tele, jugando. Necesitan que les acompañemos, que les relajemos antes de irse a dormir, cantandoles, acunandoles…..
Inquieto: Estan más nerviosos debido a todos los cambios que hemos mencionado antes y además solemos regañarles más en esta época:. Por eso el sueño Rem es más inquieto ya que aquí se asimilan los aprendizajes pero tambien pueden provocar pesadillas y otros trastornos.
De 3 a 6 años

Normalmente a estas edades se suelen eliminar espontaneamente la siestas, ya que tienen más actividad diurna. Necesitan menos horas de sueño pero duermen más horas por la noche. Duermen unas 10-12 h diarias Siguen necesitando sentirse acompañados. En esta etapa el sueño es ya bastante parecido al de los adultos.
Como veis el sueño va evolucionando a lo largo de la vida y en cada momento se adapta a nuestras necesidades. Por eso el sueño de un bebé es distinto al de un adulto y el de este distinto al de un anciano. Nacemos sabiendo dormir y no necesitamos que nos enseñen ya que el sueño es algo natural y fisiologico y todo niño sano dormirá “ correctamente “ algún día.

Metodos de Adiestramiento:
Aunque en españa el más conocido es el llamado “ Método Estivill” explicado en su libro “ Duermete niño”, a lo largo de los últimos 50 años diversos autores se han atribuido la invención de´métodos para enseñar a dormir a los niños, dejándolos llorar según una tabla de tiempos.
¿ Cómo funcionan estos métodos ?
En primer lugar sembrando el pánico entre los padres. Se les crean falsas expectativas en cuanto a los horarios de sueño de sus hijos y se hace de lo normal un problema. Se hace creer a los padres que sus hijos tienen un problema que si no se soluciona les acarreará graves trastornos en el futuro.
¿ Qué ocurre cuando se aplican estos métodos ?
Cuando dejamos a un niño solo en su habitación, sobre todo si es un bebé, se asusta, sus padres no están cerca y no sabe qué va a pasar. Ante esta situación de stress el cerebro responde liberando las hormonas del stress por excelencia que son la adrenalina y el cortisol. Estas hormonas impactan sobre areas del cerebro que rigen las emociones a lo largo de nuestra vida y el lenguaje. Como consecuencia los niños que no son atendidos lloran hasta que estas areas se colapsan . Com el cuerpo no podria aguantar durante mucho tiempo esta situación, para contrarrestar se liberan una serie de sustancias ( endorfinas, serotonina, opiaceos ) que provocan una bajada del stress ( recibe un chute de tranquilizantes naturales ).
Además cuando hay niveles altos de cortisol y de serotonina se produce el vómito involuntario, es falso que los niños se provoquen el vómito para llamar nuestra atención.
Por lo tanto si tenemos en cuenta que para el niño la hora de dormir habia llegado y probablemente haya pasado, que lleva llorando mucho rato y está agotado y además acaba de recibir un “chute” de opiaceos, es normal que caiga rendido y se duerma, pero no porque haya aprendido nada, simplemente está autodrogado.
Esta es la base de los métodos conductistas, provocar un shock neuroemocional en el niño y precisamente por eso funcionan mejor cuanto más pequeño es el niño.
¿ qué secuelas quedan a corto y largo plazo ?
El niño aprende que nadie le va a hacer caso, que sus necesidades no merecen ser atendidas y por eso dejan de llorar, pero no porque no necesiten a sus padres.
El hecho de colapsar repetidamente la amigdala puede provocar niveles anormales de serotonina y esto se relaciona con depresión, violencia, baja autoestima, ansiedad, sindrome de estrés postraumatico..
Además los niveles altos y mantenidos de cortisol pueden ser toxicos para el cerebro llegando incluso a provocar pérdida neuronal..
Por otra parte estos niños aprenden a dormirse con un chute de opiaceos y serótonina y seguiran necesitando esta dosis par dormir. Suelen ser niños que necesitan estresarse para provocar el subidon de adrenalina y el posterior subidon de serotonina y opiaceos. Asocian dormir con estrés mientras que un niño acunado, atendido, asocia dormir con relax y a la larga sabrá dormir solo.
Qué podemos hacer para que duerman mejor
En la mayor parte de las culturas del mundo, el insomnio infantil no existe. Muchos antropólogos han estudiado qué tienen en comun estas culturas con respecto al sueño y han encontrado tres puntos fundamentales: Lactancia materna a demanda Colecho Actitudes responsivas ante el bebé

**Lactancia: La LM ayuda a dormir al bebé de dos formas:
1- La leche materna tienen l-triptofano, un aminoacido que ayuda a conciliar el sueño ( es lo que le ponen a las leches estas que han sacado de noche ) Además en los primeros meses la sensacion de sueño va acompañada de la sensacion de hartura por lo que si creemos que el bebe duerme poco hay que comprobar que la lactancia está bien establecida.
2-El pecho tiene un efecto relajante sobre el bebé, por la misma succión, por el contaco piel con piel, el olor de mamá, su calor... .
Además la succion del pecho cansa más. Al lactar se estimula la secreccion de prolactina en la madre y esto la ayuda a conciliar el sueño tambien a ella

**Colecho: En la mayor parte del mundo, incluso en el modernisimo Japón, los niños comparten cama con sus padres y en esas sociedades el insomnio infantil es practicamente inexistente. Nosotros mismos, hace décadas, tambien dormiamos juntos.
Cómo practicar colecho seguro:
-El colchón debe ser lo suficientemente duro como para que el niño no quede atrapado. No se deben usar camas de agua, ni sofas, ni invntos en los ue el bebé pueda quear atrapado entre el colchon y la pared.
- las sabanas no deben tener lazon o cintas que puedan rodear al bebé, ni cojines mullidos
-No taparle mucho, los padres ya le calientan con su cuerpo
-Los padres no deben fumar en la habitacion del niño
-Los padres no deben estar bajo los efectos de ninguna droga, medicacion o alcohol
- Los padres no deben padecer obesidad mórbida
-No se debe poner al niño bocabajo, ni añadir ambientadores o repelentes en la habitacion

Ventajas del colecho:
-Minimiza el riesgo de Sindrome de muerte subita del lactante, si se practica de forma segura ya que el bebé se sincroniza con la respiracion de la respiracion de la madre, esto le sirve de recordatorio para que continue respirando en caso de apnea. Además le ayuda a "aprender " a pasar de una fase del sueño a otra
-Favorece que la madre pueda seguir durmiendo mientras alimenta a su hijo de noche
-Favorece que el bebé y la mamá casi no se despierten al reclamar el niño el alimento -Favorece la regulación de la temperatura corpòral por la noche ( los bebés cuando nacen no regulan la temperatura corporal )

** Actitudes responsivas ante el bebé
Para un recien nacido lo principal es sobrevivir. Si se siente acompañado y sus necesidades satisfechas será uun bebé más tranquilo. Esta tranquilidad ayuda aconciliar el sueño. Las situaciones de strss pueden alterar los periodos de sueño y los despertares, sin embargo si sus necesidades de apego estan satisfechas el cerebro queda libre de alertas que se disparan y puede concentrarse en organizarse en nuevos aprendizajes y en regularse y adquirir un ritmo de sueño.