martes, 9 de diciembre de 2008

Beneficios de la lactancia prolongada


El término “lactancia prolongada” se utiliza cuando el niño amamantado es mayor de 12 meses de edad. En este artículo, a dichos niños les llamamos “pequeños lactantes”.


Los pequeños lactantes se benefician NUTRICIONALMENTE:


“Aún mucho después del primer año de vida, la leche materna continúa proporcionando cantidades sustanciales de nutrientes clave, especialmente proteínas, grasas, y la mayor parte de las vitaminas”.–Dewey, 2001


En el segundo año de vida (12 a 23 meses), 448 ml de leche materna proporcionan:

29% de requerimientos de energía

43% de requerimientos de proteína

36% de requerimientos de calcio

75% de requerimientos de vitamina A

76% de requerimientos de ácido fólico

94% de requerimientos de vitamina B

1260% de requerimientos de vitamina C

–Dewey, 2001


“El promedio estimado de tomas de leche en un periodo de 24 horas fue de 548g para el 97% de niños que fueron amamantados de 12 a 23 meses de edad, y 312 g para el 73% de niños amamantados de 24 a 36 meses de edad. Esto representa un promedio diario de ingestión de 41% y 23% de la ingesta diaria recomendada de vitamina A, respectivamente”.

–Persson 1998


A pesar de que se ha investigado poco sobre niños que son amamantados después de los dos años de edad, la información disponible indica que la leche materna continúa siendo una fuente valiosa de nutrición y protección contra enfermedades durante todo el periodo de lactancia.

Es común que se recomiende el destete para niños pequeños que ya comen algunos sólidos. Sin embargo, esta recomendación no está sustentada en investigación alguna. De acuerdo con Sally Kneidel en “Nursing Beyond One Year” (New Beginnings, Vol. 6 No. 4, July-August 1990, pp. 99-103.):

Algunos médicos pueden sentir que la lactancia interferirá con el apetito del niño hacia otras comidas. No obstante, no hay documentación que indique que los alimentos suplementarios son rechazados más frecuentemente por los niños amamantados que por los ya destetados. De hecho, la gran parte de los investigadores en países del Tercer Mundo, donde el apetito de un niño pequeño desnutrido puede ser de importancia crítica, recomiendan la lactancia prolongada aún para los casos más severos de desnutrición. (Briend et al, 1988; Rhode, 1988; Shattock and Stephens, 1975; Whitehead, 1985). La mayoría sugieren ayudar al niño amamantado no con el destete, sino suplementando la dieta de la madre para mejorar la calidad nutricional de su leche (Ahn and MacLean, 1980; Jelliffe and Jelliffe, 1978), y ofreciendo al niño comidas más variadas y agradables al paladar para mejorar su apetito (Rohde, 1988; Tangermann, 1988; Underwood, 1985).


Los pequeños lactantes se ENFERMAN MENOS:


“Anticuerpos son abundantes en la leche humana durante toda la lactancia” (Nutrition During Lactation 1991; p. 134). De hecho, algunos de los factores inmunológicos en la leche materna aumentan en concentración durante el segundo año y también durante el proceso de destete. (Goldman 1983, Goldman & Goldblum 1983, Institute of Medicine 1991).


Según la Organización Mundial de la Salud (www.who.int/inf-fs/en/fact178.html) “un aumento moderado en las tasas de lactancia materna podría prevenir hasta un 10% de las muertes de niños menores de 5 años: El amamantar tiene un papel esencial, y a veces subestimado, en el tratamiento y prevención de enfermedades infantiles”.Se ha encontrado que los niños que aún son amamantados entre las edades de 16 y 30 meses, tienen menos enfermedades, y de más corta duración, que los que no son amamantados (Gulick 1986).


La Academia Americana de Médicos de la Familia indica que los niños destetados antes de los dos años de edad tienen mayor riesgo de enfermarse (AAFP 2001).


Los pequeños lactantes tienen MENOS ALERGIAS:


Muchos estudios han mostrado que una de las mejores maneras de prevenir alergias y asma es el amamantar de forma exclusiva durante al menos seis meses y continuar amamantando a largo plazo. La leche materna puede ayudar a prevenir alergias al reducir exposición a posibles alergenos (entre más tarde sea expuesto el bebé a ellos, es menos probable que se presente una reacción alérgica), acelerar la maduración de la barrera intestinal protectora del bebé, recubrir el intestino y proporcionar una barrera contra potenciales moléculas alergénicas, proporcionar propiedades anti-inflamatorias que reducen el riesgo de infecciones (las cuales pueden actuar como disparadores de alergias).


Los pequeños lactantes son INTELIGENTES:


Extensas investigaciones sobre la relación entre la lactancia materna y los logros cognoscitivos (nivel de coeficiente intelectual, calificaciones escolares), han mostrado las mayores ganancias en los niños que durante más tiempo fueron amamantados.


Los pequeños lactantes son SOCIALMENTE BIEN ADAPTADOS:


De acuerdo con Sally Kneidel en “Nursing Beyond One Year” (New Beginnings, Vol. 6 No. 4, July-August 1990, pp. 99-103):

Reportes de investigaciones sobre los aspectos psicológicos de la lactancia son muy escasos. Un estudio que lidiaba específicamente con bebés amamantados durante más de un año mostró un vínculo significativo entre la duración de la lactancia y las “calificaciones” dadas por las madres y los maestros de niños de seis a ocho años de edad (Ferguson et al, 1987). En las palabras de los investigadores, “Hay tendencias estadísticamente significativas que demuestran la disminución en las puntuaciones de desórdenes de conducta cuando la duración de la lactancia se prolonga.”


El amamantar durante y después de la infancia ayuda a los bebés y a los niños pequeños a hacer una transición gradual hacia la niñez plena. La lactancia materna es una manera cálida y amorosa de cubrir las necesidades de los niños pequeños. Les ayuda a calmar las frustraciones, golpes y heridas, y el estrés diario de la niñez temprana.

El cubrir las necesidades de dependencia de un niño, de acuerdo con su horario personal y único, es la clave para ayudar a ese niño a alcanzar su independencia. Los niños que logran independencia a su propio ritmo, son más seguros en dicha independencia que los niños que fueron forzados a independizarse prematuramente.


Los pequeños lactantes son NORMALES:


La Academia Americana de Pediatría recomienda que los niños sean amamantados al menos durante 12 meses, y después de eso, durante todo el tiempo que tanto la madre como el hijo deseen hacerlo (AAP 1997).

La Academia Americana de Médicos de la Familia recomienda que la lactancia materna continúe durante todo el primer año de vida y que “El amamantar después del año de vida ofrece beneficios considerables tanto a la madre como al niño, y debe continuar mientras así lo deseen ambos”. También hacen notar que “Si el niño es menor de dos años de edad, está expuesto a un mayor riesgo de contraer enfermedades si es destetado” (AAFP 2001).

Un Secretario de Salud de Estados Unidos ha declarado que es un bebé afortunado el que continúa amamantando hasta los dos años de edad. (Novello 1990)

La Organización Mundial de la Salud pone énfasis en la importancia de amamantar hasta los dos años de vida y más (WHO 1992, WHO 2002).

Investigaciones científicas hechas por un profesor de Texas A&M, muestran que nuestros hijos están diseñados para esperar ser amamantados entre 2.5 y 7 años (Dettwyler 1995).


Las MAMÁS que amamantan a sus hijos de manera prolongada también obtienen beneficios:


En muchas mujeres, la lactancia prolongada retrasa el regreso de la fertilidad al suprimir la ovulación.

El amamantar reduce el riesgo de cáncer de ovarios.

El amamantar reduce el riesgo de cáncer uterino.

El amamantar reduce el riesgo de cáncer del endometrio.

El amamantar protege contra la osteoporeosis .

Durante la lactancia, la madre puede experimentar reducciones de mineral óseo. La densidad de mineral óseo de una madre que amamanta puede ser reducida en todo el cuerpo en un 1 ó 2 por ciento mientras dure la lactancia. Esta pérdida regresa a sus niveles originales, y aún puede aumentar, cuando el bebé es destetado. Esto no depende de suplementos adicionales de calcio en la dieta de la madre.

El amamantar reduce el riesgo de cáncer del seno . Varios estudios han encontrado una asociación inversa significativa entre la duración de la lactancia y el riesgo de cáncer.Se ha comprobado que el amamantar disminuye los requerimientos de insulina en mujeres diabéticas.

Las mujeres que amamantan tienden a perder peso más fácilmente.


viernes, 21 de noviembre de 2008

El cachete, el azote, el grito son formas ineficaces de educar

19.11.2008 TVE, Antena 3, Cuatro, Telecinco, La Sexta y las autonómicas de la FORTA comenzarán mañana a emitir un anuncio de animación, titulado "Tus manos son para proteger"



"El cachete, el azote, el grito son formas ineficaces de educar", según ha enfatizado hoy la ministra de Educación, Política Social y Deporte, Mercedes Cabrera, en la presentación de un anuncio contra el castigo físico infantil que difundirán gratuitamente las cadenas principales de televisión.



TVE, Antena 3, Cuatro, Telecinco, La Sexta y las autonómicas de la FORTA comenzarán mañana, Día Internacional del Niño, a emitir este anuncio de animación, titulado "Tus manos son para proteger", dentro de la campaña del Consejo de Europa "Levanta la mano contra el castigo físico".



Según Cabrera, tales agresiones son una manifestación del "fracaso de la inteligencia" ya que no hay nada más contrario a la educación que la violencia, ni existe un mínimo aceptable de ésta.



El castigo físico es una "violación de los derechos del niño" y una "doble moral inaceptable: lo que no le haríamos nunca a un adulto nunca deberíamos plantearnos hacérselo a un niño", ha insistido.



"Los padres -ha precisado- debemos tener autoridad sobre nuestros hijos, debemos ocuparnos, evidentemente, de ellos, y hay formas mucho mejores de hacerlo que recurriendo a lo que sería una manifestación de fracaso de la convivencia, o de la razón o del diálogo".



Por supuesto, ha proseguido, que los jóvenes tienen que aprender las reglas y las obligaciones.



"Pero deben hacerlo por propio convencimiento y forma crítica, no como resultado de una imposición por otros medios", ha dicho.



A preguntas de los periodistas, Cabrera ha apuntado que la lacra de la violencia machista también "puede tener que ver con el maltrato infantil".



La directora de la campaña del Consejo "Construir una Europa por y para los niños", Elda Moreno, ha indicado que la tasa de padres españoles que están de acuerdo con el castigo físico de los hijos rondaría al 50 por ciento, aunque ha cuestionado la fiabilidad de los datos estadísticos.



"Los niños no son mini-personas con mini-derechos", ha advertido Moreno.



En relación con el anuncio de la Comunidad Valenciana de estudiar una moratoria para impartir en inglés Educación para la Ciudadanía, la ministra espera que tal paralización sea útil para "tratar de pacificar" la situación originada por la orden autonómica de desarrollo de la asignatura.



Esta materia, según la ministra, es una "excelente vía de prevención de situaciones de violencia y para que los niños conozcan sus derechos y aprendan a defenderlos", ha señalado.



Sobre la reciente muerte violenta de un joven a las puertas de una discoteca de Madrid, Cabrera ha lamentado que, desgraciadamente, muchas veces hace falta un acontecimiento de este tipo para poner en marcha medidas sobre las que ya se había venido hablando.



http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=6&idNoticia=366642

martes, 18 de noviembre de 2008

Las rabietas: Quiéreme cuando menos lo merezca, porque es cuando más lo necesito. Por Rosa Jové


Qué es una rabieta: Cuando nacemos, el principal plan que tiene la naturaleza con nosotros es que podamos sobrevivir. Para ello nos "apega" con las personas que nos cuidan, ya que está comprobado que teniendo a un cuidador cerca vivimos más (recordad que somos una especie muy incompletita cuando nacemos). Por eso es tan importante que los bebés nos reclamen cuando no estamos cerca y por ello es tan importante que nosotros intentemos satisfacer sus necesidades más importantes (alimento, sueño, higiene, contacto.), solo así se crea un apego seguro entre el niño y sus padres: el niño se da cuenta que tiene personas que le quieren y que le van a cuidar pase lo que pase, y por eso será un niño feliz.

Es importante durante los primeros años de la vida de un niño dejarle bien clarito que "siempre" estaremos con él, que "siempre" le querremos y le cuidaremos, aunque a veces no nos guste "exactamente" lo que hace. Eso es la base de una personalidad segura, independiente y con una autoestima capaz de soportar altibajos y adversidades. Alrededor de los dos años (puede variar según el niño) la supervivencia del niño está ya más garantizada (se desplaza solo, puede comer casi de todo y con sus propias manos, es autónomo en sus actos más vitales ..) y la naturaleza (¡qué sabia que es!) tiene otro plan para nosotros: si al principio era "apegarnos" para sobrevivir, ahora nos prepara para la independencia (pensad que sin independencia no crearíamos una familia propia, y eso es básico para el plan reproductor de la naturaleza). La independencia y autonomía es un largo camino que se va adquiriendo con la edad y a estas edades empezamos de una forma muy rudimentaria. ¿Cómo hace el niño para manifestar su independencia? Pues dada su edad es una estrategia muy simple: consiste solamente en negar al otro. Su palabra más utilizada es el "no" y es fácil de entender porque, negando al otro, empieza a expresar lo que él "no es" porque aún no sabe realmente lo que "es".Intento explicarme mejor: ¿Cómo se yo (niño) que soy otro y puedo hacer cosas diferentes a mis padres? ¡Pues llevándoles la contraria! Puede que aún no tenga claro lo que voy a ser pero así sé lo que no soy: yo no soy mis padres, por lo tanto ¡soy otro!

El único problema para los niños, es que les conlleva un conflicto emocional importante porque como los padres no entienden lo que pasa y normalmente se enfadan con ellos, los niños notan que se están enfrentando a los seres que más quieren y eso les provoca una ambivalencia de sentimientos. Eso, nada y más y nada menos son las famosas rabietas: una lucha interior entre lo que debo hacer por naturaleza y una incomprensión de mis padres hacia tales actos que me provocan unos sentimientos ambivalentes y negativos. Esa ofuscación entre querer una cosa, no entender lo que pasa y el rechazo paterno, es la fuente de la mayoría de las rabietas. Por eso lo mejor es dejarle claro que haga lo que haga siempre le queremos y le comprendemos, aunque a veces no estemos de acuerdo. Muchos padres viven esta etapa con mucha ansiedad porque piensan que es una forma que tienen sus hijos de rebeldía, tomarles el pelo y desobediencia. Nada más lejos. En estas conductas del niño no hay ningún sentido de "ponernos aprueba" ni hay ningún juego de poder entre medio (bueno a veces los padres sí que se lo toman como tal, pero el niño nunca pretende "desafiar" al adulto, solo hacer cosas diferentes a sus padres). Si el niño lleva la contraria a sus padres es para comunicarles algo muy importante: "¿lo ves?, me hago mayor. ¡Yo no soy tú! Puedo querer, desear y hacer cosas que tu no quieres".


¿Qué hacemos ante una rabieta? La mejor manera de superar las rabietas la resumo en cinco puntos


1- Comprendiendo que el niño no pretende tomarnos el pelo. Esta simple convicción hará que seamos más flexibles con ellos (y por lo tanto se evitan muchos conflictos). Solamente pretende mostrarnos su identidad diferenciada.


2- Dejando que pueda hacer aquello que quiere. "¿Y si es peligroso o nocivo?" -me preguntareis-. Evidentemente lo primero es salvaguardar la vida humana, pero los niños raramente piden cosas nocivas, ¿saben lo más peligroso que me pidieron mis hijos cuando eran pequeños? ¡Ir sin atar en la sillita del coche!. Evidentemente les dije que no, y no arrancamos hasta que estuvieron convencidos, pero no me han pedido nunca nada tan peligroso. Bueno, una vez mi hijo mayor cogió una pequeña rabieta porque quería un cuchillo "jamonero", pero la culpa era más mía por dejar a su vista (y alcance) un cuchillo de tales dimensiones, que él por pedirlo. ¿No? El hecho de que quieran llevar una ropa diferente a la que nosotros queremos puede que atente contra el buen gusto, pero raramente atentará contra la vida humana. Lo mismo pasa con alguna golosina o con otras cosas. Si usted es un padre que vigila que el entorno de su hijo sea seguro, es difícil que pueda pedir o tocar algo nocivo para él. El hecho de el niño pueda experimentar el resultado de sus acciones sin notar el rechazo paterno hará que no se sienta mal ni ambivalente (y, de paso, evitamos la rabieta).


3- Evitando tentaciones. Los comerciantes saben perfectamente que los niños piden cosas que les gustan (por eso en los grandes supermercados suelen poner chucherías en las líneas de caja) ¿Acaso pensaba que el suyo es el único niño que montaba en cólera por una chuchería? Si su hijo es de los que pide juguetes cuando los ve expuestos o chucherías si las tiene delante ¿Qué espera?. Intente evitar esos momentos (no se lo lleve de compras a una juguetería o intente buscar una caja donde hacer cola que no tenga expositor de juguetes ni dulces) o pacte con él una solución ("Cariño vamos al super. Mamá no puede estar comprando cada día chuches porque no son buenas para tu barriguita, así que solo elegiremos una cosita"). Si los mayores nos rendimos muchas veces a una tentación (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra) ¿Por qué pensamos que un niño puede contenerse más que nosotros?


4- Podemos expresar nuestra disconformidad, pero no atacamos la personalidad del niño o valoramos negativamente su conducta. Es decir, mi hijo no es más bueno o malo porque ha hecho una cosa bien o no. Mi hijo siempre es bueno, aunque a veces yo no le entienda o no me guste lo que ha hecho. En este sentido vean este diálogo: Mamá: Cariño ha venido tía Marta. Ve a darle un beso. Niño: No quiero, mamá: ¿Cómo que no quieres? Esto está mal. ¡Eres un niño malo! Tía Marta te quiere mucho y tú no la quieres. Mamá no te querrá tampoco. A partir de aquí puede haber dos opciones o el niño monta una pataleta del tipo: ¡eres tonta y tía Marta también! Y ya la tenemos liada. O bien, ante la idea de perder el amor de su madre, va y le da un beso a tía Marta, a lo que su madre responde: "¡Que bien! Así me gusta ¡Qué bueno eres!" con lo que el niño aprende que es bueno cuando no se porta como él siente y que solo obra bien cuando hace lo único que quiere su madre. Es decir: se nos quiere cuando disfrazamos nuestros sentimientos. Ninguna de las dos soluciones es correcta porque en ningún momento hemos evitado atacar la personalidad del niño (eres malo) y hemos valorado su conducta (esto esta mal o esto está bien). Si en lugar de ello hubiéramos entendido sus emociones, a pesar de mostrar nuestra disconformidad, el resultado podría haber sido: Mamá: cariño ha venido tía Marta. Ve a darle un beso. Niño: No quiero. Mamá: Vaya, parece que no te apetece dar un beso a la tía marta. (Reconocemos sus sentimientos) Niño: sí. Mamá: Cuando las personas van de visita a casa de otra se les da un beso de bienvenida, aunque en ese momento no se tengan muchas ganas ¿lo sabías? Niño: No. (Y si dice que sí, es lo mismo). Mamá: ¿vamos pues a darle un beso de bienvenida a tía Marta?

Normalmente a estas alturas el niño (que ha visto que le han entendido y que no le han valorado negativamente) suele contestar que sí. En el hipotético caso de que siga con su negativa podemos mostrar nuestra disconformidad: Mamá: El hecho de que no se lo des me disgusta, porque en esta casa intentamos que la gente se sienta bien. ¿Qué podemos hacer para que tía Marta se sienta bien sin tu beso? (a lo mejor tía Marta es una barbuda de mucho cuidado y a su hijo no le apetece darle un beso, pero eso no implica que quiera que se sienta ofendida). Niño: le diré hola y le tiro un beso. Mamá: Me parece que has encontrado una solución que nos va a gustar a todos. ¡Vamos!


5- Las rabietas se pasan con la edad. Es decir, llega un día en que el niño adquiere un lenguaje que le permite explicarse mejor que a través del llanto y las pataletas. También llega un día en que sabe lo que "es" y "quiere" y lo pide sin llevar la contraria a nadie. Llega un momento en que, si no hemos impedido sus manifestaciones autónomas y de autoafirmación, tenemos un hijo autónomo, que sabe pedir adecuadamente lo que quiere porque ha aprendido que nunca le hace falta pedirlo mal si su petición es razonable. ¿Cómo hacer que llegue antes este momento en que finalizan las rabietas? Por una parte hemos de procurar que en la etapa anterior (la del apego que explicábamos al principio) el niño esté correctamente apegado: un niño inseguro tardará más en pasar esta etapa de independencia. Así que si quiere que su hijo sea autónomo, mímele todo lo que pueda cuando sea pequeño. Para adquirir la independencia se necesita seguridad y la seguridad se adquiere con un buen apego. Una vez haya llegado a la etapa de las rabietas, hemos de intentar que se solucionen cuanto antes. Nada de esto se dará si coartamos su deseo de separarse de nosotros, ya que lo único que se obtiene "intentando" que no se salga con la suya es un niño sumiso o rebelde (depende del tipo y grado de disciplina o autoridad empleada). Normalmente si les "ignoramos" suelen volverse más sumisos y dependientes (otro día os explico los mecanismos psicológicos de ignorar conductas), aunque lo que vemos es un niño que se doblega y "parece" que mejore en sus rabietas. Pero la causa que provoca esa rabieta sigue en él y se manifestará de otra forma (ahora o en la adolescencia). Sé que es difícil acordarse de todo ante una rabieta infantil. Sé que es difícil razonar cuando estamos a punto de perder la razón. Sé que es difícil, y por eso, ante la duda de no saber como actuar, intente querer a su hijo al máximo porque él lo estará necesitando, ya que las rabietas también hacen sentirse mal a los niños.

Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite" o lo que es lo mismo: "intenta ponerte en mi lugar porque yo también lo estoy pasando mal".

http://www.dormirsinllorar.com/crecer_feliz6.htm

lunes, 3 de noviembre de 2008

Trato a un recien nacido

Os dejo un video de como tratan a los recien nacidos en un hospital...

No lo veas si eres sensible


viernes, 31 de octubre de 2008

Parto: nadie debe decidir por tí

Algunas cosas están empezando a cambiar, afortunadamente. La imagen de una mujer pariendo acostada, rodeada de desconocidos que le dicen como empujar mientras el padre aguarda fuera lleva camino de pasar a la historia. Cada vez son más los estudios que demuestran que pedir que la mujer sea protagonista de su parto no es ningun capricho, sino la manera más segura de dar a luz. Estar rodeada de cariño y de profesionales que respetan los tiempos de cada mujer probablemente sea el pasaporte para lograr un nacimiento respetado y un bebé y una madre sanos.

El parto es un proceso delicado, pero también un acto íntimo y una expresión de amor. Si bien a lo largo del siglo XX los avances de la Obstetricia consiguieron reducir hasta niveles mínimos la mortalidad materna e infantil en el período perinatal, desde los años ochenta la Organización Mundial de la Salud ha manifestado su preocupación por la excesiva medicalización del parto que motiva una aumento de los partos instrumentales o cesáreas de manera innecesaria.

¿Cómo conseguir beneficiarse de los avances de la ciencia sin caer en esa peligrosa medicalización del parto?¿Cómo lograr que sea una experiencia íntima sin prescindir de la tecnología? Probablemente la clave resida en la relación que se establece entra la mujer embarazada y los profesionales que le atienden.

EL DERECHO A LA INFORMACION

Es importante que la relación con los profesionales que atienden a la mujer sea de mutua confianza. La mujer necesita sentirse libre de preguntar cuantas dudas y preocupaciones se le ocurran. Saberse escuchada permite afrontar el parto con tranquilidad y confianza. Para los profesionales saber lo que preocupa a la mujer y conocer su estado anímico facilita que el trato sea individualizado y óptimo.

El embarazo y el nacimiento no son una enfermedad. Es importante elegir bien a los profesionales que lo atenderán preguntándoles cual es su visión del parto, en que situaciones utilizan técnicas intervencionistas, que porcentaje de cesáreas y de episiotomías tienen...Si se opta por un centro público se puede solicitar información al Servicio de Atención al Paciente, preguntando por los protocolos y estadísticas del centro, y facilitándoles un "plan de parto" con los deseos de la mujer. Por ejemplo, se puede escribir pidiendo que permitan la compañía de una acompañante del parto (o "doula") además del padre, que respeten las recomendaciones de la OMS para el parto normal y que faciliten los métodos no farmacológicos para el alivio del dolor como por la ducha o la bañera. Si el centro responde que no puede garantizar alguna de estas medidas se puede redactar otra carta solicitándolo, cuantas más mujeres den estos pasos mayor protagonismo tendrán en sus partos.

Si las respuestas no coinciden con lo que se busca se puede cambiar de profesional, algunas mujeres lo han hecho incluso al final del embarazo. El parto es más fácil eligiendo profesionales que confien en la capacidad innata de las mujeres para dar a luz, que no sean amigos de las intervenciones innecesarias, que no tendrán prisa por acabar el parto para poder marchar a su casa. Deben estar al servicio de la mujer y del bebé: no tiene sentido que la mujer esté pendiente de agradarles o de no molestar. Definitivamente la embarazada es una mujer adulta y merece parir como ella quiera.

Más importante aún que la confianza en los profesionales es confiar en el propio cuerpo. Todas las mujeres somos el resultado de miles de años de perfeccionamiento natural, nuestros cuerpos son el último producto de la naturaleza para lograr la supervivencia de nuestra especie, en resumidas cuentas: estamos hechas para parir.

EL PARTO REQUIERE INTIMIDAD Y CARIÑO

En el parto se necesita intimidad, respeto, cariño. Por eso es bueno estar acompañada de un ser querido. Dar a luz requiere abandonarse y dejarse llevar por las sensaciones más primitivas. Es preciso que se minimicen las interrupciones, ¡pensar puede detener el parto!. De hecho esto sucede a menudo al llegar al hospital: después de haber tenido contracciones fuertes y seguidas en casa, todo se detiene al entrar en el hospital. El cuerpo necesita un tiempo para volver a recuperar la intimidad y familiarizarse con el nuevo entorno. El reloj tampoco sirve de mucho en el parto. Algunos partos son tan rápidos como un suspiro, otros se prolongan durante un par de días...Casi siempre es un trabajo largo, que requiere mucha energía y sobre todo paciencia. La matrona debe saber esperar, observar a la mujer sin molestarla apenas, y permitir que todo siga su ritmo mientras el bebé esté perfecto.

Acelerar un parto rompiendo la bolsa o mediante la oxitocina requiere que haya un verdadero motivo médico. Si no, se puede producir el efecto contrario: el bebé no desciende al no haber tenido tiempo de colocarse bien, y el parto termina en cesárea. Conviene estar informados de antemano de los beneficios de cada intervención así como de los riesgos y valorar todas las alternativas. En esos momentos se puede pedir unos minutos a solas con la pareja para hablar tranquilamente antes de tomar una decisión.

EL DOLOR COMO GUIA

El dolor obliga a conectarse con el cuerpo y a no pensar en nada más. Desde luego que la vivencia es subjetiva y muy variable, pero lo cierto es que el dolor puede ser la guía. Escuchándolo se puede encontrar la postura que facilite el nacimiento. No hay posturas buenas ni malas para parir, lo importante es que cada mujer encuentre las suyas. A veces caminar o bailar durante la dilatación es de gran ayuda, otras permanecer en la bañera mitiga las sensaciones dolorosas.
Conocer lo que sucede en el parto ayuda a afrontar el dolor. Las primeras contracciones suelen ser vividas con euforia y con la duda de si se está definitivamente de parto. Es mejor afrontarlas de una en una, pensando que con cada contracción falta menos y que todas cumplen su papel. Conforme avanza el parto se hacen más seguidas e intensas, pero hay mujeres que pueden estar hablando o incluso dormitando entre contracciones. Cuando se alcanza la fase de transición algunas mujeres sienten que "se van de este mundo". Pueden gritar, llorar, gemir o incluso insultar al padre de la criatura, ¡es normal!. Decir "ya no puedo más" suele ser buena señal: probablemente la dilatación ya sea completa y pronto sentirá las ganas de empujar para que salga el bebé. Entonces suele comenzar la euforia, algunas mujeres no se pueden creer que el final ya esté cerca, y empiezan a mostrarse impacientes por abrazar al bebé.

La anestesia epidural puede ser una ayuda muy eficaz en algunos partos, pero si se utiliza demasiado pronto conlleva un mayor riesgo de que se utilice oxitocina y de que sean precisas otras intervenciones. Por el contrario los métodos no farmacológicos de alivio del dolor, como los masajes, el agua o el apoyo psicológico no tienen ningún efecto secundario.

¿Y SI ALGO VA MAL?

Es cierto que parir es algo natural y que lo normal es que todo vaya rodado. No obstante hay un pequeño porcentaje de casos en que algo se complica y es precisa la intervención médica. Si los profesionales informan a la mujer de lo que acontece explicando detenidamente las opciones y además de ofrecen su consuelo en un momento tan difícil la mujer confiará plenamente en ellos. Así podrá vivir un nacimiento respetado y digno.

Autora: Ibone Olza.Doctora en Medicina

martes, 28 de octubre de 2008

El vínculo paternal

Llora el niño. Y en vez de guiarnos por nuestro instinto de padre o madre, nos fiamos a ciencia ciega de lo que dice el “experto”... Si lo cogemos una y otra vez, le estamos malcriando. Si intentamos reconfortarle, nos estamos dejando manipular. Lo mejor es dejarle llorar y llorar. Que aprenda y se calle.

Se despierta el niño. Se resiste a dormir en su oscura y solitaria habitación y busca el calor y la protección de la cama de sus padres... No hay que ceder, insiste el “experto”. Dormir con los padres tiene grandes riesgos. Sí, ya sabemos que se ha hecho durante siglos. Pero no es apropiado, está mal visto, no es sano.

No quiere ir a la guardería el niño. Se pasa todo el rato llorando la ausencia de mamá. No juega, no canta, no ríe... Nada que no se cure con el tiempo (de nuevo el “experto”). La “ansiedad de la separación” remite al cabo de uno o dos meses, señora. Los niños son felices en la guardería, descuide. Aprenden mucho. Socializan.

Están confabulados los “expertos”, eso parece. La consigna de la pediatría oficial ha sido alentar la separación de madres de hijos, y no vamos a recordar ahora cómo hace treinta años nos vendían la incuestionable superioridad de la leche de bote frente a la teta materna.

“Somos los únicos mamíferos que les damos una patada a nuestros hijos para mandarles a otra habitación, que les damos una chupete para que se callen y que nos buscamos cuanto antes un trabajo o una ocupación para no sentirnos frustrados o frustradas”.

Le tomamos la palabra a Mar Palmer, 32 años, madre de dos y un tercero en camino, allá en Mallorca. “A la mayor, Mariona, la metimos mucha caña y aún está pagando todos los errores que cometimos fiándonos de los “expertos””, recuerda. “Con el tiempo nos dimos cuenta de cómo todos esos consejos te impiden escuchar tus instintos maternales, te generan agresividad y acaban haciendo mucho daño a los niños”.

Mar acabó dejando su trabajo en el ayuntamiento y volcándose con sus hijos: “Lo primero son ahora ellos, eso lo tengo claro. Tienes que pagar un precio, pero lo ganas por otro lado. Con Nil, el segundo, todo ha sido muchísimo más fácil. Le di de mamar hasta los tres años, durmió con nosotros, descubrí lo importante que es llevarlo en brazos... El niño confía en sus padres, y ahora es él el que se va despegando, y todo de una manera muy natural”.

Sin premeditación, aunque con nocturnidad, Mar se fue abonando a eso que los americanos llaman “attachment parenting” y que no es ni más ni menos que el vínculo o el apego entre padres e hijos. Por instinto, Mar acabó haciendo piña con otros padres mallorquinos en “Neixer i Creixer” (“Nacer y Crecer”), una de las asociaciones pioneras en eso que también llamamos la “crianza natural”.

“Al principio te entran dudas y tienes que hacer frente a mucha presión social, empezando por tus propios amigos”, confiesa Mar. “Pero ayuda mucho eso de estar en una red de gente que está en la misma onda que tú... Y ya somos unos cuantos”.

En Madrid, decenas de padres buscan también otra manera de crecer con sus hijos en la Escuela de Familias Al Alba. Fabiola Aguado, directora y terapeuta infantil, rompe una lanza por el “vínculo”: “No se trata de una manera utópica y romántica de ser padres, sino de una forma sensata y sensible de afrontar la paternidad. Hay que estar presentes y disponibles para atender las necesidades de los hijos”.

“Nuestra sociedad fomenta una falsa autonomía en los niños”, insiste Fabiola. “Si los padres no están, los niños van arrastrando unas carencias que se traducen más adelante en una dependencia profunda. Lo que los hijos necesitan en los primeros años es una base segura... Hay estudios que desmuestran que los niños criados con “vínculo” tienen más confianza en sí mismos y son a la larga más independientes”.

La idea del “vínculo paternal” o “attachment parenting” se remonta a los años cincuenta, con los famosos estudios del psiquiatra John Bowlby. El apego entre padres e hijos es “una necesidad biológica” y algo común en todos los primates, sostiene Bowlby. En cada fase de crecimiento, los niños (las crías) buscan la proximidad, el contacto y la protección de una persona adulta. Durante siglos, ésa ha sido la clave de la supervivencia.

Pero las sociedades modernas avanzan –es un decir- en sentido contrario. La separación traumática entre madres e hijos comienza ya en el parto hospitalario, por no hablar de la distancia con las que muchas mujeres viven sus propios embarazos, siempre a expensas de lo que certifique el “experto”.

El mundo laboral, diseñado por los hombres y para los hombres, pasa como una apisonadora sobre muchísimas mujeres que no tienen elección: familia o trabajo. Nadie parece plantearse el impacto emocional que causa a madres y niños la separación al cabo de cuatro meses, ni cómo esa ruptura forzosa afecta a la salud y a la vida emocional del pequeño, que se pasa la mayor parte del día en brazos ajenos, enganchado al falso consuelo del chupete y del biberón.

Las barreras en las familias se van haciendo cada vez más altas, y pronto vendrá la maratón de actividades extraescolares. El caso es estirar las jornadas de los niños tanto como las nuestras, cubrir lo más posible las ausencias y reducir los “lazos” entre padres e hijos a un beso de buenas noches. A veces ni eso.

La antropóloga Margaret Mead realizó hace cuatro décadas un estudio entre varias tribus del mundo y demostró que las más violentas eran las que privaban a los niños del contacto físico con los padres a edad temprana.

La doctora Marcelle Geber tuvo la osadía de comparar la “tribu” europea y sus “civilizadas” costumbres (bebés al biberón, en habitaciones separadas, empujados en carritos) con 308 niños criados a la vieja usanza en Uganda (amamantados a demanda, compartiendo cama, a lomos de sus madres). Su conclusión: los niños africanos aventajaban a los blancos en capacidad motriz y en capacidad intelectual durante el primer año.

Y así llegamos hasta el doctor William Sears, padrino del “attachment parenting”, más de una década rebelándose contra la pediatría oficial y promoviendo una relación más cercana y armoniosa entre padres e hijos. Sus consejos han servido de acicate para miles de padres de todo el mundo, reunidos en Attachment Parenting International, que cuenta ya con grupos en países europeos como Gran Bretaña, Holanda y Alemania.

Según William Sears, los cimientos del “vínculo” se crean en el alumbramiento, en ese “período sensitivo” tan común al de todos los mamíferos y tan ajeno a los asépticos protocolos hospitalarios. La lactancia, advierte, es una fuente de alimento no sólo material sino también emocional para un niño en los primeros meses de vida.

Sears aconseja cargar con todo lo posible con los niños, en brazos o colgados, pero manteniendo la proximidad física y el contacto. El pediatra del “apego” defiende a capa y espada las virtudes de la cama familiar o colecho y resume sus siete “mandamientos” en dos: cree en el llanto de tu hijo y ¡cuidado con los “expertos”!

Como respuesta a tantos y tantos libros “crueles y despiadados”, el pediatra Carlos González decidió precisamente escribir “Bésame mucho”. “Creo, sinceramente, que los padres lo harían mucho mejor si no hubieran existido todos esos manuales que incitan a desconfiar de los ñiños y a tratarles con total desprecio”.

“No quiero entrar en lo que es bueno o malo para el niño a largo plazo, si va a ser más o menos inteligente porque duerma contigo o los lleves en brazos”, afirma Carlos. “Lo que los niños necesitan, hoy y ahora, es afecto y proximidad. Y lo que han aconsejado por desgracia los “expertos” durante muchos años es justo lo contrario, hasta el punto de prohibir casi el contacto entre madres e hijos”.

El autor de “Bésame mucho” nos recuerda los experimentos con gorilas que se “olvidan” de cómo ser madres cuando las meten en la jaula. A los hombres y a las mujeres, sostiene, nos pasa algo similar: vivimos en estado de cautividad, confinados en ambientes artificiales, atrapados por normas culturales y alejados de nuestros instintos y nuestros imperativos biológicos.

Se nos ha olvidado ser padres.

González pone sobre el tapete un estudio comparativo sobre la crianza de los niños en varias culturas, publicado hace cuatro años en la revista “Pediatrics”... En 25 de 29 sociedades, los niños dormían con la madre o con los dos padres. En 30 de 30, los niños eran trasportados en brazos o a la espalda. En todas ellas se les amamantaba a demanda y la edad media del destete estaba entre los dos y los tres años.

El pediatra rompe también con el mito de que los hombres se han lavado las tradicionalmente las manos, y se remite a “La Historia Natural de la Paternidad” de Susan Allport: “El alejamiento del padre es fruto de la revolución industrial. Los padres han trabajado toda la vida en casa o han velado por la protección de sus hijos. Su papel puede cambiar, como lo está haciendo ahora, pero hay que acabar con ese mito”.

Años de experiencia como padre y de consulta como pediatra le han permitido también a Carlos González conocer muy de cerca el dilema de tantas familias de hoy en día... “Eso del tiempo de calidad es un cuento. Con los niños hay que estar, simplemente estar, y no obsesionarse con cronometrar los minutos que se pasa con ellos y aprovecharlos al máximo para hacer algo importante”.

Para María Jesús Ruiz, 40 años, lo más impagable de estos tres últimos con su hijo Víctor han sido “los largos paseos sin rumbo” en el pueblo en donde viven, Guadarrama. Y también, las siestas compartidas, o poder llevar a su hijo a la compra, a tomar el aperitivo, a un concierto entre semana y a todas esas cosas que no podría haber hecho si trabajara a tiempo completo...

“Intenté llevarle a la guardería con dos años y medio, pero lo pasaba mal y un día me dijo: “Mamá, vámonos a casa”... Para mí fue una señal. Hemos pasado mucho tiempo juntos desde entonces, y eso es impagable. Siempre ha estado muy apegado a mí, pero ahora se está uniendo más a su padre... Yo lo que quiero es que mi hijo sea feliz. Como dice su abuelo: “¡Ya tendrá tiempo de aburrirse en el colegio!”.

María Jesús ha vuelto a trabajar a horas perdidas, como profesora de español, pero no envidia en absoluto a sus amigas... “Al hijo de una de ellas le escuché decir el otro día que quiere marcharse a vivir al colegio, con cuatro años... Me pareció muy triste. Soy consciente de que estar tan cerca de tus hijos es navegar contra la corriente, pero yo estoy convencida de una cosa: cuidar de tus hijos es cuidar de la sociedad del futuro”.

LOS DIEZ IDEALES DE LA PATERNIDAD CON “VINCULO”

No hay ningún mandamiento escrito, pero sí existen maneras de fomentar el apego, el vínculo o la cercanía entre padres e hijos...
  1. Conecta física y mentalmente con tu hijo/hija durante el embarazo. Vive conscientemente la gestación. Procura que el nacimiento sea lo más “íntimo” y natural posible, y prolonga al máximo el contacto físico después del parto.
  2. Extiende la lactancia todo lo que necesite el niño/la niña y no te dejes llevar por las presiones sociales (el destete se produce entre los dos y tres años en la mayoría de las culturas tradicionales). Dale el pecho a demanda. Aprovecha esos momentos para estrechar los lazos.
  3. Responde a los llantos de tu hijo y no le dejes llorar “hasta que se calle”. Aprende a interpretar sus señales. Sé totalmente receptivo a sus demandas, especialmente durante los primeros meses.
  4. Confía en tus instintos de madre/padre. Cuestiona las opiniones de los “expertos”. En la duda, déjate guiar por el sentido común.
  5. Lleva frecuentemente a tu hijo en brazos; el contacto físico estimula el desarrollo emocional, psicomotriz e intelectual del niño/niña.
  6. Duerme con tus hijos durante los primeros meses (recuerda que durante cientos de años se hizo así, antes de que los “expertos” levantaran las barreras). Si no, comparte el dormitorio con ellos y procura no llevarles a habitaciones separadas hasta que ellos mismos lo reclamen.
  7. Evita separaciones largas y traumáticas hasta los tres años. No te consueles pensando que le dedicas a tu hijo el suficiente “tiempo de calidad”. El tiempo compartido se mide siempre en horas, minutos y segundos...
  8. Involúcrate al máximo en su educación. Procura que existan vasos comunicantes entre lo que aprende dentro y fuera de casa. Su “escuela” es la vida misma.
  9. Usa la “disciplina” positiva: predica con el ejemplo y recuerda que las mejores lecciones se aprenden con afecto.
  10. Respeta la individualidad de tus hijos. Ponte siempre que puedas en su piel y permite que encuentre su camino poco a poco: el “vínculo” les permitirá avanzar con mayor seguridad y ser a la larga más independientes.

Carlos Fresneda

miércoles, 22 de octubre de 2008

A su ritmo 1-2 años

“Vísteme despacio que tengo prisa” dice un refrán popular, y es que de todos es sabido que los niños necesitan tomarse su tiempo para hacer las cosas, para observar, para aprender...

A estas edades, en las que empiezan a conquistar su propia autonomía, es cuando más se nota que ellos llevan su propio ritmo para todo: para desayunar (y si encima está aprendiendo a usar los cubiertos pueden pasar horas!), para ir a hacer algún recado (porque ahora le gusta caminar y se va parando en cada pequeña hormiga, hojita o papelito del suelo), para pasar de una actividad a otra… y cuanto más rápido queremos ir nosotros es peor, porque precisamente en la etapa del “no” por excelencia pocas veces conseguiremos que se hagan las cosas a tiempo (y no es extraño que nos llevemos también algún que otro berrinche de regalo).

Pero ¿por qué son nuestros pequeños tan lentos para todo? ¿Por qué tardan tanto en aprender algunas cosas?

En realidad, a nuestros hijos no les pasa nada: ¡nos pasa a nosotros, adultos estresados y acostumbrados a hacerlo todo con el reloj en la mano!

Si nos paramos a pensar, nos daremos cuenta de que toda nuestra sociedad está construida en base a la velocidad y los logros. Nuestra eficacia personal se mide en términos de velocidad: cuánto tiempo tardamos en conseguir lo que queremos, en llegar al trabajo desde casa, en recuperarnos de un trauma afectivo, en hacer nuestras tareas… ¡prisas, prisas, prisas para todo!
Los papás, sin darnos cuenta, trasladamos a nuestros hijos estos esquemas y esperamos de ellos que funcionen igual que nosotros: queremos que jueguen de tal manera y en determinado tiempo (jamás el juego de los niños estuvo tan dirigido como ahora), que aprendan determinadas destrezas y cuanto antes mejor (solo hay que escuchar una conversación al azar en el parque para ver cómo madres y padres compiten y enumeran las adquisiciones tempranas de sus hijos: “el mío empezó a caminar con diez meses” “pues el mío ya se sabe veinte animales”), que duerman solos y del tirón cuanto antes (aunque no estén preparados), que se coman un bistec de mastodonte en un tiempo record o que modulen sus emociones al más puro estilo zen.

Lo que crea problemas no es la lentitud de los niños, sino el desajuste entre sus ritmos y los nuestros, sus necesidades y las nuestras.

Está claro que no podemos vivir aislados del reloj: los horarios son importantes porque nos ayudan a estructurar nuestra actividad diaria y a los niños les ayuda a ir generando una estructura interna con pautas claras.

Y tampoco podemos vivir sin incentivar a nuestros hijos para que optimicen todo su potencial, preparándoles así para el competitivo mundo que nos ha tocado (y les ha tocado) vivir. En cualquier caso, tenemos toda una vida para ello.

Pero ¿cómo conseguir que el día a día no sea una lucha diaria entre ellos (nuestras pequeñas tortuguitas) y nosotros (las rápidas liebres)?

Lentos para todoHay que reconocer que la paciencia paterna llega a su máximo esplendor en esta etapa en la que los niños se lo toman todo con una parsimonia que altera a cualquiera. Pero lo cierto es que a quitarse el pijama o a comerse una tortilla con tenedor no se aprende de un día para otro, sino que se aprende ensayando, descansando, pensando en otras cosas, intentándolo de nuevo… Hacer las cosas por uno mismo lleva tiempo. Y seguir las rutinas diarias da pereza (y más aún cuando, después de todo lo que ha tardado en meterse en la bañera, ¡queremos obligarle a salir a los pocos minutos porque se enfría la cena!).

Es cierto, ellos son lentos. Pero fijémonos en nosotros y nuestros objetivos: nos pasamos el día achuchándoles para que lo hagan todo rápido, rápido.. y al final conseguimos lo contrario y pasan los meses y nada cambia (seguimos tardando una hora en convencerle para que se ponga el dichoso abrigo). ¿Y por qué? Pues muy sencillo: si cada vez que nuestros hijos emprenden un hábito diario por sí mismos (por ejemplo, lavarse los dientes) nosotros les agobiamos para que terminen cuanto antes (“venga acaba ya que no llegamos” “vamos cariño que no llegamos” “por favor termina eso que hay que hacer lo otro”) , lo que estamos enseñándoles es a hacer las cosas rápido, no a hacerlas bien. Si les damos un poco de margen y les dejamos ir a su ritmo durante un tiempo, lo más probable es que sean ellos solos los que estén deseando pasar a otra cosa rápidamente una vez dominado el tema (incluso puede que hasta estén deseando mostrarnos lo bien y lo rápido que son capaces de meter los calcetines en la lavadora ellos solitos).

Puede que tarden más tiempo del previsto en hacer las cosas como a nosotros nos gustaría. Incluso puede que lo que a nosotros nos gustaría fuera que no quisieran hacer tantas cosas solos (con lo cómodo que era la teta y ahora se empeña en comer él solito sus cereales con cuchara!!)… pero la realidad es que a esta edad están deseando hacer las cosas por ellos mismos, que hay que permitírselo por su propio bien (excepto aquellas que sean peligrosas) y que no van a aprender más rápido por el hecho de achucharles, sino que van a tardar lo mismo (hagan la prueba).
Así que una buena estrategia es cambiar el “vamos, que hay prisa” por el elogio más sincero a sus esfuerzos .

Lo único que tenemos que hacer nosotros es ser lo más flexibles que podamos con nuestro propio tiempo y nuestros planes; y además tener siempre en cuenta que lo que importa es el proceso, no el resultado. ¿Por qué agobiarnos porque no vamos a llegar al parque porque el pequeño se va parando en todos los escaparates? ¿Acaso es tan importante llegar? Si al pequeño le gusta más mirar escaparates, será porque le parecen más divertidos que el parque (donde además mamá espera que socialice- es decir que comparta sus juguetes- con lo poco que le gusta!).

Y hablando de paseos ¡hay que ver lo que nos gusta a los padres recorrer las calles con el niño de mano a salto de mata! Con sus cortas piernecitas es imposible que un pequeño de dos años pueda llevar nuestra velocidad porque no solo es capaz de alcanzar nuestra zancada, es que se cansa el doble porque es como si hiciera el doble de recorrido (observemos cuántos pasos da un niño por cada paso de un adulto). De ahí que a mitad de recorrido el noventa por ciento de los niños menores de dos años pidan que les cojamos en brazos o (si tienen destreza con su lenguaje) que vayamos más despacio.. y aún les miramos extrañados.

En cuanto a las rutinas diarias y demás peticiones paternas (desde tomarse un zumo en la merienda hasta ir aprendiendo a recoger sus juguete, pasando por dejar lo que estaba haciendo para echarse la siesta) de lo que se trata, en líneas generales, es de reducir el número de pasos para llegar al objetivo, no pedirle al niño acciones muy complicadas (porque encontrará mil distracciones en el camino) y, por supuesto, armarnos de paciencia.

Respetar sus ritmos de aprendizaje

Las teorías que hablan de la estimulación temprana han hecho mucho bien a la sociedad y concretamente a aquellos niños de estratos sociales más desfavorecidos y que recibían una estimulación mínima. Gracias a ellas, padres, madres y profesionales nos concienciamos en su día de la importancia que tiene estimular a nuestros pequeños para que desarrollen todo su potencial. Pero desgraciadamente, la estimulación temprana se ha convertido en una moda mal entendida y que viene a ser, en parte, la culpable de que algunos niños anden tan estresados intentado memorizar tarjetas, visualizar películas educativas desde que son tiernos bebés, responder correctamente a determinadas preguntas y otras tantas actividades destinadas a estimular su inteligencia y que aplicadas todas a la vez y sistemáticamente no hacen más que saturar al niño con demasiada información que no siempre está preparado para digerir.

El error no está en estimular (que está muy bien ), sino en centrarse solamente en los logros, cuantos más mejor, cuanto más pequeños mejor y en el menor tiempo posible.

No hace falta que aprendan rápido. El nacimiento de la inteligencia es fascinante y presenciar cómo evolucionan el pensamiento y las emociones de un niño de un año es todo un lujo… pero esto es un milagro que sucede poco a poco, día a día, a base de muchos fracasos, perseverancia y por supuesto amor paterno.

La mejor estimulación es la que se adapta al niño y no al revés.. y no hay herramienta más adaptada al niño que el juego libre. Es decir que si lo que queremos es respetar sus ritmos de aprendizaje, no hay nada más fácil que dejar que sea el propio niño quien marque la pauta, el ritmo y el ámbito de sus intereses, en vez de imponerle siempre desde fuera nuestros criterios y tiempos con el fin de generar unos logros determinados (“voy a comprarle este juego de torres para que aprenda a calcular espacios” “estamos leyendo un cuento para aprender los colores” “vamos a poner esta canción para aprender a contar”).

Si tenemos paciencia y les dejamos hacer, observaremos cómo nuestros hijos descubren (casi sin ayuda) que hay otros “yoes” en el mundo además de él, que se pueden subir y bajar escaleras sin caerse, que los números van uno detrás del otro, que los colores tienen nombres diferentes, que lo que uno hizo ayer puede ser recordado hoy… y así hasta completar una larga lista de conocimientos y habilidades que se van adquiriendo entre el primer y el segundo cumpleaños con muy poquita ayuda por nuestra parte (basta con dejar a su alcance los juguetes y profundizar juntos en aquello que vemos que le interesa): sería una pena perdernos estos procesos (o bloquearlos con otros aprendizajes que corresponden a otras edades) por estar solo centrados en los logros o por querer que las cosas sucedan antes de tiempo.

Las emociones maduran despacio.

Los padres ayudamos a los niños a regular sus emociones desde el momento del nacimiento y uno de los errores más comunes y paradójicamente más adaptativos durante los primeros meses es que les tratamos como si fueran mayores de lo que son. Cuando un bebé balbucea (quizá sin una finalidad concreta) ahí hay un papá o una mamá atentos a interpretar un mensaje de lo más elaborado (“quiere que le acerques ese osito” “no, que va, lo que quiere es agua” “te equivocas, me ha parecido entender que llamaba al gato”). Por eso todos los bebés nos parecen listísimos (“¡qué espabilao está este niño!”), porque mezclamos su inteligencia real (que no es poca, ojo) con nuestras adultas atribuciones. Y por eso los bebés se van haciendo listísimos.. porque nuestras interpretaciones y reacciones van configurando su mundo, sus relaciones y sus emociones.
Pero curiosamente (¿quizá porque a lo largo de este año dejan de ser bebés regordetes para pasar a asemejarse más a niños hechos y derechos?), cuando llegan a esta edad cambiamos nuestras benévolas interpretaciones por otras más retorcidas (“si cedes estás perdido” “te está chantajeando” “no dejes que te gane la partida” “hay que educarle” ) y empezamos a exigir. Les exigimos un control de sus emociones más maduro, que no se encaprichen, que sepan lo que quieren, que no tengan berrinches y que muestren gestos tan elaborados como compartir, pensar en los demás, ser prudentes, contenidos…. Y encima lo queremos para ayer.

Nos olvidamos de que, sin querer, seguimos atribuyendo nuestras expectativas y creencias a nuestros hijos. Y esas expectativas y creencias pueden estar equivocadas: de hecho, lo están si pretendemos que un niño de un año y medio funcione como uno de diez.

A estas edades, la clave de una afectividad sana no está en el control temprano de las emociones sino en la comunicación familiar y el respeto mutuo. Por eso es importante recordar que siguen siendo bebés , y que nuestras demandas deberían ser hechas teniendo en cuenta su grado de desarrollo actual (no podemos pedirle que sepa cómo calmarse en un berrinche, por ejemplo, ni que decida en dos minutos si quiere fruta o yogur).

Descubrir el mundo junto a nuestros hijos, despreocupadamente y sin prisas, nos puede dar más satisfacciones de las que pensábamos. De hecho, nuestros hijos, con su ausencia de horarios y su genuina forma de actuar, pueden ser esa isla que todos los adultos buscamos, nuestro paraíso perdido.

Texto: http://atraviesaelespejo.blogspot.com/2008/06/su-ritmo-1-2-aos.html
Violeta Alcocer para Ser Padres Hoy (copyright)

martes, 21 de octubre de 2008

Los sanitarios tienen mucho que hacer en la promoción de la lactancia


MADRID.- La revisión de 25 estudios ha permitido a un grupo de expertos estadounidenses establecer el valor que los programas de atención primaria antes, durante y después del embarazo tienen para promocionar la lactancia. El objetivo de las autoridades de Estados Unidos es aumentar el porcentaje de madres que amamantan a sus hijos, así como la duración y la exclusividad de este tipo de alimentación.


Numerosas investigaciones han demostrado los beneficios que dar el pecho tiene para la mujer y su hijo. Las madres tienen, a la larga, menos riesgo de cáncer de ovario y de mama, además de una mayor facilidad para perder los kilos ganados durante la gestación. Los recién nacidos padecen menos infecciones respiratorias y gastrointestinales y tienen una tasa más baja de diabetes tipo 2 y obesidad. En los países en vías de desarrollo, además, mejora la supervivencia infantil y es una buena ayuda para el control de la natalidad.


Tras el advenimiento de las primeras leches en polvo sustitutas de la materna, allá por 1860, la tasa de amamantamiento ha ido cayendo paulatinamente en medio mundo. A mediados de los 70 del siglo pasado varios países se percataron de los daños que provocaba la 'cultura del biberón' y decidieron tomar cartas en el asunto. Hoy en día, la mayor potencia mundial ha logrado situar el porcentaje de madres que dan el pecho en un 73% y está muy cerca de alcanzar su objetivo para 2010 de llegar hasta el 75%. La asignatura pendiente es lograr que la lactancia se mantenga más allá de los seis meses y que sea exclusiva en la medida de lo posible.


El Grupo Especial de Servicios Preventivos de EEUU, una comisión independiente de expertos en atención primaria, ha tenido mucho que ver en el renacimiento de la lactancia natural a través de sus recomendaciones. Ahora, en las páginas de la revista 'Annals of Internal Medicine', publican la revisión de estas guías, basándose en el análisis de 25 ensayos realizados en este y otros países.


La conclusión es clara: "Repartir panfletos entre las gestantes o decirles simplemente que den el pecho no es suficiente", ha señalado Ned Calonge, presidente del grupo. "Las intervenciones multifacéticas para promover la lactancia funcionan". Las más efectivas para aumentar la duración del periodo de amamantamiento, a tenor de lo estudiado, son aquellas que funcionan en la fase pre y posnatal. La promoción en los servicios de atención primaria mejoró notablemente la tasa de madres que se iniciaban y continuaban dando el pecho a sus vástagos, según apunta el trabajo, comparado con los cuidados ordinarios que reciben las embarazadas.


Educar a las madres y sus familias acerca de sus beneficios, ofrecer apoyo directo durante el amamantamiento de los niños y educar y entrenar a los profesionales sanitarios en estas cuestiones son algunas de las cosas que ayudan y alientan a las mujeres a dar el pecho a sus hijos. La única pega que los expertos ven a estos programas es que eventualmente una madre sienta que ha decepcionado a su pequeño por no poder darle el pecho, con las consecuencias psicológicas que pueda esto acarrear. No obstante, coinciden en que es posible promoverla sin crear este sentimiento de culpa.


lunes, 6 de octubre de 2008

Lanzamiento revista

Hoy quiero compartir con vosotros el lanzamiento de la revista que han creado mis compañeras de la Asociacion Criar con el Corazón. Asi que ya sabeis, echarle un ojo.

Un besito a todos

Ruth

viernes, 3 de octubre de 2008

Las princesas tambien paren en casa

29 SEPTIEMBRE 2008

La hija de los Reyes de Noruega dio a luz esta misma mañana a su tercera hija, Emma Tallulah , en su casa de Lommedalen, al Oeste de Oslo.



La princesa Marta Luisa decidió repetir la experiencia que tuvo con Leah, su segunda hija –vino al mundo, también, en su domicilio, con la ayuda de su equipo médico-, a pesar de que el alumbramiento no estuvo exento de críticas.



La hija del rey Harald no quiso entrar entonces en ninguna controversia "político-sanitaria" y aseguró que si tuvo a su segunda hija en el hogar fue porque lo consideró "más natural".



No será Princesa

Emma Tallulah, quinta nieta de los Reyes de Noruega, vino al mundo sin complicaciones a las 12.53 horas de esta misma mañana y, al igual que su madre, se encuentra bien. La pequeña mide 53 centímetros y pesa 3.700 gramos.




Las explicaciones sobre el por qué de su nombre llegarán, probablemente, con las primeras imágenes. Fotografías que realizará su padre, el escritor Ari Benh.



Emma no recibirá el título de Princesa, aunque sí será tratada, al igual que sus dos hermanas, Maud y Leah, como Alteza Real, según el acuerdo que llegó Marta Luisa con sus padres, los Reyes de Noruega.



Fuente: http://www.hola.com/casasreales/2008/09/29/martaluisa-treshija/

Esta claro que estas cosas solo pasan en paises como noruega... Para contraste nuestra querida princesita con 2 "inne-cesareas"

jueves, 31 de julio de 2008

Entrevista a Michel Odent

“Más que humanizar el parto, hay que mamiferizarlo”


Por: L. Artiz


“Las mujeres tienen que parir sin espectadores para que puedan liberar oxitocina, la hormona del amor, porque es una hormona tímida”.


Michel Odent, prestigioso ginecólogo francés, pionero en la promoción del parto fisiológico y precursor hace tres décadas de las bañeras de dilatación, ha hablado con Ser Padres sobre la importancia de lograr partos menos medicalizados y mucho más naturales, o como él los llama, más cercanos a los de todos los demás mamíferos, más “mamiferizados”.



P: Cuando habla de la importancia del amor en el parto, ¿a qué se refiere?
R: El amor ya no es tema exclusivo de poetas, filósofos o novelistas. Hoy lo estudian científicos de muy diversas disciplinas y han llegado a una conclusión: la importancia que tiene todo lo que sucede en el inicio de la vida para desarrollar la capacidad de amar. Es fundamental no perturbar demasiado el parto para que madre e hijo puedan desarrollar ese amor.


P: ¿No perturbar el parto significa no medicalizarlo y humanizarlo más?
R: Más que humanizar, yo hablaría de “mamiferizar”. Para que un parto sea fácil, hay que redescubrir las necesidades básicas que compartimos con todos los mamíferos. Y todas las hembras, para segregar oxitocina, esa hormona del amor que hasta hace poco se necesitaba liberar para poder a la luz, necesitan sentirse seguras y que su nivel de adrenalina sea muy bajo. En la selva, si una hembra está a punto de dar a luz y se da cuenta de que tiene un depredador cerca, segregará adrenalina para poder defenderse y retrasará el parto para cuando se sienta más segura. Los mamíferos necesitan sentirse seguros y no observados para dar a luz.


P: ¿Un parto con médicos, oxitocina sintética, epidural, cesárea… no es más fácil?
R: No, la epidural es un medicamento que sustituye a las endorfinas, lo mismo que la oxitocina sintética sustituye a la natural. Todos estos medicamentos hacen el papel de las hormonas que las mujeres no pueden segregar porque no se encuentran en un entorno adecuado. Hoy en día no solo no las pueden liberar las parturientas que dan a luz por cesárea, también muchas de las que tienen un parto vaginal, al usar sustitutos farmacológicos de estas hormonas del amor. El problema es que estos sustitutos no producen efectos sobre el comportamiento y alteran el curso natural del nacimiento, un momento crítico en el proceso del desarrollo de la capacidad de amar.


P: Entonces, ¿cuál es el mejor entorno?
R: Después de llevar más de medio siglo participando en nacimientos, puedo resumir mi aprendizaje en pocas palabras: un parto será más fácil y rápido cuanto más sola esté la mujer. Solo necesita una comadrona que tenga experiencia y una actitud maternal y que se mantenga en silencio. Es el mejor entorno para liberar la oxitocina, que es una hormona tímida y no aparece si hay muchos espectadores.


Desde:
www.serpadres.es


Ruth

miércoles, 23 de julio de 2008

Tu hijo es una buena persona


Cuando una esposa afirma que su marido es muy bueno, probablemente es un hombre cariñoso, trabajador, paciente, amable... En cambio, si una madre exclama "mi hijo es muy bueno", casi siempre quiere decir que se pasa el día durmiendo, o mejor que "no hace más que comer y dormir" (a un marido que se comportase así le llamaríamos holgazán). Los nuevos padres oirán docenas de veces (y pronto repetirán) el chiste fácil: "¡Qué monos son... cuando duermen!"


Y así los estantes de las librerías, las páginas de las revistas, las ondas de la radio, se llenan de "problemas de la infancia": problemas de sueño, problemas de alimentación, problemas de conducta, problemas en la escuela, problemas con los hermanos... Se diría que cualquier cosa que haga un niño cuando está despierto ha de ser un problema.


Nadie nos dice que nuestros hijos, incluso despiertos (sobre todo despiertos), son gente maravillosa; y corremos el riesgo de olvidarlo. Aún peor, con frecuencia llamamos "problemas", precisamente, a sus virtudes.


Tu hijo es generoso


Marta juega en la arena con su cubo verde, su pala roja y su caballito. Un niño un poco más pequeño se acerca vacilante, se sienta a su lado y, sin mediar palabra (no parece que sepa muchas) se apodera del caballito, momentáneamente desatendido. A los pocos minutos, Marta decide que en realidad el caballito es mucho más divertido que el cubo, y lo recupera de forma expeditiva. Ni corto ni perezoso, el otro niño se pone a jugar con el cubo y la pala. Marta le espía por el rabillo del ojo, y comienza a preguntarse si su decisión habrá sido la correcta. ¡El cubo parece ahora tan divertido!


Tal vez la mamá de Marta piense que su hija "no sabe compartir". Pero recuerde que el caballito y el cubo son las más preciadas posesiones de Marta, digamos como para usted el coche. Y unos minutos son para ella una eternidad. Imagine ahora que baja usted de su coche, y un desconocido, sin mediar palabra, sube y se lo lleva. ¿Cuántos segundos tardaría usted en empezar a gritar y a llamar a la policía? Nuestros hijos, no le quepa duda, son mucho más generosos con sus cosas que nosotros con las nuestras.


Tu hijo es desinteresado


Sergio acaba de mamar; no tiene frío, no tiene calor, no tiene sed, no le duele nada... pero sigue llorando. Y ahora, ¿qué más quiere?


La quiere a usted. No la quiere por la comida, ni por el calor, ni por el agua. La quiere por sí misma, como persona. ¿Preferiría acaso que su hijo la llamase sólo cuando necesitase algo, y luego "si te he visto no me acuerdo"? ¿Preferiría que su hijo la llamase sólo por interés?


El amor de un niño hacia sus padres es gratuito, incondicional, inquebrantable. No hace falta ganarlo, ni mantenerlo, ni merecerlo. No hay amor más puro. El doctor Bowlby, un eminente psiquiatra que estudió los problemas de los delincuentes juveniles y de los niños abandonados, observó que incluso los niños maltratados siguen queriendo a sus padres.


Un amor tan grande a veces nos asusta. Tememos involucrarnos. Nadie duda en acudir de inmediato cuando su hijo dice "hambre", "agua", "susto", "pupa"; pero a veces nos creemos en el derecho, incluso en la obligación, de hacer oídos sordos cuando sólo dice "mamá". Así, muchos niños se ven obligados a pedir cosas que no necesitan: infinitos vasos de agua, abrir la puerta, cerrar la puerta, bajar la persiana, subir la persiana, encender la luz, mirar debajo de la cama para comprobar que no hay ningún monstruo... Se ven obligados porque, si se limitan a decir la pura verdad: "papá, mamá, venid, os necesito", no vamos. ¿Quién le toma el pelo a quién?


Tu hijo es valiente


Está usted haciendo unas gestiones en el banco y entra un individuo con un pasamontañas y una pistola. "¡Silencio! ¡Al suelo! ¡Las manos en la nuca!" Y usted, sin rechistar, se tira al suelo y se pone las manos en la nuca. ¿Cree que un niño de tres años lo haría? Ninguna amenaza, ninguna violencia, pueden obligar a un niño a hacer lo que no quiere. Y mucho menos a dejar de llorar cuando está llorando. Todo lo contrario, a cada nuevo grito, a cada bofetón, el niño llorará más fuerte.


Miles de niños reciben cada año palizas y malos tratos en nuestro país. "Lloraba y lloraba, no había manera de hacerlo callar" es una explicación frecuente en estos casos. Es la consecuencia trágica e inesperada de un comportamiento normal: los niños no huyen cuando sus padres se enfadan, sino que se acercan más a ellos, les piden más brazos y más atención. Lo que hace que algunos padres se enfaden más todavía. Si que huyen los niños, en cambio, de un desconocido que les amenaza.


Los animales no se enfadan con sus hijos, ni les riñen. Todos los motivos para gritarles: sacar malas notas, no recoger la habitación, ensuciar las paredes, romper un cristal, decir mentiras... son exclusivos de nuestra especie, de nuestra civilización. Hace sólo 10.000 años había muy pocas posibilidades de reñir a los hijos. Por eso, en la naturaleza, los padres sólo gritan a sus hijos para advertirles de que hay un peligro. Y por eso la conducta instintiva e inmediata de los niños es correr hacia el padre o la madre que gritan, buscar refugio en sus brazos, con tanta mayor intensidad cuanto más enfadados están los progenitores.


Tu hijo sabe perdonar


Silvia ha tenido una rabieta impresionante. No se quería bañar. Luchaba, se revolvía, era imposible sacarle el jersey por la cabeza (¿por qué harán esos cuellos tan estrechos?). Finalmente, su madre la deja por imposible. Ya la bañaremos mañana, que mi marido vuelve antes a casa; a ver si entre los dos...


Tan pronto como desaparece la amenaza del baño, tras sorber los últimos mocos y dar unos hipidos en brazos de mamá, Silvia está como nueva. Salta, corre, ríe, parece incluso que se esfuerce por caer simpática. El cambio es tan brusco que coge por sorpresa a su madre, que todavía estará enfadada durante unas horas. "¿Será posible?" "Mírala, no le pasa nada, era todo cuento".


No, no era cuento. Silvia estaba mucho más enfadada que su madre; pero también sabe perdonar más rápidamente. Silvia no es rencorosa. Cuando Papá llegue a casa, ¿cuál de las dos se chivará? ("Mamá se ha estado portando mal..."). El perdón de los niños es amplio, profundo, inmediato, leal.


Tu hijo sabe ceder


Jordi duerme en la habitación que sus padres le han asignado, en la cama que sus padres le han comprado, con el pijama y las sábanas que sus padres han elegido. Se levanta cuando le llaman, se pone la ropa que le indican, desayuna lo que le dan (o no desayuna), se pone el abrigo, se deja abrochar y subir la capucha porque su madre tiene frío y se va al cole que sus padres han escogido, para llegar a la hora fijada por la dirección del centro. Una vez allí, escucha cuando le hablan, habla cuando le preguntan, sale al patio cuando le indican, dibuja cuando se lo ordenan, canta cuando hay que cantar. Cuando sea la hora (es decir, cuando la maestra le diga que ya es la hora) vendrán a recogerle, para comer algo que otros han comprado y cocinado, sentado en una silla que ya estaba allí antes de que él naciera.


Por el camino, al pasar ante el quiosco, pide un "Tontanchante", "la tontería que se engancha y es un poco repugnante", y que todos los de su clase tienen ya. "Vamos, Jordi, que tenemos prisa. ¿No ves que eso es una birria?" "¡Yo quiero un Totanchante, yo quiero, yo quiero...!" Ya tenemos crisis.


Mamá está confusa. Lo de menos son los 20 duros que cuesta la porquería ésta. Pero ya ha dicho que no. ¿No será malo dar marcha atrás? ¿Puede permitir que Jordi se salga con la suya? ¿No dicen todos los libros, todos los expertos, que es necesario mantener la disciplina, que los niños han de aprender a tolerar las frustraciones, que tenemos que ponerles límites para que no se sientan perdidos e infelices? Claro, claro, que no se salga siempre con la suya. Si le compra ese Tontachante, señora, su hijo comenzará una carrera criminal que le llevará al reformatorio, a la droga y al suicidio.


Seamos serios, por favor. Los niños viven en un mundo hecho por los adultos a la medida de los adultos. Pasamos el día y parte de la noche tomando decisiones por ellos, moldeando sus vidas, imponiéndoles nuestros criterios. Y a casi todo obedecen sin rechistar, con una sonrisa en los labios, sin ni siquiera plantearse si existen alternativas. Somos nosotros los que nos "salimos con la nuestra" cien veces al día, son ellos los que ceden. Tan acostumbrados estamos a su sumisión que nos sorprende, y a veces nos asusta, el más mínimo gesto de independencia. Salirse de vez en cuando con la suya no sólo no les va hacer ningún daño, sino que probablemente es una experiencia imprescindible para su desarrollo.


Tu hijo es sincero


¡Cómo nos gustaría tener un hijo mentiroso! Que nunca dijera en público "¿Por qué esa señora es calva?" o ¿Por qué ese señor es negro?" Que contestase "Sí" cuando le preguntamos si quiere irse a la cama, en vez de contestar "Sí" a nuestra retórica pregunta "¿Pero tú crees que se pueden dejar todos los juguetes tirados de esta manera?"


Pero no lo tenemos. A los niños pequeños les gusta decir la verdad. Cuesta años quitarles ese "feo vicio". Y, entre tanto, en este mundo de engaño y disimulo, es fácil confundir su sinceridad con desafío o tozudez.


Tu hijo es un buen hermano


Imagínese que su esposa llega un día a casa con un guapo mozo, más joven que usted, y le dice: "Mira, Manolo, este es Luis, mi segundo marido. A partir de ahora viviremos los tres juntos, y seremos muy felices. Espero que sabrás compartir con él tu ordenador y tu máquina de afeitar. Como en la cama de matrimonio no cabemos los tres, tú, que eres el mayor, tendrás ahora una habitación para ti sólito. Pero te seguiré queriendo igual". ¿No le parece que estaría "un poquito" celoso? Pues un niño depende de sus padres mucho más que un marido de su esposa, y por tanto la llegada de un competidor representa una amenaza mucho más grande. Amenaza que, aunque a veces abrazan tan fuerte a su hermanito que le dejan sin aire, hay que admitir que los niños se toman con notable ecuanimidad.


Tu hijo no tiene prejuicios


Observe a su hijo en el parque. ¿Alguna vez se ha negado a jugar con otro niño porque es negro, o chino, o gitano, o porque su ropa no es de marca o tiene un cochecito viejo y gastado? ¿Alguna vez le oyó decir "vienen en pateras y nos quitan los columpios a los españoles"? Tardaremos aún muchos años en enseñarles esas y otras lindezas.


Tu hijo es comprensivo


Conozco a una familia con varios hijos. El mayor sufre un retraso mental grave. No habla, no se mueve de su silla. Durante años, tuvo la desagradable costumbre de agarrar del pelo a todo aquél, niño o adulto, que se pusiera a su alcance, y estirar con fuerza. Era conmovedor ver a sus hermanitos, con apenas dos o tres años, quedar atrapados por el pelo, y sin gritar siquiera, con apenas un leve quejido, esperar pacientemente a que un adulto viniera a liberarlos. Una paciencia que no mostraban, ciertamente, con otros niños. Eran claramente capaces de entender que su hermano no era responsable de sus actos.


Si se fija, observará estas y muchas otras cualidades en sus hijos. Esfuércese en descubrirlas, anótelas si es preciso, coméntelas con otros familiares, recuérdeselas a su hijo dentro de unos años ("De pequeño eras tan madrugador, siempre te despertabas antes de las seis...") La educación no consiste en corregir vicios, sino en desarrollar virtudes. En potenciarlas con nuestro reconocimiento y con nuestro ejemplo.


La semilla del bien


Observando el comportamiento de niños de uno a tres años en una guardería, unos psicólogos pudieron comprobar que, cuando uno lloraba, los otros espontáneamente acudían a consolarle. Pero aquellos niños que habían sufrido palizas y malos tratos hacían todo lo contrario: reñían y golpeaban al que lloraba. A tan temprana edad, los niños maltratados se peleaban el doble que los otros, y agredían a otros niños sin motivo ni provocación aparente, una violencia gratuita que nunca se observaba en niños criados con cariño.


Oirá decir que la delincuencia juvenil o la violencia en las escuelas nacen de la "falta de disciplina", que se hubieran evitado con "una bofetada a tiempo". Eso son tonterías. El problema no es falta de disciplina, sino de cariño y atención, y no hay ningún tiempo "adecuado" para una bofetada. Ofrézcale a su hijo un abrazo a tiempo. Miles de ellos. Es lo que de verdad necesita.


Dr. Carlos González, pediatraExtractado de
Bésame mucho


Espero que os guste esta joyita.

un besito

Ruth

martes, 22 de julio de 2008

Mi niño no me come


Pautas orientativas para padres de niños que, aparentemente, no comen bien.


1.- No obligar nunca a comer a un niño. Un adulto puede que se niegue a probar bocado por los dictados de la moda pero a un crío aún no le pesan las normas sociales. Por tanto no se debe insistir en que el niño trague a toda costa.


2.- Cuánta cantidad de comida es necesaria. Cada uno de nosotros necesita un aporte calórico distinto, razón por la que la alimentación no puede tomarse como una ciencia exacta. Unos zampan como elefantes mientras otros comen como pajaritos. ¿Por qué entonces se intenta medir a los niños por el mismo rasero? Un niño de año y medio puede que necesite comer la misma cantidad que un bebé de nueve meses.


3.- ¿Seguro que no come nada? Para la mayoría de los padres no comer nada significa que su hijo no engulle lo que ellos creen que necesita. Quizá si su medida fuera medio plato en vez de uno repleto hasta el borde cambiaría su percepción.


4.- Los que de verdad no comen. Las enfermedades y los celos provocan un rechazo a la comida que suele ser transitorio y una vez solucionado el problema regresa el apetito.


5.- El trabajo de mamá. El regreso laboral de mamá origina en ciertos bebés una negativa a alimentarse si no lo hace su madre. Pueden no consumir nada en ocho horas y luego ponerse las botas cuando ella regresa.


6.- Un asunto de honor. Los padres, sobre todo las madres, suelen vivir la inapetencia como un agravio personal. Otras consideran un deber atiborrar a su hijo.


7.- Culpabilidad. Frustración y un terrible sentimiento de no saber cumplir como lo hicieron con ella, fustigan a muchas madres para quienes la hora de la comida es un calvario.


8.- Niños incomprendidos. Imagínese qué pensará su hijo. Él, que sólo cuenta con el cariño de sus padres, de repente se ve atacado por aquellos en quienes confía, que insisten en cebarle cuando ya no le entra más y encima se enfadan y le gritan.


9.- La prueba definitiva. Coma en proporción a lo que da a su hijo. Si el niño pesa 10 kilos y engulle un plato, tráguese usted cinco o seis raciones. Seguro que revienta.


10.- Pecho "for ever" y a libre demanda. La leche materna es el alimento más completo y nutritivo. Si el niño no pierde peso es conveniente alargar la lactancia hasta el año o los dos años. Siempre sin imposición de horarios, porque él ya lo pedirá cuando lo necesite.


11.- Las papillas. Nunca se debe sustituir el pecho por la infundada creencia de que los cereales alimentan más. Cuando los niños ya degustan papillas hay que saber que casi ninguno logra terminarse la medida recomendada porque es simplemente una orientación, no un dictado.


12.- Horror a las verduras. El pequeño estómago de los niños admite pequeñas cantidades, o sea, muchas calorías en poco volumen. Las verduras contienen mucha fibra y escasas calorías, por lo que les enguachina pero no les sacia. Apenas unas cucharadas serán suficientes para que le saquen el gusto.


13.- La papilla de frutas. Con las frutas viene a suceder lo mismo que con las verduras. Si el crío las rechaza pruebe a darle una manzana a mordiscos o una pera en trocitos, por ejemplo. Las recomendaciones y mezclas frutales del pediatra no tienen por qué ir a misa.


14.- Respetar el sueño. Algunos padres enchufan a sus hijos el biberón mientras éstos duermen y después se quejan de que no comen cuando están despiertos. ¡Pero si ya se han alimentado!

15.- Chucherías prohibidas. Al margen de que el niño coma o no coma, los dulces y las famosas chucherías sólo una vez al año para que no hagan daño.


16.- La crisis del año. Justo a los 12 meses se frena la velocidad de crecimiento y por tanto no precisan la misma cantidad de alimento. A partir de los cinco años aumentarán el gasto energético y las necesidades.


17.- El perceptil. Las gráficas de peso traen fritos a los padres. En cada país se elabora una distinta y nunca coinciden entre ellas. ¿Quiere eso decir que según el lugar del mundo en que pesen a su hijo estará por encima o debajo de la media?


18.- Defensas infantiles. Los más pequeños se defienden ante la indigesta ofensiva paterna a base de hacer bola, escupir e incluso vomitar. Nunca se niegan por capricho. Evolutivamente los críos tienden a rechazar los sabores desconocidos por simple supervivencia.

19.- Un dragón llamado alergia. La alergia puede provocar la negativa del niño a ingerir ciertos alimentos como la leche, el gluten, el huevo o cualquier otro incompatible con su inmaduro organismo. Por eso es conveniente no obligar a comer.


20.- Estimulantes del apetito. Los tónicos estimulantes contienen psicofármacos que actúan sobre el centro cerebral del apetito y su efecto desaparece en cuanto se deja el medicamento. Poco aconsejables salvo excepciones.


21.- Cómo introducir los alimentos. A partir de los seis meses se pueden ir probando nuevos sabores con gran precaución y muy lentamente.


22.- Estrategias. No guardar la comida para la cena. Ponerle en el plato sólo lo que suela tomar aunque sean tres cucharadas, si tiene hambre pedirá más. Evitar las broncas y los sobornos.
23.- Vegetarianos. Cuando los padres son vegetarianos los niños pueden vivir perfectamente con una dieta ovo-lacto-vegetariana.


24.- Acostumbrarse a comer de todo. Obligarle a comer un determinado alimento es la mejor forma de lograr que lo odie para el resto de su vida. Si no se le fuerza acabará probándolo.


25.- Comer solo. Un niño se puede negar a comer porque quiere meterse él mismo el alimento en la boca y no se lo permiten. Aunque se estire la hora del almuerzo y ponga todo perdido es preferible concederles cierta independencia

Carlos GonzálezAutor de
Mi niño no me come


Un saludo a todos



Ruth


lunes, 21 de julio de 2008

El metodo canguro



La primera violación, lo peor que puede ocurrirle a cualquier recién nacido, es la separación de su madre, su hábitat normal.


CÓMO ACTUA EL CEREBRO SOBRE EL CUERPO:

Opciones comportamentales del recién nacido
El metabolismo basal de todos los animales está regulado por el cerebro arcaico, y se expresa por medio de una programación comportamental. Cada programa tiene su juego de hormonas, sus automatismos y se caracteriza por un comportamiento físico. El programa neurocomportamental de la reproducción de los mamíferos ha sido estudiado de manera extensa. Cada etapa de la gestación tiene su ambiente hormonal específico, y sus componentes específicas y somáticas.
En términos biológicos, el Homo sapiens es un mamífero. Lo que caracteriza a todos los mamíferos es que tienen mamas (del latín ‘mammae’) destinadas a la alimentación de las crías. Las investigaciones biológicas en numerosos mamíferos han demostrado que los procesos neurológicos que tienen lugar durante la gestación (el desarrollo embrionario) están ‘altamente conservados’, es decir, son casi idénticos en todas las especies (Christensson, 1995). Los mecanismos endocrinos fundamentales de la gestación, son también notablemente similares en todas las especies (Keverne y Kendrick, 1994). Hay modelos de comportamiento programados por el sistema límbico de nuestro cerebro. Desde el nacimiento, todos los mamíferos presentan una ‘secuencia comportamental definida’ (Rosenblatt, 1994), que lleva al arranque y al mantenimiento del comportamiento de la lactancia. Existen diferencias en estas secuencias, cada especie tiene la suya propia. Un descubrimiento fundamental y sorprendente ha sido constatar que lo determinante es el comportamiento de la cría recién nacida; que es su actividad la que induce una respuesta cuidadora de su madre (Rosenblatt, 1994). También se ha constatado que existe un periodo crítico, a saber, un periodo durante el cual es necesario que se produzcan ciertos hechos claves para un desarrollo óptimo; un periodo que ha sido bien descrito por la investigación en los mamíferos, y cuya importancia se reconoce ahora cada vez más también en el ser humano. Tras su iniciación a cargo del recién nacido, ‘la lactancia se establece por medio de una gama de estimulaciones complejas, mutuas entre la madre y la criatura’ (Kjellmer y Winberg, 1994). No obstante, en todas las especies, la lactancia es ‘un comportamiento especialmente frágil y transitorio’ (Alberts, 1994): cualquier intervención puede fácilmente perturbarla.
L@s biólog@s describen a los mamíferos como una especie que se desarrolla en una serie de hábitats (útero, contacto cuerpo a cuerpo con la madre, fratria, resto del mundo). El concepto básico es que, en cada uno de estos hábitats, el organismo en desarrollo está físicamente capacitado y neurobiológicamente programado para comportarse de manera que le permita satisfacer todas sus necesidades (Alberts, 1994); está dotado de las competencias requeridas, que se manifestarán espontáneamente en el hábitat para el cual está diseñado, y es este hábitat el que le proporcionará la satisfacción de sus necesidades. El hábitat determina así ‘el nivel de organización’ del cerebro, o sea, la capacidad de controlar correctamente el nivel de vigilia. El estudio con electroencefalogramas ha mostrado que la duración de un ciclo de sueño normal en una criatura recién nacida es de 60 a 90 minutos, y que la perturbación de estos ciclos produce stress y patologías. Pero en los bebés un ciclo normal de sueño no puede ser observado más que si está en su hábitat normal, a saber, si están en contacto cuerpo a cuerpo con su madre.
Estos factores neurocomportamentales tienen un objetivo específico: satisfacer las necesidades biológicas básicas del organismo. L@s biólog@s por lo general estiman que existen tres (calor, alimento y protección –la necesidad de oxígeno es tan evidente que no se menciona, aunque sea fundamental) y en cada hábitat, el organismo en desarrollo está físicamente capacitado y neurológicamente programado para comportarse de manera que sus necesidades se satisfagan. En términos más científicos, el organismo en desarrollo necesita de una temperatura adecuada, de una nutrición específica, y de una protección prodigada por diferentes medios.
Consecuencias de la separación madre-criatura
Cuando son arrancadas de su hábitat normal, las crías mamíferas tienen un comportamiento idéntico y pre-programado, que podemos llamar ‘respuesta de protesta- respuesta de angustia’ (Alberts, 1994), que fue descrita por vez primera en los bebés de los orfelinatos tras la Segunda Guerra Mundial; después fue estudiada en los monos, y después en muchos otros animales. La respuesta de protesta es una actividad intensa que tiene como objetivo permitir al bebé recuperar su hábitat; la respuesta de la desesperación es una respuesta de supervivencia ante la situación de privación: cursa con una bajada de la temperatura del cuerpo y del ritmo cardíaco, inducidas por un aumento masivo de las tasas de las hormonas de estrés. Llorar es nocivo para los recién nacidos; ello restaura la circulación fetal y aumenta el riesgo de hemorragia intraventricular y diversos otros problemas. La primera violación, lo peor que puede ocurrirle a cualquier recién nacido, es la separación de su madre, su hábitat normal. Esta ‘respuesta’ y su impacto han sido descritos en un extenso artículo de Allan Shore (2001)
La respuesta psicobiológica del bebé humano a los traumatismos se compone de dos esquemas de respuesta diferenciados: la hipervigilancia y la disociación (Perry et al)
En la hipervigilancia, el sistema nervioso simpático se activa fuertemente y de forma brusca, con un aumento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea, del tono y de la vigilancia; la angustia de la criatura se manifiesta con llanto y alaridos... este estado frenético de angustia, que Perry llama ‘miedo-pànico’, se conoce como una estimulación ergotrópica... con secreción de tasas excesivas de las principales hormonas del stress... que se producen en un estado hipermetabólico del cerebro.
La disociación es el estado de reacción subsiguiente a la respuesta al terror, con embotamiento y retraimiento; es un estado de conservación y de repliegue, una respuesta del parasimpático que sobreviene en situaciones en las que la persona no tiene ni ayuda ni esperanza, una respuesta utilizada a lo largo de la vida, por la cual el individuo se desconecta para ‘conservar su energía’, una conducta peligrosa de supervivencia en la que el individuo finge estar muerto; en este estado pasivo de profunda desconexión, la tasa de opiáceos endógenos es alta, lo que produce ausencia de dolor, inmovilidad e inhibición de gritos de angustia. El tono vagal aumenta considerablemente con una bajada de la tensión sanguínea y del ritmo cardíaco(...) en este estado, desde el cerebro de la criatura, tanto los componentes del sistema simpático que consumen energía, como los del sistema parasimpático economizador de energía se activan (...) (provocando) alteraciones bioquímicas caóticas, un estado de toxicidad neuroquímico para el cerebro de la criatura en pleno crecimiento. (Shore 2001).
Cuando la criatura recupera su hábitat normal (el cuerpo de su madre), se constata un rápido aumento de la temperatura y del ritmo cardíaco. “Las llamadas de angustia ligadas a la separación” han sido bien documentadas en las ratas (Alberts, 1994). Se ha constatado llamadas de angustia similares en los bebés humanos en cunas; estos bebés lloran hasta diez veces más que los bebés que están piel con piel con su madre (Michelson et al, 1996). Además, el llanto de los bebés que están piel con piel con su madre tiene una tonalidad completamente diferente, y se ha sugerido que podía tener el objetivo de lograr la ayuda de la madre para alcanzar el seno y mamar (Christensen et al, 1995).
Los estudios neurocomportamentales actuales muestran que esta reacción de protesta-angustia, que remite a estados asociados de hipervigilancia y disociación, puede modificar la estructura cerebral en el sentido de una menos buena adaptación, con consecuencias en el comportamiento futuro.
La separación induce cambios en la eficacia fundamental de los sistemas (McKenna, 1993). La separación precoz puede comportar modificaciones importantes en la fragilidad ante las patologías inducidas por el stress (Hofer, 1994). Los orígenes de muchas desviaciones comportamentales son desconocidos; ¿podrían algunas remontarse a las violaciones de nuestra programación innata? (Kjellmer y Winberg, 1994)
Paradigma occidental y paradigma original
Hace falta comprender el paradigma biológico original del cuidado del bebé, y por qué nuestro paradigma occidental ha llegado a ser lo que es.
Desde el punto de vista de la evolución, en el momento del nacimiento el Homo sapiens es extremadamente inmaduro. El volumen de su cerebro no es más que el 25% del volumen que tendrá en la edad adulta, contra el 45% de los chimpancés, y este porcentaje todavía es más alto en el resto de los mamíferos. Se estima que se trata de un compromiso, de una consecuencia del estrechamiento de la cavidad pélvica que tuvo lugar al adquirir la posición erecta; este estrechamiento hizo imposible el tránsito de un cráneo más voluminoso. El cerebro prosigue pues su crecimiento después del nacimiento. El Homo sapiens tuvo por tanto que desarrollar mecanismos para hacer frente a su inmadurez. No obstante, el nacimiento prematuro del pequeño ser humano no es una aventura peor que la de otras especies animales, siempre y cuando la criatura tenga su hábitat normal.
Algunos podrán pensar que el pequeño ser humano con su cortex cerebral desarrollado, no es comparable a otros animales. Sin embargo, habría que señalar que el cortex no remplaza las partes más primitivas del cerebro, sino que, de hecho, depende totalmente de ellas. La biología puede enseñarnos mucho sobre nuestra humanidad. El Homo sapiens ha sido un ‘cazador recolector tropical’ durante los últimos 3-6 millones de años. Los cambios comenzaron hace alrededor de 10.000 años con el comienzo de la agricultura, pero existen todavía pueblos de cazadores recolectores tropicales que han sido estudiados por antropólogos (Lozoff y Brittenham, 1979). Una cosa común a todos estos pueblos es el hecho de que los recién nacidos y los bebés siempre son llevados aúpas, que duermen pegados a su madre, que la alimentación es una respuesta inmediata a su llanto, que maman cada 1 ó 2 horas, y que la lactancia prosigue hasta los dos años. Durante los últimos 100 años, este modelo milenario (el cuidado atento y el ser llevado aúpas) se ha modificado y, en el nuevo modelo, se acuesta a la criatura aparte (se la separa) con toda tranquilidad; separada de su madre, se ignora su llanto; cada cuatro horas se acude para alimentarla (el padre o la madre va al nido), con una leche industrial (hecha a partir de la leche de otra especie), y muy pronto se introducen otros sustitutos.
Lozoff et al (1977) estiman que esta modificación altera el comienzo de la relación madre-criatura, Y que puede quedar alterada más allá de los límites de adaptabilidad del bebé.
Semmelweiss identificó las infecciones como causa de la mortalidad materna, y a finales del siglo XIX las infecciones eran una causa reconocida de mortalidad en los prematuros. En Francia, para proteger a los recién nacidos de las infecciones, Tarner y Budín desarrollaron y pusieron en práctica el poner a los bebés en unas incubadoras, con las paredes de cristal para que la madre pudiera ver a su bebé y participar en los cuidados. Un alemán llamado Cooney exportó este concepto a USA, pero excluyó a la madre –cuando su propia hija y los amigos de eéta no le estorbaban-. A medida que los cuidados de los bebés se fueron institucionalizando en los hospitales americanos, se fueron excluyendo cada vez más a las madres, como si fueran la causa de las infecciones en los bebés. Como las madres quedaban excluidas, la alimentación con leche industrial se convirtió en el medio práctico, y muy pronto en el medio esencial de alimentar a los bebés. Esta evolución social concluyó a finales de los años 50 (del siglo XX). Solo a comienzos de la década de los 60 se comenzaron a hacer estudios randomizados (=en muestras aleatorias) sobre los nuevos métodos. El uso de la incubadora y la alimentación con leche industrial no fueron nunca objeto de estos estudios.
El resultado es nuestro paradigma occidental, según el cual el recién nacido es por lo general contemplado como un ser totalmente impotente, y que tiene necesidad de ayuda para satisfacer sus necesidades. Cuando el bebé nace a término, se considera que la madre puede atender sus necesidades, tras una formación en puericultura; pero si el bebé es prematuro, el personal sanitario considera que debe quitarle a la madre el bebé para atender todas sus necesidades durante un largo período.

Nuestro estudio randimizado (=en muestras aleatorias), y sus implicaciones en la atención en neonatología
Nuestra cultura actual confía en las incubadoras, quizá porque desconoce sus efectos nefastos, y porque también ignora la existencia de otras alternativas.
El método canguro ha sido definido de diferentes formas, pero sus dos componentes principales son el contacto piel con piel y la lactancia. Desde el punto de vista biológico, y durante el inmediato post-parto, el contacto piel con piel representa el hábitat normal para el Homo sapiens, y la lactancia representa el ‘nicho’ (*), o el comportamiento pre-programado para este hábitat. El paradigma del método canguro se basa en que el bebé prematuro no es un bebé enfermo, sino que es la separación de la madre (del hábitat) lo que produce la enfermedad. Del mismo modo, privar a la criatura de su nicho normal (la lactancia y la leche materna como dos conceptos diferenciados) hará que el prematuro enferme. En el paradigma del Método Canguro, el hábitat original y el nicho son el punto de partida de la atención sanitaria, a los que se les añade toda la tecnología y todo el apoyo disponibles.
Todos los años mueren 5 millones de criaturas, y, en por lo menos la mitad de los casos, la prematuridad es o bien la causa directa o bien uno de los factores de la mortalidad. Recientemente el Método Canguro (definido como el tener a la criatura piel con piel y la lactancia) ha sido recomendado como un método posible para cuidar a los prematuros. Utilizar a la madre como alternativa a la incubadora desde el nacimiento se puso en práctica por primera vez en un hospital de una misión de Zimbabwe, y esta experiencia fue descrita por Bergman y Jurisoo (1994). La tasa de supervivencia de los bebés de muy poco peso al nacer, pasó del 10 al 50 %. Hasta ahora, este método se utilizaba generalmente sólo cuando el bebé estaba clínicamente estabilizado. No existía ningún estudio para evaluar su inocuidad o su eficacia en los prematuros desde el nacimiento. Nuestro estudio aleatorio fue conducido en los años 2000 y 2001, con el fin de evaluar la hipótesis de que la incubadora daba resultados menos buenos que el contacto piel con piel. Tenía el objetivo de confirmar que la única diferencia en las atenciones prodigadas a la criatura era su ‘hábitat’ (mismo tipo de reanimación, mismas perfusiones, misma alimentación y mismas observaciones). Todos los bebés piel con piel se estabilizaron en las primeras 6 horas, incluido el más pequeño de 1200 g., contra la mitad de los que habían sido puestos en la incubadora. Todos los bebés colocados en la incubadora tuvieron respuestas de protesta-angustia, con bajada de temperatura y del ritmo cardíaco, y respiración inestable. Este estudio no se había concebido para investigar resultados a largo plazo, y que yo sepa no existe ningún estudio de este tipo. No obstante, lo que se puede deducir de los estudios efectuados en mamíferos, está claro: los recién nacidos humanos separados de su madre tienen exactamente las mismas respuestas fisiológicas que los otros mamíferos, y todos los mamíferos que han sufrido tal separación muestran secuelas que pueden durar toda la vida. El Método Canguro se practica generalmente con recién nacidos estabilizados. Este estudio muestra que el contacto piel con piel iniciado inmediatamente después de nacer, en lugar de la incubadora, es seguro a la vez que eficaz para las criaturas nacidas con un peso entre 1200 y 2199 g. Ello permite recomendar la utilización del Método Canguro desde el nacimiento, en particular en los países en vías de desarrollo donde no hay incubadoras. Incluso en los países en los que hay incubadoras disponibles, como en Africa del Sur, el método canguro puede ser preferible.
La definición del método canguro en base a las necesidades fisiológicas fundamentales
El Método Canguro ha sido definido de diferentes formas, pero sus dos componentes esenciales son el contacto piel con piel y la lactancia. Desde el punto de vista biológico, el hábitat normal de la criatura Homo sapiens en el inmediato post-parto es el cuerpo de su madre, y la lactancia representa el ‘nicho’, el comportamiento pre-programado para ese hábitat.
El hábitat hace algo más que aportar las necesidades nutricionales. En el hábitat uterino, es evidente que la oxigenación se asegura por medio de la placenta y del cordón umbilical, que proporcionan también la nutrición; el útero garantiza igualmente el calor y la protección. Son las cuatro necesidades biológicas fundamentales. Las investigaciones efectuadas en los diez últimos años nos permiten afirmar que en el contacto piel con piel, su hábitat normal, es el recién nacido mismo quien atiende sus propias necesidades, y no la madre o el personal sanitario. La oxigenación de la criatura mejora en el contacto piel con piel, hasta el punto que se utiliza satisfactoriamente para tratar angustias respiratorias. Las criaturas que pasan de la incubadora al contacto piel con piel presentan un aumento de la temperatura, y su estabilidad se mejora notablemente. (Ludington-Hoe et al, 1996). La nutrición mejora gracias al respeto a la capacidad de la madre de dar de mamar, y al respeto a la capacidad de la criatura de nutrirse. Las criaturas nacidas a término, en un parto no medicalizado, a las que se las deja sobre el pecho de sus madres sin ser molestadas, tomarán el pecho espontáneamente en la hora que sigue al nacimiento, sin ninguna ayuda (Widstrom et al, 1987). El recién nacido ejerce una estimulación sobre la madre que induce el comportamiento maternal y la protección. La inmunidad de la criatura mejora de manera todavía perceptible al cabo de los 6 meses (Sloan et al, 1994). Otros efectos positivos del contacto piel con piel en la madre, son entre otros, una vinculación más fuerte a la criatura y una mejor curación de los problemas emocionales ligados al parto prematuro.
Las notables capacidades de la criatura recién nacida
Uno de los comportamientos esenciales para la supervivencia del pequeño mamífero es la lactancia. El recién nacido, incluido el humano recién nacido, no necesita más que estar en el lugar adecuado para poder mamar correctamente: apegado al pecho de su madre. Cuando mama, el recién nacido respira mejor, se alimenta mejor y está protegido. La lactancia satisface todas las necesidades fundamentales de la pequeña criatura de la manera óptima.
Durante las 10 ó 14 primeras semanas de gestación, el crecimiento del cerebro está determinado genéticamente. A continuación, este crecimiento es un proceso activo, con crecimiento de los axones y de las dendritas. Cada neurona crea miles de sinapsis que se desarrollan en todas las dimensiones, y este desarrollo se estimula por las sensaciones y las experiencias. El feto tiene el sentido del gusto y el sentido del olfato muy desarrollados. Un recién nacido puede distinguir el olor de la leche de su madre del olor de la leche de otra mujer, en base a la memoria adquirida durante la vida intrauterina. Al nacer, utiliza su olfato para dirigirse hacia el pezón.
A las 30 semanas de gestación, el feto puede reconocer la voz de su madre entre las voces de otras mujeres, partiendo de algunas palabras grabadas en un magnetofón. Puede distinguir la lengua materna entre diferentes lenguas, partiendo de una simple palabra o de un simple fonema. El sentido del tacto y las sensaciones kinestésicas también están muy desarrolladas. Después del nacimiento, la criatura busca activamente tener la mayor superficie posible de su cuerpo en contacto con la piel de su madre. (Widstrom et al, 1987). Las estimulaciones táctiles facilitan la transmisión de las informaciones afectivas de la criatura hacia la madre, y ello determina el desarrollo de los esquemas cerebrales. El lenguaje de la madre y de la criatura está constituido por señales que ambas emiten bajo la influencia del sistema nervioso automático. Esta es la base de un desarrollo sano de la criatura. Al nacer, sus percepciones sensoriales no tienen ningún ‘filtro’; experimenta todas las sensaciones de forma máxima. A medida que se desarrolla, aprende a ‘moderar’ las percepciones sensoriales.
Al nacer, el bebé humano dispone de más sinapsis en su cerebro que en ningún otro momento de su vida. Su desarrollo es un proceso que consiste en suprimir ciertas sinapsis y desarrollar otras para crear los ‘caminos’ neurales. Estos últimos pueden ser buenos o malos, en función de las sensaciones y experiencias vividas por el recién nacido. Los prematuros y los recién nacidos tienen un sistema nervioso que no tiene capacidad de temperar los estímulos sensoriales. La sobre-estimulación de cualquiera de sus sentidos será vivida de forma dolorosa por el recién nacido. Las hormonas del stress aumentan la percepción del dolor. El resultado es similar al efecto de la picadura del escorpión parabuthus* (* = En el original: Le résultat est similaire au scorpionisme par le parabuthus, creo que está mal traducido al francés; creo que el dolor intenso de la picadura del parabuthus se debe a que activa las hormonas del stress; de ahí la comparación.- Nota de la traducción), un envenenamiento potencialmente mortal.
Las complicaciones que suceden durante el nacimiento afectan a la personalidad, a la capacidad relacional, a la autoestima, y a los esquemas de comportamiento a lo largo de toda la vida (Shore, 2001). Si a ello se le añade el rechazo de la madre y la ausencia de vinculación, podemos constatar una fuerte correlación con un comportamiento criminal y violento. La creación de nidos en los hospitales y el aumento de la frecuencia de las separaciones precoces de la madre son correlativas a los problemas de vinculación afectiva, al abandono de la madre, y al aumento de comportamientos adictivos (necesidades orales del bebé no satisfechas).
Aunque en el plano biológico se afirma que el recién nacido es extremadamente inmaduro, es un error deducir que su incapacidad es total. Esta inmadurez es relativa; es inmaduro en relación a nosotros y a nuestro hábitat, porque es un hábitat que requiere unas capacidades que el que recién nacido tiene todavía que adquirir. Pero ‘nuestro’ hábitat de adultos no es el hábitat del recién nacido. Cuando está en el hábitat diseñado para él , el humano recién nacido demuestra tener unas notables capacidades. La relación hábitat-nicho descrita por Albert y otros biólogos, subraya el hecho de que el organismo en desarrollo está totalmente equipado por circuitos neurológicos que dirigen los comportamientos que permiten que sus necesidades fundamentales sean satisfechas. Estas necesidades se satisfacen cuando el hábitat está adaptado, y el concepto de ‘nicho’ define el modo en el que el organismo hace uso de los recursos de su hábitat gracias a sus propias capacidades.
Los comportamientos de auto-vinculación (que llevan a tomar el pecho por primera vez), descritos por Widstrom (1987) y Righard (1990), son ahora bien conocidos. En términos biológicos, este comportamiento se llama ‘iniciación’, y es un neurocomportamiento innato, diferente del comportamiento de mantenimiento de la lactancia. Este comportamiento interviene en un ‘periodo crítico’, un momento único durante el cual debe producirse un hecho determinado para que pueda desarrollarse plenamente, y este periodo es de vital importancia para el desarrollo óptimo del organismo.
Es estado de organización y de separación
Es especialmente importante tener en cuenta que la tetada que nosotros observamos y que calificamos como ‘lactancia’, no es más que la manifestación física de un neurocomportamiento innato y global, que no es perceptible más que durante un corto periodo. Desde el punto de vista biológico, la lactancia es la totalidad de un ‘programa nutricional’, y su éxito depende de que la criatura se encuentre en el hábitat adaptado. Además este programa nutricional necesita la estancia constante e ininterrumpida de la criatura en el hábitat previsto para él por la naturaleza: el cuerpo de la madre. Se expresa por medio de hormonas específicas y por respuestas del sistema nervioso autónomo, que se producen noche y día. El comportamiento observado entre las tetadas forma parte también del programa nutricional. Esto puede también describirse como un ‘estado de organización’, y el programa NIDCAP (Newborn individualised developmental care and assessment programme = programa neonatal individualizado de cuidados y de evaluación del desarrollo) nos ha enseñado muchas cosas sobre el tema, aunque en un contexto tecnológico.
El estado de organización depende del nivel de vigilia del organismo, que para el bebé va desde el sueño profundo hasta el llanto agudo, pasando por diferentes estados de vigilia. Para su bienestar, el recién nacido tiene necesidad absoluta de la presencia de ‘ciclos’ adecuados, con periodos de sueño no muy profundo y con otros periodos de vigilia para las tetadas, evitando tanto como sea posible el llanto y el stress. Este tipo de ciclos óptimo sólo se observa en los bebés que están apegados a su madre, y especialmente cuando el contacto piel con piel es máximo.
Restaurar el paradigma original
Estas constataciones nos deben llevar a plantearnos un nuevo paradigma. La única necesidad de la criatura nacida a término es estar en su hábitat natural, a saber, la madre; no la madre como proveedora de cuidados, sino la madre como proveedora de contacto piel con piel. La criatura nacida a término es razonablemente fuerte, la prematura es frágil. La necesidad que tiene la prematura de su hábitat natural es todavía más importante que la de la criatura nacida a término. Nuestro paradigma actual contempla la incubadora como el hábitat normal de la criatura prematura, y el biberón como el medio normal de alimentarse; hemos definido unas normas para el ritmo cardíaco y la temperatura que son las adaptadas a la incubadora. Nuestros ‘valores normales’ se tendrían que volver a definir.
En nuestros servicios médicos, deberíamos reconocer el lugar central de la madre en tanto el hábitat que la criatura necesita de forma absoluta y desesperada. Tenemos que tener en cuenta las capacidades de la criatura recién nacida para satisfacer por sí misma sus necesidades. Tenemos que repensar nuestros servicios hospitalarios y revisar nuestras prácticas, con el fin de asegurar que la madre recibe el apoyo necesario para que pueda ofrecer a la criatura el hábitat normal, y ayudar a la criatura prematura a satisfacer sus necesidades. Esto implica reconocer que las capacidades neurológicas de desarrollo (‘neurodeveloppementales’) no están necesariamente unidas a un estado de desarrollo físico de la criatura. La criatura prematura dispone del mismo programa neurológico de desarrollo (‘neurodeveloppementale’) que las criaturas nacidas a término; a causa de su inmadurez física, tiene simplemente necesidad de ayuda. Esta ayuda debe serle aportada, pero sin quitarle su hábitat natural y sin violar su programación innata.
El paradigma del Método Canguro se basa en el hecho de que el nacimiento prematuro no es una enfermedad, y que lo que convierte al bebé prematuro en un bebé enfermo es la separación de su hábitat natural (la madre). Como también lo hará la supresión del acceso al nicho (el acceso al pecho, a la lactancia y a la alimentación con leche materna, contemplados como conceptos diferenciados). En el paradigma del Método Canguro, el respeto al hábitat y al nicho naturales es la base de toda la atención, a los cuales se le añadirán el apoyo y la tecnología disponibles.
El Método Canguro respeta el paradigma original para el cuidado de las criaturas:
El contacto piel con piel con la madre es el hábitat requerido por la pequeña criatura humana, un derecho fundamental del recién nacido.
La lactancia exclusiva es esencial para su salud física, neurológica y mental, y tiene un impacto para toda su vida.
Prodigar el apoyo que permita A TODAS las criaturas recién nacidas permanecer apegadas a su madre, debería ser la prioridad universal de la salud pública.
Ayudar a una criatura prematura a mamar correctamente
Lo que aquí se ha descrito es muy diferente de las prácticas actualmente en vigor de alta tecnología, en las cuales la separación madre-criatura se acepta como algo normal y necesario. En nuestra cultura occidental, el bebé es considerado un ser totalmente impotente, y que requiere ayuda para todas sus necesidades. Si la criatura nace a término, se considera que la madre es la persona que puede atender sus necesidades. Si la criatura es prematura, el personal sanitario estima que debe quitarle la criatura a la madre para atender a sus necesidades. Los argumentos que presento aquí demuestran que esto es erróneo. La única necesidad de la criatura nacida a término es dejarla en su hábitat adecuado, que no es la madre en tanto que persona que asegura unos cuidados, sino la madre en tanto que persona que provee el contacto piel con piel.
A la vista de los conocimientos actuales sobre el comportamiento de las criaturas recién nacidas (lactancia, reacción de protesta-angustia), y en la medida en que la lactancia y el contacto piel con piel compensan la inmadurez del bebé, es completamente lógico pensar que el contacto piel con piel es todavía más necesario en las criaturas prematuras (de hecho, la piel con piel es superior a la incubadora). Si se priva a la criatura de este contacto, la privación inducirá una ‘respuesta-angustia’, con una tasa de glucocorticoides 10 veces más elevada que la normal (Modi, 1998). Tales tasas son tóxicas para los prematuros, y tienen también un efecto inhibidor sobre el tracto digestivo. Se produce secreción de somatostatina, que tiene un importante efecto inihibidor sobre todos los aspectos del funcionamiento del tracto digestivo, con bajada de todas las hormonas benéficas para el tracto digestivo, así como de las hormonas de crecimiento. Los mamíferos nacen con un solo objetivo: ser amamantados al pecho o a la teta. ¡Una criatura recién nacida es un ser totalmente desarrollado y muy competente!
¡El cerebro fetal es consciente!
La criatura recién nacida está programada para mamar del pecho:
Entre la semana 16 y la 20, el feto sabe tragar;
Entre la semana 26 y 28, tiene movimientos de succión;
A partir de las 36 semanas de gestación, es capaz de mamar del pecho.

Escala de Persson (Wahlberg, 1991) para dar de mamar a un prematuro
Etapa 1: el contacto piel con piel, que debería ser ininterrumpido desde el nacimiento.
Etapa 2: tomarse el tiempo; es el bebé quien establece su ritmo.
Etapa 3: estado de organización; esperar y observar si se despierta
Etapa 4: el olfato; automáticamente solicitado si el bebé está en contacto con el pecho
Etapa 5: el gusto; un prematuro necesita un poco más de tiempo para conseguirlo
Etapa 6: tomar el pecho; para un bebé muy prematuro puede resultar difícil mantener la boca en el pezón
Etapa 7: la tetada: mamar necesita muy poco esfuerzo, una vez que se mantiene la boca en el pezón
Una vez adquirida la tetada nutritiva, es necesario asegurarse que la criatura puede acceder al pecho cada vez que está despierta, y entonces la lactancia ya ha quedado establecida.
Mamar del pecho y tomar un biberón pueden parecer cosas similares, pero de hecho es MUY diferente. Tomar el biberón para un prematuro es stresante.
Los bebés prematuros pueden alimentarse al pecho, incluso desde la 26ª semana de gestación, si bien necesitan ayuda. La práctica de la lactancia cuando la criatura no ha sido nunca separada de la madre, difiere mucho de la que consideramos ‘normal’ en nuestra cultura occidental. De entrada, esta práctica está totalmente determinada por la criatura, y no por la madre, y cada criatura es única. Un bebé que puede escoger por sí mismo con qué frecuencia toma el pecho desde el principio, va a poner en marcha una ‘rutina’ de lactancia; tomará el pecho cada hora, cada dos horas o cada más, tragará toda la leche que salga tras un solo reflejo de eyección, lo cual es muy conveniente para la débil capacidad de su estómago, y le aportará lo que necesite de calorías y nutrientes para una o dos horas como máximo, y será capaz de gestionar de manera eficaz su estado cíclico de organización. Esta es la práctica de lactancia constatada en casi todas las culturas no occidentales.
En conclusión
La lactancia es una estrategia crucial de supervivencia para el humano recién nacido; es un comportamiento que depende enteramente de una programación cerebral límbica, que depende a su vez del hecho de que la criatura se encuentre en su hábitat normal: apegada al cuerpo de su madre. Cualquier separación tiene como consecuencia un programa neurológico de desarrollo (‘neurodeveloppementale’) diferente del programa normal, potencialmente nefasto.
En consecuencia, el contacto con el cuerpo de la madre es específicamente necesario a partir del momento del nacimiento, y debería ser continuado.

Nils Bergman (Africa del Sur) hizo sus estudios de medicina en Africa del Sur. Realizó un doctorado en Salud Pública. Es director de la Maternidad del Hospital de Mowbray (Africa del Sur) y desde hace años estudia la lactancia y el método canguro para llevar al bebé.
Sextas Jornadas Internacionales sobre Lactancia, Paris, marzo 2005
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(*) En biología el ‘nicho’ de un animal, es el papel o la función que desempeña en su hábitat . (Nota de traducción)